Capítulo 8: "Like a bitch"

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Maratón 1/?

—No pares —Perrie cerró los ojos con fuerza. Se sentía como si estuviera en el centro de un tornado, a pesar del dolor, su cuerpo anhelaba más.

Jade colocó las manos bajo sus caderas para facilitar la entrada, haciendo uso de una lenta destreza sexual intensamente erótica. El corazón de Perrie se desbocó mientras la ojimarron deleitaba cada uno de sus sentidos. La excitación volvió con más fuerza que antes. Empezó a sentir que las oleadas de placer se sucedían, atenazándola con más fuerza cada vez, atormentándola con una necesidad insoportable. Escaló buscando la última y se entregó a un clímax que la consumió con la fuerza de un huracán y la zarandeó en un vuelo libre de deleite. Pero el deleite duró poco.

—Hacía mucho que una mujer no me hacía sentir tan bien, bellezza mia —murmuró Jade con voz ronca, abrazándola.

—Yo nunca me había sentido así... nunca —dijo ella, aún atónita por la experiencia y disfrutando de una sensación de conexión física seductoramente nueva para ella.

—Tengo una pregunta vital —la mirada de Jade resultó incómodamente fría y escrutadora—. ¿Por qué me has entregado tu virginidad?— Perrie se quedó anonadada por una pregunta tan directa, más aún porque parecía sugerir que ella había tomado una decisión consciente; sin embargo, para su vergüenza, su entrega había sido impulsiva e incontrolada. —Ha sido una experiencia gratificante y que en absoluto esperaba —confió Jade. Movió la cabeza, suspicaz—. Pero sé y acepto que los placeres especiales siempre tienen un coste y preferiría saber ahora mismo qué esperas a cambio, además de conservar ese secreto que tengo— terminó señalando el pene que le colgaba entre las piernas.

—¿Por qué iba a tener que costarte algo? —preguntó ella, arrugando la frente.

—Soy una mujer muy rica. No recuerdo la última vez que disfrute de algo gratuito —siseó Jade con desdén.

Cuando Perrie comprendió lo que quería decir se sintió apabullada. Liberó su delgado cuerpo del peso del de ella con un airado gesto. ¿Cómo había podido compartir su cuerpo con una tipa que parecía pensar que quería obtener un beneficio económico del intercambio? No se habría sentido más avergonzada si la hubieran obligado a caminar por la calle desnuda con un cartel colgado del cuello y la palabra «FURCIA» escrita en mayúsculas.

Entretanto, Jade había descubierto algo más por lo que preocuparse. Maldijo en italiano.

—¿Utilizas algún tipo de anticonceptivo?—

Perrie se sentía mareada, enferma y desconsolada. Le costaba creer lo que había hecho. Lo estúpida que había sido. Pero no podía pensar en eso mientras siguiera en su presencia. Tenía que concentrar su energía en huir de la escena del peor error de su vida. Buscó su ropa con la mano.

—No, pero tú has usado protección.Además, ¿no es un poco imposible?, no creo que tengas el mismo recuento de espermas que un hombre, ¿o si?—

—No, no es imposible y el preservativo se ha roto —afirmó Jade con rostro sombrío, ya vistiéndose.

Perrie dio un respingo y palideció más aún, pero no dijo nada. Ni siquiera quería mirarla. Pensó que eso era lo que se sentía al tener intimidad con alguien desconocido: incomodidad, humillación y vergüenza. Con manos temblorosas, se puso las bragas, la camiseta y los pantalones.

—Obviamente, no parece preocuparte —gruñó Jade, indignada por que la estuviera ignorando.

—En este momento, lo que más me preocupa es haber practicado el sexo con una tipa horrible. Sé que tendré que vivir con este error mucho tiempo —dijo Perrie con fiero arrepentimiento—. Quedarme embarazada de ti añadiría otra dimensión a esta pesadilla y creo que ni siquiera yo podría tener tan mala suerte.—

—Dudo que esa fuera tu reacción si ocurriera. Tener un hijo mío podría ser una opción muy lucrativa para tu estilo de vida —farfulló Jade, gélida.

—¿Por qué crees que todo el mundo intenta robarte? —exigió Perrie con una cólera que estaba acabando con su deseo de refugiarse en un rincón oscuro—. ¿O acaso reservas las acusaciones ofensivas para mí? No debería tontear con el personal de limpieza, señora Thirlwall. ¡No tienes los nervios templados para eso!—

—Tienes que calmarte para que podamos hablar de esto como adultas —dijo Jade con sus ojos marrones fijos en los de ella, de nuevo desconcertada por su comportamiento—. Siéntate, por favor.—

—No —Perrie negó con vehemencia y su revuelto cabello negro se agitó alrededor de su rostro arrebolado—. No quiero hablar de nada contigo. He bebido demasiado. Hice algo que desearía no haber hecho. Has sido muy, pero que muy grosera conmigo.—

—Esa no era mi intención —dijo Jade, intentando buscar la paz, mientras seguía observándola. Su enfado parecía convincentemente real.

—No, ¡te importa un cuerno ser o no grosera! —Perrie soltó una risa desdeñosa, no pensaba dejarse engañar otra vez—. Crees que puedes permitirtelo.—

—Posiblemente tengas razón —farfulló Jade con el mismo tono pacificador—. Es una desgracia que las cazafortunas me consideren un objetivo...—

—¡Te mereces una cazafortunas! —escupió Perrie con convicción—. Si piensas por un segundo que esa excusa te da derecho a haberme hablado como si fuera una prostituta, ¡te equivocas de plano!—

—No creo haber ofrecido una excusa.—

—No, ni siquiera tienes suficiente educación para eso, ¿verdad? —Perrie la miró con desprecio.

—Si dejas de hablar de mis defectos, creo que tenemos cosas más importantes que considerar.—

—Dudo que esté embarazada, pero si ocurriera lo peor, no necesitas preocuparte de nada —le lanzó Perrie, yendo hacia la puerta—. ¡Ni siquiera me plantearía la opción «lucrativa para mi estilo de vida»!—

—Eso no tiene gracia —dijo Jade con voz dura.

—Tampoco la tienen tus presunciones sobre mí —Perrie se alejó por el pasillo y, cuando comprendió que la seguía, casi corrió hacia el ascensor. Apretó el botón de cerrar la puerta, pero Jade consiguió entrar. El reducido espacio le dio sensación de claustrofobia. Irradiando oleadas de hostilidad, la ignoró. No podía entender por qué no captaba el mensaje y la dejaba en paz.

Jade echó un vistazo a su muñeca y descubrió que no llevaba puesto el reloj, lo había dejado en su despacho.

—Es tarde. Te llevaré a casa.—

—No, gracias.—

Cuando el ascensor se detuvo, Jade interpuso su poderoso cuerpo entre ella y la puerta que se abría.

—Te llevaré a casa —insistió con firmeza.

—¿Qué parte de la palabra «no» es la que no entiendes?—



Bueeeee, volví. Lamento ausentarme tanto y darles sólo un capitulo la vez pasada jiji. Pero ahora que estoy en cuarentena espero andar más seguido por aquí.

De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora