Capítulo 30: Detrás de la máscara

544 44 14
                                    


—No me gustan las discusiones como deporte —respondió Jade con voz sedosa.

La espalda de Perrie se puso rígida. Furia y dolor se fundieron en ella hasta que empezó a estremecerse por la fuerza de sus sentimientos. Se apartó de ella con una sonrisa diseñada para engañar a cualquier observador. Intentando controlar el torbellino emocional que sentía, se alejó.

Con los ojos ardientes de lágrimas, Perrie subió a su suite. Jade entró pocos segundos después que ella.

—¿Qué demonios creías que estabas haciendo? —le escupió Jade.

—No le tiré el vino a propósito. Estoy harta de ti —jadeó—. Eres incapaz de hablar con tu hermano, a pesar de que es un hombre muy agradable, ¡pero extiendes la alfombra roja para esa bruja vengativa el día de mi boda!—

—¿Cuándo has visto a mi hermano para llegar a esa conclusión? —le espetó Jade.

—Nunca estás presente cuando haces falta, y siempre asumes que soy culpable —se quejó Perrie, ignorando su pregunta—. Grazia me acorraló anoche en el club. Sabe demasiado, incluso sabe lo de mi bebé, ¡Se suponía que este era un día especial para mí y lo has arruinado!—

—¿Anoche? —frunció las cejas claras con sorpresa—. ¿Te encontraste con Grazia en Florencia?—

—Lo estropeas todo... absolutamente todo —añadió Perrie, sumando mentalmente todos sus pecados, enjuiciándola y declarándola culpable sin posibilidad de perdón—. Terminaré de hacer la maleta y volveré a Londres...—

—Perrie, acabamos de casarnos —señaló Jade.

—¿Y? —le lanzó Perrie—. Ya veo que he cometido un error terrible, ¡y no me enorgullece admitirlo!—

Jade posó unos incrédulos ojos celestes en ella. Bajó las rubias pestañas y la escrutó.

—No estás pensando con racionalidad...—

—Elegiste un momento de debilidad para pedirme que me casara contigo. Estaba de parto, ¡por Dios! Si hubiera estado en mis cabales, nunca habría aceptado ser tu esposa. Voy a dejarte...— Jade se interpuso rápidamente entre la puerta y ella.

—No lo harás, delizia mia —sacó el teléfono móvil e hizo una llamada.

—¿Qué estás haciendo? —exigió Perrie.

—Nos marcharemos juntas. Puede que haya arruinado tu día, pero no hay razón para que compartamos nuestra miseria con nuestros anfitriones e invitados.— Perrie miró su maleta, que ya estaba medio preparada para su partida. Se sentó a los pies de la cama.

—Me haces muy desgraciada...— Jade se acercó lentamente.

—Aún es pronto. Es obvio que disto de ser perfecta. Pero en mi defensa, diré que no me contaste que habías visto a Karl. Ni a Grazia.—

—No quería estropear la boda —farfulló Perrie con voz temblorosa—. Si hubieras querido que supiera algo, me habrías hablado de ellos ¿no?—

—Por favor, no llores —pidió Jade con voz ronca, dando un paso más hacia ella—. Es obvio que te debo un poco de mi historia familiar...—

Su madre había fallecido cuando él tenía ocho años. Cinco años después, su padre se había casado con su amante, Cecilia, que ya tenía un hijo de diez años: el hermanastro de Jade, Karl. Por desgracia, un matrimonio con un hombre varias décadas mayor que ella, y a quien le disgustaba su extravagancia, no cumplió con las expectativas de Cecilia y se buscó distintos amantes.

—Yo no me metía en sus asuntos... —el rostro de Jade se ensombreció —pero cuando mi padre estaba recibiendo tratamiento para el cáncer, Cecilia inició una aventura con el abogado de la familia, Zachary Tessano. Era el mejor amigo de mi padre y estaba a cargo de nuestros negocios.—

—¿Qué edad tenías entonces? —preguntó Perrie.

—Veintidós años, y estaba en mi último curso en la universidad de Oxford. Encontré a mi madrastra en la cama con Tessano en nuestro apartamento de Londres. Pensé que no tenía más opción que decírselo a mi padre, pero Cecilia y su amante se adelantaron con su historia —Jade soltó una risotada amarga y su rostro clásico se tensó.

—¿Y cuál era? —preguntó Perrie cuando vio que el silencio se alargaba.

—Que yo llevaba bastante tiempo acosando sexualmente a mi madrastra, porque ya sabes yo tenía "cierta" orientación...—

—¡Oh, no! —exclamó Perrie horrorizada.

—...y que ese día en concreto, borracha, había atentado contra ella porque no me hacía caso y Tessano, galantemente, la había rescatado.—

—Tu padre no creería esa tontería, ¿verdad?—

—Cuando su amigo de toda la vida confirmó la sórdida historia, perdí toda esperanza de que me creyera —rezongó Jade—. Yo tenía reputación de mujeriega y Cecilia era bellísima. No puedo culpar a mi padre, porque era un hombre enfermo y la amaba. En esa etapa estaba muriéndose. Yo no lo sabía, pero ellos dos sí. En la medida en que la ley lo permitió, y con el apoyo de Tessano, fui desheredado a favor de Cecilia y Karl. Mi madrastra se casó con Tessano tres meses después del funeral de mi padre.—

La historia sacó a Perrie de su abstracción; estaba devastada. Acababa de descubrir que lo que había separado a Karl y a Jade era mucho más desagradable que lo que su inocencia la había llevado a creer. La avaricia y envidia de su madrastra y de su hermanastro se habían unido para arruinar la vida de Jade.

—Que tu padre se volviera en contra de ti estando tan enfermo debió ser una pesadilla para ti.—

—Me destrozó —un músculo se tensó en la comisura de su sensual boca—. Murió dos meses después, aún creyendo sus mentiras. Hasta ese momento mi vida había sido fácil y privilegiada. Desde que nací, fui la princesita, la heredera de la fortuna de los Shields Palace y lo daba por hecho. De pronto, me lo arrebataron todo.—

Perrie, con un movimiento rápido y espontáneo, se levantó y agarró sus manos; había estado muy unida a su padre y entendía cuánto debía haber atormentado a Jade el rechazo y desconfianza de un ser tan querido. Sus ojos marrones acariciaron los perfiles angulosos de su rostro.

—Deberías haberme hablado de tu familia hace tiempo. Pero nunca me cuentas nada —titubeó al comprender que ella había terminado de hablar sin hacer ninguna referencia a Grazia. Avergonzada, hizo un movimiento brusco para apartar las manos.

—Eso podría cambiar, dolcezza mia —Jade rodeó sus estrechas muñecas con sus dedos bronceados antes de que pudiera apartarse.

Perrie alzó la cabeza para mirarla. Se sentía desgarrada por la fuerza de la atracción sexual que ejercía sobre ella y su necesidad de protegerse de más dolor y desengaño.

—Sabes que te consideras perfecta tal y como eres...—

—Hasta que apareciste tú y conseguí superar tus peores expectativas— apuntó Jade.

—Tu aversión a las bodas... ¿cómo crees que eso hizo que me sintiera hoy? —atacó Perrie, liberando sus manos y dándole la espalda con una agitación que traicionaba su nerviosismo.

—Me comporté como una bastarda egoísta. Pero, créeme, no fue intencionado. Grazia me plantó ante el altar. Dejó una marca indeleble en mí.— Atónita por esa inesperada admisión, Perrie la miró otra vez.

Volví, quiubo. Ni yo me lo esperaba pero estaba aqui feliz que esta semana salió Sour Candy y que al fin pude liberar una de mis materias. Yay!

De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora