MARATÓN 3/?
Siguió un silencio como un pozo sin fondo. Absoluto y aparentemente interminable.
Jade había velado sus ojos al oírla. Su piel bronceada había adquirido un tono ceniciento, que ella achacó al impacto. Pero fue la única reacción visible, su discreción y autocontrol ganaron la partida.
—Un médico tendrá que certificar el resultado —dijo con voz plana—. Lo organizaré ahora mismo.—
Desconcertada por su calma y frialdad, Perrie asintió. La rubia ya estaba al teléfono y minutos después le dijo que había concertado una cita médica privada.
—Si se confirma, ¿has pensado en lo que quieres hacer? —inquirió Jade.
Claro que lo había pensado, a pesar de haber creído por un segundo terminar con aquello, simplemente no quería, quería ese bebé y lo mantendría a flote con o sin ayuda de Jade.
—No quiero ponerle fin —dijo ella con voz tensa, pensando que era justo decírselo. Se había puesto aún más nerviosa al ver en acción a alguien que prefería resolver los problemas de inmediato.
—No iba a sugerir esa opción —afirmó Jade, acompañándola a la puerta de la suite. Perrie pensó que, por lo visto, el almuerzo había quedado descartado.
—No hace falta que me acompañes al médico —le dijo, ya en el ascensor.
—Estamos juntas en esto.—
—El médico puede confirmar el resultado. Es lo único que necesitas saber de momento.—
—Intentaba apoyarte.—
Perrie se encogió de hombros, resistiéndose a ceder. No se fiaba de ella. No quería sentirse presionada. El mismo hecho de que no hubiera expresado sus sentimientos respecto al embarazo la había llevado a alzar la guardia de nuevo.
—Entonces te veré esta noche —concedió Jade.
—Me gustaría tener unos días para pensar en esto.—
—¿Cuántos días? —Jade puso una mano sobre la suya cuando sólo recibió silencio como respuesta—. Perrie... —insistió.
—Yo te llamaré —liberó sus dedos, dispuesta a poner límites por el bien de las dos. Aunque Jade no expresó su disconformidad, resultó palpable en la frialdad del ambiente.
Poco más de una hora después, el amable ginecólogo de mediana edad confirmó que estaba embarazada y además le advirtió que estaba por debajo de su peso. Una enfermera le entregó una serie de folletos informativos. En ese momento, la nueva vida que Perrie llevaba en su interior empezó a parecerle real. De vuelta en la agencia de publicidad, intentó no prestar atención a las miradas curiosas ni a los súbitos silencios de sus compañeros cuando pasaba a su lado. A propósito, se quedó hasta tarde para recuperar el tiempo perdido a la hora del almuerzo.
Cuando llegó al trabajo la mañana siguiente, había una colorida revista semanal sobre su silla. Abierta y doblada por la página relevante, mostraba a Jade saliendo de un club de Nueva York con una famosa actriz que se aferraba a ella. El artículo afirmaba que Lucy Conell, una voluptuosa rubia, estaba muy encandilada con su última amante. Con la garganta tan tensa que le dolía y el ánimo por los suelos, Perrie forzó una sonrisa y tiró la revista a la papelera. Estaba claro. Alguien le había hecho un favor llamando su atención sobre la foto. Sin duda había servido para poner fin a cualquier expectativa romántica que hubiera podido tener. Podía estar esperando el hijo de Jade Thirlwall, pero cualquier futuro en su relación se limitaba a eso.
Esa tarde, cuando Perrie se tomó su descanso en la cafetería, se lo contó todo a Tulisa. Durante la confesión, su amiga hizo varios comentarios bruscos con respecto a Jade y la abrazó.
—Quedarse embarazada no es el fin del mundo, así que deja de hablar como si lo fuera...—
—Estoy aterrada... —Perrie tragó saliva.
—Es por la sorpresa. Por no hablar del susto que Jade Thirlwall te dio al asumir que habías robado su reloj —masculló Tulisa con los labios prietos—. Cuando pienso en cuánto has sufrido ya, su actitud hace que me hierva la sangre.—
—Al menos fue sincera —concedió Perrie—. Pero la odio por ello. No es muy justo, ¿verdad?—
—Olvídate de ella. Me preocupas más tú.—
—¿Por qué lloro todo el tiempo? —se lamentó Perrie, llevándose un pañuelo a los ojos.
—Son las hormonas —contestó Tulisa.
Durante las cuarenta y ocho horas siguientes, Perrie descubrió dos llamadas perdidas en su móvil y lo apagó, no quería hablar con ella. Esa tarde recibió la inesperada visita de Niall Horan en su estudio.
—Me gustaría hablar contigo. ¿Podrías concederme cinco minutos?— preguntó el ex oficial de policía.
Pálida e inquieta, Perrie asintió.
—La señora Thirlwall me ha devuelto mi puesto como jefe de seguridad— apuntó Niall—. Entiendo que debo agradecértelo a ti.—
—Yo sólo le dije que no era justo culparte por juzgarme mal sin conocerme— dijo Perrie, asombrada.
—Dadas las circunstancias, fue muy generoso por tu parte —le dijo el hombre con voz cálida—. Quería darte las gracias y decirte que, si alguna vez necesitas mi ayuda, no dudes en pedírmela—
*******
Esa noche Perrie se acostó sintiéndose algo más alegre y menos avergonzada de un pasado que no podía cambiar. El día siguiente era sábado y estaba sirviendo desayunos en la cafetería cuando entró Jade. Recorrió la sala con los ojos y los clavó en ella. Durante un segundo, ella sintió la instantánea y poderosa excitación que recorría su cuerpo cada vez que la veía. Su rostro se encendió y corrió a la cocina.
—¿Perrie? —Tulisa asomó la cabeza por la puerta—. Hoy tendremos que apañarnos sin ti. Deja que Jade te lleve a casa.—
—Tulisa, yo...—
—Alguna vez tendrás que hablar con ella.—
Perrie admitió que eso era cierto. Pero también implicaba controlar su deseo de decirle a Jade exactamente lo que pensaba de sus hábitos de mujeriega empedernida. Se dijo que con un bebé en camino, tenía que plantearse las cosas a largo plazo. Jade era soltera y podía hacer lo que quisiera. Su embarazo había sido accidental. Ya que la relación íntima entre ellas había concluido, lo más razonable era establecer un vínculo civilizado con la otra madre de su futuro hijo. Tras darse ese pequeño discurso de ánimo, salió a la cafetería con su bolso y su chaqueta.
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De traición y otros tropiezos || Jerrie (G!P) ✓
FanfictionSería su esposa y la madre de su hijo... pero nunca tendría su amor.