Capítulo 4

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Al día siguiente, Hazel se despierta con una agradable sensación. Conforme abre los ojos, cerca de las cuatro de la tarde del domingo, empiezan a venir a su mente recuerdos de una noche fabulosa. Hacía mucho tiempo que no salía de fiesta con Lucas y, aunque conocía perfectamente el gran sentido del humor de su amigo, no dejaba de sorprenderle la vis cómica que tenía y que dejaba salir cuando se encontraba realmente a gusto. 

Cuando Lisa llega del apartamento de Carol y Rober, pasa por casa de Hazel para confirmarle que no habían vuelto a ver a su morenazo de la primera noche, y su amiga le cuenta con detalle cómo fue aquel encuentro. También le hace un resumen de su noche anterior, de la historia de Lucas con Mónica y de su intención de conseguir que su amigo abriera por fin los ojos.

Cerca de las nueve de la noche, Lisa regresa a su casa y Hazel se queda decidiendo qué ropa elegir para el día siguiente, en la que será su primera reunión como responsable de un departamento. Pero sin ser capaz de tomar una decisión entre las varias combinaciones que ha hecho, se va a la cama y espera con ansia y expectación a que llegue el día siguiente.

Como es normal en la vida de Hazel, cualquier plan que haga por la noche se ve completamente truncado por la mañana. Había decidido acostarse pronto para despertarse descansada, con tiempo suficiente para prepararse sin prisas, sin agobios. Pero el móvil decide ponerle su primera traba al no sonar a la hora acordada, por un fallo tan tonto como tener el teléfono silenciado.

Tiene que ir más deprisa de lo previsto y después de darse una ducha, la camisa por la que finalmente se había decidido tiene una mancha imposible de disimular. Así que tiene que volver a empezar la difícil elección entre su vestuario. Después de varios ensayos y viendo que si espera un poco más para salir de casa, llegará tarde, opta por un vaquero y una camiseta blanca que, con un zapato de tacón siempre queda apropiado. 

No le ha dado tiempo a desayunar y cuando está dejando su coche en el parking de los estudios, llama a Lisa para pedirle que le saque un café de la máquina y que la espere en el pasillo para recogerlo de camino al despacho del jefe. 

—¡Te están esperando! —le dice Lisa cuando le entrega el vaso de plástico a Hazel, como si estuviera dando un refrigerio a un corredor en el transcurso de una maratón.

—¡Lo sé! ¡Gracias! —contesta Hazel.

—¿Qué zapatos llevas? —le pregunta su compañera cuando pasa a su lado.

Hazel se para un instante en la puerta del despacho, baja la vista hasta sus pies y comprueba que se ha puesto un zapato de cada modelo. 

—¡Mierda! ¿Se nota mucho? —le pregunta a Lisa desde la otra punta del pasillo. Lisa se encoge de hombros y Hazel da unos pasos hacia ella—:¿Qué número gastas? 

—Un 37. ¡No te vienen! ¿¡Quieres hacer el favor de entrar de una vez?! Son hombres, no se darán cuenta. ¡Vamos, entra!

Hazel le obedece y se da la vuelta para entrar al despacho. Antes de hacerlo, levanta la mano en la que tiene el café y dibuja la palabra "gracias" con sus labios. Lisa levanta su pulgar y le desea suerte.

Justo cuando Hazel se dispone a entrar al despacho y mientras está bajando su brazo, un hombre sale del interior y se topa con ella, haciendo que el café se derrame sobre su camisa.

—¡Lo siento! —exclama Hazel avergonzada.

—Vaya, iba a por un café, gracias —responde el joven con sarcasmo.

Y esa voz le provoca un escalofrío. Cuando levanta su vista hacia el rostro de ese hombre, Hazel se queda petrificada y a él también le cuesta disimular su estupor.

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