Hazel baja las escaleras rápidamente y con la misma celeridad sale por la puerta. Su intención es montarse en el coche y desaparecer lo antes posible, antes de volver a toparse con una escena en el parking, similar a la que ya había visto en varias ocasiones, protagonizada por Jon, Fany y su "mano tocabrazos". Los había dejado solos arriba y aunque suponía que Jon seguiría rechazando la propuesta de Fany para cenar, posiblemente esta insistiera en bajar juntos, salir juntos al aparcamiento y desearse un buen fin de semana, juntos.
Pero hay un dicho popular que dice: "vísteme despacio que tengo prisa", y eso es lo que pudo experimentar Hazel precisamente. Cuanto más rápido quería ir, más obstáculos se encontraba.
El primero fue al buscar las llaves en su bolso, ese lugar oscuro y siniestro que suelen llevar las mujeres. Por mucho que revolvía todo el contenido de su interior, no podía encontrarlas. Hasta que metió la mano en el bolsillo en el que nunca suelen estar, pero ese día estaban. Y además, acompañadas de una chocolatina cubierta de caramelo, medio abierta y medio derretida, lo que hizo que las llaves se quedaran adheridas a ella como si de un pegamento ultra fuerte se tratara.
Por mucho que intentaba despegar esa pringosa unión, la tarea le resultaba imposible. Coge un pañuelo, usado, de su bolso y empieza a frotar las llaves, pero solo consigue que el pañuelo se una a la fiesta. Cuando por fin consigue separar las llaves, se acerca rápidamente hasta el contenedor que hay en la entrada, mientras sigue mirando de reojo la puerta de los estudios para no ser sorprendida por la llegada de Jon y Fany. Deja el bolso en el suelo, levanta la tapa y lanza con fuerza los restos de la chocolatina con el trozo de papel. Pero, por estar más pendiente de lo que sucede a su alrededor que de lo que está haciendo, comete el error de llevar las llaves en la misma mano que el pringue del que se quería deshacer. ¿La consecuencia? Que tira el pañuelo, la chocolatina y las llaves al contenedor.
—¡Mierda! —exclama Hazel.
Sujetando la tapa del contenedor con una mano, con la otra se impulsa para inclinar su cuerpo sobre el borde. Afortunadamente, en el fondo había una caja de cartón y las llaves han ido a caer encima de ella, así que, con un poco más de impulso, quizás las pueda alcanzar. Pero, al inclinarse un poco más sobre el borde del contenedor, empieza a perder el equilibrio, baja la mano que sujetaba la tapa y la apoya sobre el borde, para impedir que su cuerpo venza y se abalance sobre el interior. La tapa cae sobre su espalda mientras Hazel se columpia en el borde.
Cuando Jon sale de los estudios, observa la escena con asombro. Al principio le cuesta un poco identificar esas piernas pataleando, ese culo en pompa y una serie de improperios que suenan desde el interior. Pero rápidamente constata que se trata de Hazel:
—¿Es aquí donde has quedado a cenar? —pregunta Jon mientras levanta la tapa del contenedor.
—Me temo que está todo reservado —dice Hazel impulsándose para volver a poner los pies en el suelo.
—Vaya, parecía un sitio de mucho glamur —sigue bromeando Jon —:¿Puedo preguntar qué hacías ahí?
Hazel se sacude las manos y con varios mechones de su pelo alborotado sobre la cara, le dice:
—Se me han caído las llaves del coche ahí dentro.
—Ups —dice Jon, e intenta contener una carcajada —:¿Y no las ves?
—¡Sí! Las veo y las rozo con los dedos, pero no puedo cogerlas.
—¿Me dejas que pruebe yo?
Y Jon toma impulso para apoyar su abdomen sobre el borde del contenedor, estira su brazo, agarra las llaves y vuelve a poner los pies en el suelo. Todo en un par de movimientos rápidos, precisos, eficaces.
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Directo hacia ti
DragosteHazel celebra su ascenso con asombro y alegría. Es la primera mujer que ostenta un cargo directivo en la cadena de televisión local donde lleva trabajando casi siete años, propiedad de un multimillonario misógino, inculto y con escasos conocimientos...