Capítulo 42

367 61 20
                                    

Hazel aparta su mirada y hace el amago de meterse en el coche, pero Jon está sujetándole la mano que todavía tiene en la puerta y evita que entre en el taxi.

—Respóndeme, por favor —insiste Jon—: No te vayas así.

Ella cierra un momento los ojos, toma aire profundamente y vuelve a abrirlos. No se atreve a reconocer lo que siente porque piensa que, una vez lo diga en voz alta, ya no podrá deshacerse de ello, mientras que si solo lo mantiene en su mente, conseguirá convencerse de que no es cierto. Vuelve a tomar aire antes de responder:

—Es distinto —dice por fin.

—¿Distinto? ¿Qué es distinto, Hazel?

—Somos...

—¡No vuelvas a decirme que somos compañeros de trabajo, por favor!

—Amigos. Iba a decir que somos amigos. No eres un desconocido de una noche. Eres un amigo, y por los amigos siento..., siento...

—¿Qué sientes? Dime.

—Pues eso, amistad. Yo quiero a mis amigos, pero no tengo sexo con ellos. 

Jon se queda un momento pensando y observa cómo Hazel se muerde el labio inferior, nerviosa, insegura. Pero él se lo toma como una puerta a la esperanza. Le ha dicho que le quiere, sí, y con eso le basta. Piensa que no todo está perdido. Y lo último que quiere es perderla a ella. Así que, tomando aire profundamente y sin saber cómo será capaz de llevar esa situación, le dice en un tono distendido:

—Muy bien. No tengamos sexo. 

Retira su mano de la de Hazel  y extiende sus brazos, haciendo un gesto de conformidad. 

—Me quieres como amigo, ¿no? Pues seamos amigos. Te invito a tomar algo —le propone. 

—¿Hablas en serio? —pregunta Hazel algo extrañada.

—Completamente —la coge por la mano y la invita a alejarse del taxi, cerrando la puerta y disculpándose con el conductor—: Vamos, conozco un sitio aquí cerca que hacen los mejores gintónics de la ciudad.

—No bebo alcohol...

—Los mejores gintónics sin alcohol de la ciudad —improvisa Jon.

—No sabía que la ginebra no tuviera alcohol.

—Pues pediremos un gintónic sin ginebra. Beberemos solo tónic. 

Hazel ríe la ocurrencia de Jon, quien habla en un tono alegre y distendido, y se deja guiar por él cogida de su mano. 

El bar que propone Jon está muy cerca de allí y a los pocos minutos, ambos están sentados  a la barra, tomándose dos tónicas con hielo y limón.

—Voy a llamar a Lisa —dice Hazel—: me he ido sin decirle nada.

—La he visto dándolo  todo en la pista de baile, no creo que escuche tu llamada.

—Tienes razón. Le mandaré un mensaje —. Y mientras lo escribe, Jon le dice bromeando:

—Estaba bailando con un tipo que llevaba el pelo rojo. ¿Podemos quedarnos tranquilos?

—Oh sí, y tanto. Es Samuel, trabajaba antes en la cadena. Es un cielo.

—Estaban bailando muy pegados... ¿Crees que...?

—¡En absoluto! —lo interrumpe Hazel entendiendo la insinuación de Jon—: Él es gay y ella está saliendo con mi mejor amigo.

—¿En serio? Creía que Lisa era un espíritu libre. Tú misma me contaste que ella estaba convencida de que nunca tendría novio.

—Así es. Y así es como yo siempre la he conocido. Pero el destino tiene sus caprichos...

Directo hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora