Capítulo 15

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Después de quedarse unos minutos allí de pie, esperando a que Hazel y Tom se alejen, Jon sale del plató y se dirige a su despacho, coge unos documentos, se asegura de que ha apagado el ordenador y todavía hace algo más de tiempo antes de salir al parking. Teme encontrarse con ellos dos subiendo al mismo coche, hablando y riendo como viejos camaradas o incluso saldando viejas deudas pendientes con un beso.

Cuando llega al aparcamiento, ve que el coche de Hazel sigue aparcado en el mismo sitio, por lo que sospecha que se han ido en el vehículo de su amigo. Pero, conforme se acerca, le parece ver la silueta de alguien en su interior. Se fija con más detenimiento para comprobar que no hay nadie más en el asiento contiguo y, con cierto sigilo y prudencia, se acerca hasta la ventanilla del conductor.

Y allí está Hazel, con los brazos extendidos, sujetando el volante y la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo. Tiene los ojos cerrados y su cuerpo se mueve lentamente, al ritmo de las respiraciones profundas que está realizando.

Jon duda si tocar a la ventanilla con sus nudillos o esperar. No quiere interrumpir y teme asustarla. Ella levanta la cabeza despacio, mientras sigue controlando su respiración. Se muerde el labio inferior, abre los ojos y mantiene su mirada al frente, perdida en un mar de recuerdos y sensaciones. Ahora echa la cabeza hacia atrás para apoyarla en el reposacabezas y Jon se aparta rápidamente para intentar no ser visto. Pero ese movimiento alerta a Hazel, quien gira rápidamente la cabeza hacia su izquierda, donde la oscuridad se mezcla con las sombras que ofrece la luz de una farola. Mira por el espejo retrovisor y encuentra la figura de un hombre junto a su coche. Abre su bolso en busca de las llaves y el corazón se le acelera. Y mientras remueve en el interior, escucha unos leves golpecitos en el cristal, que le hacen dar un respingo.

Al ver el rostro de Jon al otro lado, respira tranquila.

—¿Pasa algo? —pregunta Jon desde el otro lado.

—No encuentro las llaves —grita Hazel desde el interior.

—¿Necesitas los servicios de rescate? —pregunta Jon abriendo la puerta del vehículo.

—¿Tienen la misma tarifa si el rescate es de un contenedor que de un bolso?

—No, señorita. Los bolsos están considerados como espacios peligrosos. La tarifa es el doble. Pero, por ser cliente habitual, le podemos hacer un descuento.

—Qué amable es usted, caballero —dice Hazel saliendo del coche, con el bolso en la mano.

—¿No has quedado con tu amigo? —pregunta de pronto Jon.

—No —responde Hazel, mientras vuelca el contenido del bolso sobre el capó del coche —:Yo había quedado a cenar con un compañero de trabajo. Pero parece que él tenía un plan mejor con un par de micros cachondos y me ha dejado tirada.

—Qué compañero tan grosero. Aunque, es difícil resistirse a la tentación de unos micros cachondos.

—¡Aquí están! —exclama Hazel levantando la mano con las llaves.

—De todas formas, ¿no crees que sería recomendable preguntarle a tu compañero por qué ha puesto la excusa de los micros?

—¿Es que ha sido una excusa? —pregunta Hazel con incredulidad.

—Pensé que querrías irte con tu antiguo compañero, y no quería que te sintieras incómoda por mi culpa. 

—¿Y no crees que si hubiera querido irme con mi antiguo compañero, te habría dicho que me quería ir con mi antiguo compañero?

—Sí, bueno, sería lo más...

—Sería lo que te habría dicho si se hubiera dado el caso. Pero no se ha dado el caso, porque no quería irme con mi antiguo compañero. Quería irme a cenar contigo, pero como te has ido a buscar los micros, no me has dado opción.

Directo hacia tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora