Capítulo 26

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—No sabes cuánto he echado de menos tus labios, Hazel —le dice Jon, acariciándole la mejilla con una mano. 

Hazel sonríe y apoya su cara en la mano de Jon, sintiendo el electrizante cosquilleo que recorre cada poro de su piel.

—¿Ya has decidido qué vas a hacer con el trabajo? —le pregunta Hazel.

—¿El trabajo? —pregunta Jon algo sorprendido. No era en el trabajo en lo que estaba pensando en ese momento—: ¡Ah! No... Si te digo la verdad, no sé qué hacer. Es una difícil decisión, ¿sabes? Porque, es curioso, pero lo único que me retiene y me empuja a irme, es lo mismo.

—Eso no puede ser —dice Hazel sonriendo, mientras apoya su mano encima de la de Jon, que sigue acariciándole la mejilla.

Él la mira con ternura y sonríe. El único motivo es ella. Lo que le haría quedarse sería el hecho de poder trabajar a su lado, de verla cada día, de disfrutar de su compañía, de compartir algún café y alguna cena improvisada cuando ambos salen tarde del trabajo. Pero a su vez, también es ella la que hace que se plantee el cambiar de trabajo. Si acepta la oferta laboral, dejarán de ser compañeros, lo que podría significar que Hazel eliminara esa barrera que había levantado entre ellos.

—Verás, yo...

—¡Sabía que estabais liados! —interrumpe una voz que aparece junto a ellos de repente. 

Jon y Hazel levantan la vista sobresaltados.

—¡Fany! —exclaman casi al unísono.

—¡Qué fuerte! ¡Madre mía! Yo pensaba que... ¡No me lo puedo creer! ¡Qué fuerte! ¡Estáis liados! ¡Lo sabía! —sigue hablando ante la atónita mirada de ambos—:¡Bah! ¡Que os vaya bien! 

Sin dar más opción, se da la vuelta y se marcha del local.

—¡Joder! —exclama Hazel, frotándose la cara con las manos.

—¿Qué pasa, Hazel? No pasa nada...

—¿¡Que no pasa nada!? ¡Ahora mismo se está enterando todo el mundo!

—¿Y qué hay de malo en eso? A mí no me importa que todo el mundo sepa que te...

—Pero irá a decírselo a Daniel. Es la excusa que necesitaba para despedirme. ¡Mierda!

—Escucha, Hazel. Daniel no va a despedirte por esto. Y si lo hiciera, si lo intentara  yo...

—¿Tu, qué, Jon? ¿Irías a romperle las piernas? —dice Hazel mostrando su enfado.

—Tranquilízate, ¿quieres? No dejemos que Daniel ni Fany ni nadie estropee este momento.

Hazel se pone de pie, sin escuchar las palabras de Jon, coge su bolso y le pide que la lleve a casa. 

—Pero, ¿por qué te pones así, Hazel? 

—Por favor, llévame a casa. Hoy ha sido un día horrible...

—No creo que haya sido todo tan horrible, ¿no?

Pero Hazel no responde y se dirige con paso firme hacia la puerta. Los dos siguen en silencio mientras suben a la moto, la arranca y se ponen camino a casa de Hazel. Cuando llegan allí, ella desciende, le entrega el casco a Jon y se despide hasta mañana.

—Espera, Hazel, ¿quieres que hablemos?

—No, gracias. Prefiero estar sola. Perdona...

—No tienes de qué preocuparte —insiste Jon. No quiere verla así de afectada, y tampoco quiere que la noche acabe de esa forma—: ¿Por qué no me quedo contigo un rato y te tranquilizas? Tampoco creo que sea tan grave como...

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