Capítulo 34

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Mientras piensa qué decisión tomar, sus pies lo tienen muy claro, porque se dirigen decididos hacia la terraza, donde Hazel sigue absorta en sus pensamientos, con la mirada perdida en el inmenso océano.

Cuando él se encuentra a escasos centímetros de su espalda, alguien abre la puerta de la habitación y se encuentra con esa inesperada escena en la terraza. Se queda inmóvil, consternado, sorprendido. 

La puerta hace un ruido al chocar contra la pared, lo que hace que Hazel y aquel hombre que estaba a punto de posar la mano sobre su hombro, se giren sobresaltados. Y el sobresalto de Hazel es mayor cuando, además de ver a Jon en la puerta de su habitación, también encuentra a Álvaro pegado a su espalda:

—¡Joder, qué susto! —exclama Hazel llevándose una mano al pecho.

—Perdona —dice Álvaro, apartándose rápidamente de ella.

—¿Qué hacéis aquí? —pregunta Hazel a uno y a otro, sintiendo que el corazón se le va a salir del pecho.

—Eso mismo iba a preguntarte yo —responde Álvaro.

—A mí también me gustaría saberlo —dice Jon, cerrando la puerta tras de sí y acercándose hacia la terraza —:¿Qué hacéis vosotros dos en mi habitación?

—Esta es mi habitación —apunta Hazel—: La aplicación me ha asignado esta habitación y me ha enviado a mi móvil el código para entrar.

—A mí también —dice Álvaro.

—Y a mí —añade Jon.

—Pues, debe tratarse de un error, obviamente. Pero esta seguro que es mi habitación, porque aquí está mi maleta.

—Y la mía también —apunta Jon, señalando la bolsa de viaje que hay junto a la mesa. De la que no parece haber rastro es de la de Álvaro, después de que los tres se pongan a buscarla por toda la habitación.

—Voy a bajar a recepción para que me aclaren todo esto. No pueden habernos asignado a los tres la misma habitación.

Cuando Álvaro se marcha, Jon se queda mirando a Hazel con gesto interrogante y una sonrisa pícara.

—¿Por qué me miras así? —le pregunta ella.

—¿He interrumpido algo? —pregunta Jon en tono sugerente.

—¿Qué dices? No seas tonto, anda. Si yo ni siquiera me había dado cuenta de que Álvaro estaba aquí.

—Pues, por lo poco que he visto, yo diría que tenía intención de que te dieras buena cuenta de su presencia... Creo que, si no llego a interrumpir, te habría mordido el cuello.

—No digas tonterías, ¿quieres? —dice Hazel poniéndose algo nerviosa.

—¿Qué pasa, amiga? ¿Es que hay algo entre el jefe y tú? 

—¡Pues claro que no! —protesta Hazel.

—¿Y por qué te pones tan nerviosa? 

—Hombre, pues porque me he pegado un susto de muerte. Y como comprenderás, no me hace ninguna gracia descubrir que tenía alguien a mi espalda y no haberme enterado. ¿Y si en vez de Álvaro hubiera sido un psicópata asesino? 

—Tranquila, no te habría matado. Al menos, no sin antes haberte besado.

—Ah, bueno, eso me deja mucho más tranquila, claro... 

—Estás preciosa. La brisa marina te sienta muy bien.

—De todas formas, habrías llegado a tiempo para impedir que el psicópata me matara, o me besara —dice Hazel, obviando el comentario de Jon.

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