Hazel está furiosa, muy furiosa. Entra en la oficina de redacción y se pone a andar de un lado para otro. Se sienta en su silla y abre su correo, buscando los mensajes que ha compartido con su anónimo, volviendo a leerlos todos, analizando cada palabra, sintiéndose estúpida por haberlos contestado y por saber que Daniel era testigo de su intimidad. Y también está furiosa por todo lo sucedido con Jon, por la actitud indiferente y distante que mostraba ante ella. Pero lo que más le cabrea es sentirse vulnerable, que ha perdido el control, por haber bajado la guardia.
No podía negar que todas esas sensaciones que estaba descubriendo con Jon habían despertado su alma dormida, pero también le habían hecho experimentar lo que durante tanto tiempo se había propuesto evitar; sufrir. Le iba muy bien viviendo la vida cómo se la había planteado; sin compromisos, sin ataduras, alejada del amor. Se había amoldado a esa forma de ser feliz. Y ahora no encontraba esa felicidad por ninguna parte, pues la indignación se había apoderado de su ánimo.
Apoya los codos sobre la mesa y descansa la cabeza entre sus manos, mientras respira profundamente para intentar relajarse. Quizás pueda fingir que se encuentra mal, pedir el día libre y aprovecharlo para hacer meditación profunda y poner en orden todo lo que ahora mismo parecía desmoronarse.
—Hazel, ¿estás preparada? —le pregunta Mario, un operador de cámara.
—¿Preparada? ¿Para qué? —responde ella sorprendida.
—Ya tenemos la furgoneta cargada, salimos hacia el monte en cinco minutos. Vamos a grabar el piloto de Eranko, tú vienes, ¿no?
—¿Hoy? ¿Ahora? —pregunta Hazel atónita.
—Sí, te estamos esperando, ¿vienes?
Hazel resopla con fuerza, cierra el correo, agarra su móvil y sale tras Mario. Cuando llega al aparcamiento, están Jon, Daniel y el técnico de sonido. Daniel abre la puerta del conductor y, al otro lado, Jon abre la puerta trasera con la intención de sentarse detrás y dejar a Hazel el asiento del copiloto, pero ella rápidamente se adelanta y ocupa el asiento junto a Mario, para cerrar la puerta de inmediato. Jon se encoge de hombros y se sienta delante.
Al cabo de unos minutos, la furgoneta se dirige hacia el monte, con un silencio entre los cinco pasajeros, disimulado por la música que suena de fondo.
Hazel se pone sus gafas de sol y apoya la cabeza en la ventanilla. Desde esa posición, puede ver el rostro de Jon reflejado en el espejo retrovisor. Él también se ha puesto las gafas de sol y también está pendiente del reflejo de Hazel en el espejo. Ninguno de los dos sabe que está siendo observado por el otro, ni tampoco que sus pensamientos están centrados en todo lo ocurrido la noche del sábado.
En cuanto llegan a la cabaña de Eranko, empiezan a sacar todo el material de la furgoneta. El hombre les está esperando, pero no quiere empezar a trabajar sin ofrecerles algo de comer.
—Ha salido un día fabuloso —dice Eranko tras dar un trago a su cerveza—: ¿Os acordáis de la potrilla que ayudé a nacer el otro día? Está en mi establo. Podemos empezar grabando ahí. Hubo complicaciones en el parto y estamos trabajando con ella la motricidad. Parece que nació con un nervio pinzado que le impide mantenerse en pie. Queremos evitar la cirugía con algo de rehabilitación. ¿Vamos?
El día intenso de rodaje hace que la jornada pase rápida y sin contratiempos. Todas las conversaciones que cruzan Hazel, Jon y Daniel están relacionadas con la grabación, planos, luces, sonido...
Pero, cuando llega la hora de marcharse, un poco antes de que anochezca, y mientras los técnicos están guardando todo el material en la furgoneta, Hazel entra en la cabaña en busca de Eranko para despedirse de él.
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Directo hacia ti
RomanceHazel celebra su ascenso con asombro y alegría. Es la primera mujer que ostenta un cargo directivo en la cadena de televisión local donde lleva trabajando casi siete años, propiedad de un multimillonario misógino, inculto y con escasos conocimientos...