Capítulo 33

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Los días pasaron dentro de aquella enorme mansión, la cual ahora se sentía un lugar completamente inseguro, y frío. Era incómodo pasar el día dormida entre esas paredes, pero era aún más aterrador dormir ahí.

Terminamos pasando una semana completa dentro de aquel lugar, por increíble que esto fuera.

El insomnio y la ansiedad se hacían presentes en la estabilidad mental y emocional de Ross, jugándole malos momentos y haciéndole pasar un infierno en su cabeza. En ocasiones lo veía fumar un par de cigarrillos al día mientras se paseaba de un lado a otro por toda la casa.

Esto probablemente para evitar el salir corriendo, y calmarse un poco a sí mismo.

Iba al sótano y se quedaba ahí abajo un par de horas; incluso en ocasiones podía escuchar como golpeaba las paredes de aquel oscuro y reducido lugar, con coraje y frustración, y más tarde, podía observar sus nudillos completamente enrojecidos y destrozados, repletos de sangre.

Era un daño que él mismo provocaba, probablemente porque era la única forma de que pudiera olvidarse de su culpabilidad, y del dolor que sentía al recordar lo que había hecho, y al darse cuenta que las cosas entre nosotros dos, estaban muy jodidas.

Yo había querido salir corriendo de aquella casa internada en el bosque, en varias ocasiones seguidas. No fui interrumpida o amenazada por Ross, como lo imaginé en un principio. 

Sin embargo, no podía moverme, no podía hacer nada. Mi capacidad para tomar decisiones, mi seguridad en mí misma y la cordura se habían ido por el desagüe, y probablemente no iban a volver en un buen rato.

Las cosas entre Ross y yo eran en su mayoría frías, y aunque podía notar que él intentaba acercarse a mí y arreglar un poco lo que no se podía arreglar, esta vez era yo la que retrocedía siempre. Lo odiaba, pero también lo amaba.

Y eso era aún más doloroso.

En ocasiones salía de la casa por ratos, iba a comprar algunas cosas o simplemente daba la vuelta en el automóvil, probablemente pensando en un nuevo discurso diario para intentar solucionar las cosas conmigo, y que yo terminara accediendo a fingir que nada había ocurrido.

Lo cual era imposible.

Había vuelto con un par de ramos de flores y algunas joyas para mí, en un par de ocasiones. Sin embargo, aún me rehusaba a aceptar las "disculpas" que trataba de darme.

Los detalles habían aumentado en los últimos tres días, lo que me hacía pensar que Ross Lynch en realidad moría de ganas porque estuviéramos bien nuevamente, pero seguía pareciendo imposible.

Aún me parecía irreal todo lo que sucedía, y me daba de topes en la cabeza cada vez que recordaba que había preferido callar ya por una semana todo lo que sabía y permanecer en esa casa, a su lado, que hablar y hacerlo por la memoria de Emma.

En el corazón no se manda, y en ocasiones, el amor te lleva a tomar terribles decisiones. Tal como las mías.

Me eché la suave y caliente cobija encima, tapando un poco más la parte superior de mi tronco debido al frío que se sentía en aquella preciosa sala con vista hacia el bosque, y la lejana ciudad.  Suspiré, pensando porque no me largaba de ahí de una vez por todas.

Ross entró a la habitación de repente, sacándome de mis pensamientos, haciéndome temblar a la vez y dudar de su actitud un poco.

Apretó los labios, y más tarde tomó asiento junto a mí.

—Pensé que cuando volviera te habrías ido —comentó.

Lo miré de reojo, notando que ambos mirábamos hacia el mismo lugar. Los últimos rayos del sol entraban por la enorme ventana que la sala tenía, reflejando el anaranjado tono del cielo en los muebles y paredes del lugar, así como en nuestros rostros.

AFTERGLOW // Ross LynchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora