EPÍLOGO

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El viento se impregnaba con el delicioso aroma del césped húmedo. Era un día algo lluvioso, pero a pesar de ello, un par de rayos de luz loograban filtrarse entre las nubes, iluminando la ciudad y creando un escenario bastante bonito.

Me agaché al nivel del suelo, dejando un ramo de peonias de tono rosado sobre la tumba de Emma, justo junto a la lápida donde yacía su nombre. Sonreí un poco y lancé un suspiro, recordando todos esos momentos juntos.

El resto de los meses faltantes para cumplirse el año de su muerte, finalmente habían pasado. Y ahora me encontraba aquí, nuevamente frente a la tumba donde descansaba, dispuesta a compartir un par de palabras con ella, a pesar de que mis palabras parecieran que fueran con el viento.

—Te extrañamos como no te imaginas —solté, de repente. Sintiendo mi voz pendiendo de un hilo.

Mis ojos se llenaron poco a poco de lágrimas y por fin dejé escapar una pequeña lágrima. La limpié con mis manos y toqué el césped mojado, llenándome un poco la punta de los dedos con algo de tierra.

—Perdóname, sentí que te traicioné por meses. Jamás pensé sentirme así con alguien, pero fue la persona equivocada —dije, recordando a Ross después de tantos meses.

De aquel castaño no tenía idea desde aquel temible momento en el estrado, frente al jurado y a la familia y conocidos de Emma. Respiré hondo, haciendo a un lado todos esos recuerdos que de repente me invadían, y que aún después de tanto tiempo, no había podido olvidar del todo.

Me encontraba tranquila, y después de mucho apoyo por parte de mis padres, Cole y Samantha, había podido retomar con éxito mi vida, y aunque los recuerdos me atormentaban en ocasiones, en especial en las noches al dormir, Cole siempre me echaba una mano con eso.

—He pensado en teñirme el cabello, de castaño, como siempre lo recomendaste. Espero que tengas razón y me vea bien, de lo contrario, cuando nos encontremos de nuevo estaré realmente enfadada contigo Emma.

Solté una risita.

—Claro que te verás bien, cualquier tono te queda.

Escuché la voz de Cole, a unos metros detrás de mí. Sonreí, volteando a verlo y pasando un mechón de mi rubio cabello por detrás de una de mis orejas.

Se acercó hasta mí y me abrazó, rodeando mi cintura con sus brazos mientras ambos observábamos la tumba de Emma.

—¿Tú crees que le hubiera gustado...esto? —dije, señalándonos con el dedo.

Cole soltó una risa y me miró con ternura.

—¿Bromeas? Emma era fiel seguidora de nuestra amistad, en repetidas ocasiones me dijo que eras la chica ideal para su mejor amigo. 

Sonreí de oreja a oreja y dejé un beso sobre su nariz.

—Me iré de vuelta a Canadá, Cole. Con mis padres. Creo que he experimentado lo suficiente aquí en Los Ángeles, y quiero reiniciar mi vida allá. Si quieres seguirme, te estaré esperando.

Le dije, mirando hacia el cielo a lo lejos, con un nudo en la garganta.

Aquel chico de cabellos rubios apretó mi mano aún más, mientras nuestros dedos seguían entrelazados. Suspiró y asintió con la cabeza.

—Supongo que me hará bien un cambio de aires, Canadá suena una excelente opción.

Lo escuché, y sonreí. 

Esperando que esta vez, no me estuviera equivocando al entregar mi corazón a tan especial persona.

[...]

Observé a Daisy mientras esta sacaba su lengua una y otra vez, sentada en el asiento del copiloto. Daisy, la perra de raza golden retriever que mis padres tenían desde hace 7 años, y con quien me había encariñado tanto desde hace dos meses.

Tan pronto dos meses desde que había llegado a Canadá.

La vida en aquel pueblo llamado Banff era preciosa, pintoresca y tranquila. Igual de calmada como necesitaba estar después de tantos acontecimientos en los últimos meses.

Diario acostumbraba a tomar un paseo en automóvil, recorriendo una pequeña parte de la autopista acompañada de Daisy, quien adoraba sentir como su pelaje se movía descontroladamente gracias al viento.

Sonreí, mirándola de reojo mientras nos aproximábamos a la pequeña ciudad, listas para volver a casa, y tal vez tener una tarde en familia contemplando el atardecer.

Después de algunos minutos más de camino, llegamos.  Daisy pegó un brinco en cuanto abrí la puerta del vehículo, y entró a nuestro hogar contoneándose de un lado a otro.

Cerré el automóvil después de bajar yo también y me acomodé un poco el cabello, notando como este se había despeinado de una increíble forma gracias al cálido viento que soplaba aquella tarde.

Caminé hacia la puerta, y justo antes de entrar, lo escuché.

—Tenía razón, te ves divina siendo castaña.

Volteé, encontrándome con Cole, quien cargaba un par de maletas y vestía algo de ropa bastante abrigadora. Reí, soltando una carcajada de nervios, y me lancé a sus brazos.

—Has venido. Después de tanto tiempo esperándote a que vinieras hasta acá, pensé que nuestras vidas se separaban por fin.

Lo miré, justo a los ojos, ahogándome en el tono entre azulado y verde que estos tenían.

—No iba a fallarte.

Lo abracé, deseando no soltarlo nunca. Y pidiendo con todas mis fuerzas que esta vez, mi vida no se sacudiera nuevamente con alguna mala noticia, o que me revelaran misteriosamente que mi ahora novio era algún delincuente.

Necesitaba paz. 

Era lo único que quería.








***

AHORA SI SE ACABO.

Nuevamente, muchísimas gracias por leer la historia. 

Continuaré actualizando mis historias actuales, si desean leerlas, podrán encontrarlas en mi perfil. Una de ellas se llama "BLANCO & NEGRO", y les prometo que les encantará, y las dejará con ganas de llorar y de leer un poco más en cada capítulo.

¡INFINITAS GRACIAS!

-FeernandaR5.

AFTERGLOW // Ross LynchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora