Epílogo

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Dos meses habían pasado fugaces, y la aldea de Konoha había crecido después de sus últimas experiencias. La gente caminaba por los calles contándose la historia de un grupo de valientes ninjas, se hablaban del amor y la amistad. Se contaban la historia de dos locos y desdichados enamorados.

Pero los aldeanos no sabían a ciencia cierta la verdad de todo lo que había ocurrido, y Kakashi no lo vio necesario, porque era su deber protegerlos a todos, incluso a las que fueron un peligro en su momento.

—Y ese es el informe de la última misión que cumplimos— Culminó Shikamaru, al lado de Kiba y Choji— Un éxito, como siempre.

Kakashi se rió— Temari te ha pegado esa fanfarronería—comentó— Eso sería todo, gracias.

El grupo se rió del comentario del Hokage y se dieron la vuelta para abandonar la habitación, y entonces, lo recordaron. — ¡Ah, Kakashi! Naruto me pidió que lo invitara a su fiesta, está emocionado por su nueva casa. Si tiene tiempo, pásese un rato para que no lo tenga quejándose después.

El peliplata sonrió y asintió.

(...)

Ino observó maravillada y melancólica la habitación que había decorado hacia ya varios meses con el amor de su vida. Ahora que tenía una cuna, una mecedora, armario y varios peluches que compró acompañada de sus amigas, podía decir que finalmente sería mamá. Aunque después de todo, la situación aún era difícil para ella.

Una lágrima se le escapó cuando observó la galaxia pintada en el techo, esa fue la última remodelación que su Sai había hecho. Y pensó en lo hermoso que sería para su bebé observar ese regalo de papá.

—¿Por qué estás llorando ahora?

La rubia volteó y observó a Sai mirándola confundido, pero con una sonrisa. La chica sintió sus ojos llenarse de lágrimas y le sonrió para rodearlo con sus brazos.

—Estoy sensible, es el bebé— susurró— Hoy caminaste de nuevo hasta aquí sin ayuda— Murmuró enterrando su rostro en su cuello. El chico rodeó su cintura con una mano y se apoyó con más fuerza con la única muleta— ¿Cómo estás hoy?

—Bastante bien, las terapias me dejaron destrozado ayer. Pero hoy me siento de maravilla, mi amor— Se separó un poco y acarició su rostro, secándole las lágrimas con la mano izquierda— ¿Cómo está nuestro milagro?

Ino soltó una risita enternecida y le dio un beso en la mejilla a su novio. Tenía una larga pero finísima cicatriz desde el mentón hacia abajo, producto de algunos injertos que le hicieron para salvar su vida. Habían reconstruido algunos huesos con los zetsus, así que asistía a terapias para recuperar por completo su movilidad. Aún le costaba caminar por mucho tiempo, pero cada vez estaba mejor— Está bien, tranquilo. Hoy no he tenido náuseas.

—Se está portando bien, entonces— Soltó Sai, acariciando el apenas crecido vientre de su novia— Preciosa, había estado pensando— El chico la miró, con esos profundos ojos negros que la habían terminado de enamorar y ella lo observó embelesada— Después de lo que hemos pasado, el proceso de esperar a nuestro milagro, y la experiencia cerca a la muerte, me hizo reconsiderar mucho. Cuando desperté de la operación y te vi ahí, con los ojos tan radiantes como el mar, cuidándome... Me di cuenta de muchas cosas.

Y era verdad. Aquel día, después de que Tsunade le diera la noticia a Ino que la operación había culminado y que solo tenía que esperar que el cuerpo de Sai aceptase esos cambios, ella corrió a buscarlo. Se mantuvo en el hospital día y noche, cuidándolo. Y cuando él despertó, lo primero que vio fue a su despampanante rubia con unas espantosas ojeras, pero su corazón latió con fuerza al recordar la noticia de que sería padre y darse cuenta de que esa mujer estaría para siempre con él. Lo cuidó durante su recuperación, estuvo cada día con él hasta que le dieron el alta y luego lo acompañó a cada terapia. Y entonces, decidió mostrarle todo el amor que él le tenía cumpliéndole un sueño más.

«Desire»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora