24 - Calor

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Lo primero que registra Elsa al cerrar la puerta de la habitación es el cuerpo de Anna al frente y la madera contra su espalda. Luego, las manos en sus mejillas y la cintura que rodean sus propios brazos de forma casi automática.

Enseguida hay labios y lenguas que se mueven lento, reconociéndose, explorándose. Y respiraciones aceleradas y calor.

Se separan apenas unos milímetros y ambas abren los ojos. Azul con turquesa se encuentran y no pueden evitar la sonrisa.

Dejan caer el morral y la mochila, se sacan los abrigos mientras se adentran en el cuarto, mientras Elsa avanza y Anna retrocede hasta dar con el borde de su escritorio, donde la rubia la acorrala y atrapa sus labios otra vez.

Hasta que escuchan un par de rugidos.

"Ese es mi estómago," ríe la pelirroja. "Tenemos que cocinar o pedir algo antes de que te devore a ti," bromea.

El tiempo es un concepto que resulta difícil de cuantificar para Elsa en este momento. Pasaron poco más que la hora de clase en Oaken's y luego volvieron caminando de la mano hasta la residencia. Y ahora puede ver por la ventana que ya es entrada la noche, porque el campus está apenas iluminado por las lámparas del parque y cubierto por una fina niebla.

¿Cuánto tiempo pasó?

"Invito la comida china si haces unos mug cakes," sugiere. Anna levanta los brazos triunfal y se escurre hacia su mesa de noche.

"Mientras pides lo de siempre yo busco una película," anuncia.

Elsa suspira casi con alivio.

Todo está bien.

Tras realizar el pedido con el móvil, se turnan el baño para cambiarse a sus respectivos pijamas. Y cuando llega la comida, media hora después, se acomodan respaldadas en la cabecera de la cama de Anna, con un acolchado de lana sobre las piernas, como hicieran tantas noches antes.

Pero esta noche es diferente.

Elsa lo sabe.

Elsa es absolutamente consciente de la cercanía al sentarse. Y también es consciente de que, cuando la comida se termina y despejan los envases, Anna se amolda a su lado con la cabeza en su hombro. Y también es increíblemente consciente de esa mano que reposa casi casualmente sobre su muslo, igual que su propia mano acaricia casi distraídamente el brazo de la pelirroja por sobre sus hombros.

Para cuando llegan los créditos, la respiración de Anna es pesada y regular. Elsa intenta moverse, pero Anna se gira y la atrapa por la cintura.

"Mmmmnno..." gruñe.

"Es hora de dormir," explica Elsa, conteniendo una risita. "Tengo que apagar la computadora e ir a mi cama. Hay clase de Ecuaciones Diferenciales a las ocho."

"Mmmmno... Quédate..."

Por un instante, Elsa se congela.

¿Dormir juntas?

"¿Estás segura?"

"Mmmmsí..." Anna se remueve un poco y Elsa se deja arrastrar por ella hasta quedar echada de espaldas, con la pelirroja pegada a su costado y aferrada a la camiseta de su pijama. "Ahora que te tengo, no te atrevas a irte de aquí," murmura, soñolienta.

Elsa no puede evitar sonreír, la sensación de sol en el pecho de nuevo en su mayor esplendor.

"Tranquila," susurra tras dejar un beso en su pelo y apretarla en su abrazo. "No voy a ningún lado."

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