25 - Paraíso

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Todo el día jueves ha sido... una experiencia.

Primero, despertar sin la alarma, rodeada por un brazo y una pierna de Anna, que dormía profundamente aferrada a ella.

Levantarse fue una tarea hercúlea, en parte porque no quería moverse de allí, en parte porque el agarre de la pelirroja era increíblemente fuerte para alguien de su tamaño.

Se preparó como de costumbre, pero le dio culpa marcharse sin despedirse de su... ¿amiga? ¿compañera? ¿interés romántico? No habían hablado de rótulos, no sabía siquiera cómo referirse a ella en su cabeza.

Tomó un papel suelto de su escritorio y una lapicera y se dispuso a escribir una nota.

¿Qué escribo?

¿Es muy pronto para "te amo"?

Se contentó con un escueto "Termino mis clases a las 16. Te espero aquí ;)"

Diez minutos pasan de las 16 y ya está sentada en su escritorio, intentando inútilmente concentrarse en ecuaciones diferenciales y campanas de Gauss.

Las clases parecen un borrón en su memoria, más ocupada pensando en pecas y ojos turquesa que en cambios de variable y pruebas Z.

Anna cruza la puerta en un torbellino, como tantas otras veces en los últimos meses, cerca de las 18. La mochila se pierde bajo su escritorio, el abrigo vuela estratégicamente hacia el perchero junto a la entrada y, sin perder un instante, se inclina tras el respaldo de la butaca para abrazar a la rubia y plantarle un beso en la mejilla.

"Te extrañé," confiesa con un suspiro.

"También yo," responde sonriendo. "Te dejé café en el microondas."

"¿Cómo puede ser que sepas tan bien lo que necesito? ¿Estás metida dentro de mi cabeza?" bromea con tono ligero mientras se apresura hacia la cocina.

"Puedo meterme también en otros lugares, si lo necesitas," responde rápidamente. Siente los colores subir a su rostro casi al instante y lo cubre con ambas manos, avergonzada.

¿De dónde salió eso?

"Lo siento, no debí-"

"Ten cuidado con lo que dices, Elsa." Anna suena un par de tonos más grave, pero divertida, por lo que la rubia la mira y la encuentra sentada en la minúscula mesada, taza en mano, con una sonrisa que raya entre juego y seducción. ¿O ambos? "Podría intentar cobrarme esas promesas." Toma un sorbo de café y la mira alzando una ceja, desafiante.

Elsa camina hacia ella y se para entre sus piernas. En esta posición, Anna está un par de centímetros más arriba, obligándola a levantar la vista para poder mirarla a los ojos. La abraza por la cintura a la vez que la pelirroja deja la taza encima del microondas para poder echarle los brazos al cuello.

El beso empieza suave, sólo los labios se reconocen. La lengua de Anna pide permiso y Elsa lo concede. El abrazo se estrecha, los cuerpos se pegan más. Los labios de Elsa se aventuran por el borde de la mandíbula hacía la oreja. Antes de llegar, descienden por el cuello.

El primer gemido de Anna en su oído amenaza con mandarla con pasaje de ida al paraíso.

Y esto recién empieza.

Una mano se enreda en su pelo, la otra baja lentamente por su espalda, y ahora es el turno de Elsa de echar la cabeza hacia atrás y gemir suave.

Las piernas de Anna rodean su cintura y Elsa la sujeta con más fuerza, separándola de la mesada y cargándola hasta sentarse ella misma en su cama, con la pelirroja a horcajadas sobre su regazo. La nueva posición genera fricción y calor. Se miran fijo, las pupilas dilatadas y las respiraciones aceleradas, antes de volver a trabar los labios y enredar las lenguas. Las manos sujetan cabezas y espaldas, y presionan. Las bocas recorren mandíbulas y cuellos con decisión. Gemidos, suspiros y el roce de la ropa que casi molesta pero sigue ahí.

Elsa acaricia la espalda en un movimiento deliberadamente descendente. Cuello, omóplatos, costillas, cintura. Cerca de la cadera duda y cambia la dirección hacia los costados, bajando hasta los muslos y luego detrás de las rodillas. Anna sonríe contra sus labios y se separa apenas para mirarla a los ojos antes de tomarla por las muñecas y colocar sus palmas abiertas sobre sus glúteos. No puede ocultar su sorpresa, y Anna parece darse cuenta, porque asiente ligeramente para confirmar que eso es lo que quiere, y ese es todo el coraje que necesita la rubia para afirmar sus manos y presionar hacia ella.

Y hay dos gemidos que se mezclan, y más roce y más calor.

Los labios vuelven a conectar. Elsa desciende lentamente hacia atrás sin mover sus manos. Anna la acompaña sin romper el beso.

Y en el momento en que su espalda toca el colchón se paraliza con pánico.

"¿Estás bien?" La voz de Anna es apenas un susurro, un tono entre preocupación y deseo. Elsa cierra los ojos avergonzada.

"No sé qué... Yo no... Yo nunca... No sé..."

Anna besa suavemente su mejilla.

"Yo tampoco," confiesa. "¿Hasta aquí se sintió bien?" consulta. Elsa asiente con la cabeza y vuelve a mirarla. "Sigamos con lo que se siente bien, entonces," propone.

Como toda respuesta, Elsa la vuelve a besar con fuerza.

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