36 - Heridas

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A medida que se va disipando la adrenalina de sus sistemas, tanto Anna como Elsa caen en la cuenta del dolor y agotamiento que sienten. Los médicos que las reciben en el Hospital General de Arendelle no dejan pasar a nadie, dándoles privacidad en ese momento tan vulnerable.

Cuando intentan llevarse a Anna a una habitación privada para revisarla acorde al protocolo, ella se abalanza sobre Elsa y se niega a separarse de ella. Negocian una habitación doble con una cortina que, ni bien se retira la médica informándoles que a la brevedad iría una enfermera a hacerles curaciones, Anna arranca de cuajo y da una risita ante la cara de Elsa.

Tendré que pagar por eso.

Elsa la observa, iluminada por el sol de media tarde. La coleta está desarmada por partes, con mechones salidos y levantados. Está muy pálida, tapada con una manta térmica, los labios todavía blancos. Se da cuenta de los restos de sangre seca que tiene en la frente y parte de la nariz, y le da un escalofrío.

A duras penas se levanta, le duele cada músculo del cuerpo. Va al baño de la habitación, enciende la luz y contempla su rostro en el espejo.

Ahí va mi posibilidad de ser Reina del Baile de Primavera.

Sus manos están sucias y manchadas de sangre, tiene las muñecas quemadas en parte y en carne viva en otras partes. La cara, completamente hinchada donde ese bastardo la golpeó. Posiblemente le aflojó alguna muela. Pero lo que más impresión le da, es lo hundido de su mirada. Es un azul opaco, casi tormentoso. Está drenada.

Abre el agua caliente, moja una toalla y la enjabona. Se acerca a Anna, que tiene los ojos cerrados pero los abre cuando la siente a su lado.

"Tienes..." Señala su nariz, luego la de Anna y luego levanta la toalla, para finalmente apoyar la tela en la frente de la pelirroja.

"Cuidado, eso duele," se queja. Elsa la mira extrañada. "Lo golpeé en la nariz. Con la cabeza. Ya sabes, para liberarme. Vi que estabas atada y no podrías hacer nada, y en ese momento él no tenía el arma, lo escuché dejarla en el estante. Y yo no estaba atada, así que aproveché el momento y lo golpeé. También le retorcí la muñeca, se la debo haber quebrado por el ruido que hizo. Tengo que agradecerle a mi madre las clases de defensa personal a las que me mandó de adolescente. Ya sabes, para que me sienta segura y-"

Elsa sonríe escuchándola mientras le termina de quitar la sangre de la cara. En ese momento entra la enfermera con un carrito, y si bien se ve enternecida ante la escena, le pide a Elsa que vuelva a su cama para poder desinfectarle y curarle las muñecas. Se las venda luego de aplicarle un ungüento y le coloca una compresa fría en la cara. Le desinfecta el labio roto por el golpe, pero no necesita puntos, afortunadamente. A Anna le coloca otra compresa en la cabeza y les da a cada una un vasito con pastillas y una botella de agua, luego de extraerles sangre.

"Tómenlas. Luego me lo agradecerán" agrega, guiñando un ojo. "Por cierto, tienen visita."

Mientras ella sale, una cabeza se asoma y Anna grita.

"¡Mamá!"

Idunna corre pasando de largo la cama de Elsa y abraza a su hija con desesperación.

"¡Anna!" Ambas lloran unos segundos en silencio, abrazadas, hasta que Idunna se separa un poco para mirarla. "Vine tan rápido como pude, me avisó el Rector que... Y cuando llegué ya..."

"Estoy bien, mamá. En realidad, Elsa sacó la peor parte."

Es entonces cuando la mujer se voltea hacia la rubia.

"¡Elsa! Lo siento, estaba tan preocupada que-"

"No hay problema, señora Sandberg. Yo también estaba preocupada por Anna," agrega, tímida.

"Eres una gran amiga, Elsa," sonríe. Anna carraspea incómoda.

"De hecho, mamá... Elsa es mi novia."

Elsa no puede evitar la sonrisa que surge tras escuchar esa palabra. Mira a Anna, que le devuelve la mirada con tanto amor que no le entra en el pecho. Y tampoco puede evitar que un par de lágrimas se deslicen por sus mejillas. Con una enorme sonrisa, Idunna le hace señas de que se acerque y la rubia vuelve a bajarse de su cama y se une a ellas en el abrazo.

"Creo que interrumpimos algo, Olaf."

La voz de Kristoff hace que las tres mujeres levanten la cabeza para ver al muchacho junto al niño en la puerta de la habitación. Idunna se levanta y se acerca a saludarlos.

"Voy a la cafetería y luego vuelvo," anuncia, antes de volverse hacia las chicas. "Las veo al rato," sonríe.

Olaf corre a abrazarlas con una sonrisa de alivio.

"¡Están bien!" exclama. "Les traje una caja de chocolates, Kristoff dice que son sus favoritos."

"Oh, gracias, Olaf," sonríe Anna.

"A decir verdad, tenemos que agradecerle a Olaf haberlas encontrado."

El niño se aleja un poco y se para al lado de Kristoff casi escondiéndose. Las chicas lo miran confundidas y esperan a que se anime a hablar.

"Pues... Estaba muy preocupado por Anna, pero también por todos ustedes. Se han metido en muchos problemas últimamente, y quería estar seguro de poder encontrarlos si necesitaban mi ayuda... Entonces aproveché algunos momentos en que ustedes no estaban mirando y les instalé Find my Friends."

"Es una aplicación para localizar por GPS los móviles de los contactos que uno programe," explica Kristoff. "Olaf configuró nuestros teléfonos para que no necesite nuestra confirmación para encontrarnos."

"¡Les juro que no lo usé nunca hasta hoy!" El niño mira el suelo, su rostro completamente colorado.

"Cuando le dije que Anna no aparecía, me contó todo esto y abrió el mapa. Perdimos la señal de Elsa cuando estuvieron en el mismo lugar, por lo que dedujimos que ahí las tenía-"

Elsa levanta una mano para indicarle que se calle y se acerca al niño. Pone una mano en su hombro y Olaf levanta la cabeza de golpe.

"Gracias. De parte de las dos, muchas gracias por preocuparte así por nosotras. Te debemos la vida, Olaf."

El niño la abraza otra vez y se hace un silencio largo entre los amigos, hasta que Kristoff decide empezar a hablar sobre temas sin importancia para intentar descontracturar el ambiente.

Casi media hora después, Elsa empieza a ver que Anna cabecea. Siente que sus músculos se aflojan y, aunque no quiere despedirse tan pronto de sus amigos, la combinación de analgésicos y el alivio de estar a salvo, la envuelven en un agradable sopor.

Kristoff y Olaf se dan cuenta, y se despiden con un abrazo a cada una, prometiendo volver a visitarlas al día siguiente. Idunna vuelve a entrar a la habitación y las arropa de forma amorosa a ambas, susurrándoles que descansen, que ella se quedaría allí a cuidarlas.

El rostro de Anna ha recuperado el color, y Elsa la ve respirar tranquila, regular, cada vez más pesado. Por primera vez en meses sabe que Anna se siente completamente segura, y eso le da tranquilidad también a ella.

LógicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora