Epílogo

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La puerta del penthouse se abre lentamente y con un chirrido. Elsa entra con la seguridad de quien conoce a la perfección su propia casa, abandona por el camino la maleta más grande y deja caer al piso el bolso de mano para acercarse a una pared y tantear a la altura de sus hombros hasta encontrar las llaves de luz.

Lo primero que se enciende es una araña moderna que cuelga en el centro de la sala principal. A su alrededor se despliega un enorme balcón con escaleras dobles y salida hacia dos pasillos aún oscuros.

Enseguida se ilumina a su derecha una gran sala de estar con varios sofás, butacones y un par de mesas ratonas. Al fondo, un ventanal que da a un balcón. Una de las paredes restantes está ocupada completamente por una biblioteca y enfrente hay un televisor gigante.

"Wow," escucha a sus espaldas. Se voltea con una enorme sonrisa para recibir a Anna, que deja la maleta junto a la suya y gira sobre sí misma observando todo. "Tu casa es enorme."

"Mi abuelo compró este penthouse cuando North Mountain entró en el Forbes 500."

"Se ve increíble... Parece sacada de una revista de decoración."

Elsa contiene la risa.

"Eso es porque literalmente la sacamos de una revista de decoración," explica. " A mi abuelo le gustaban los muebles antiguos, pero la casa parecía de principios del 1900. Así que, pasado el duelo inicial, mi padre y yo nos dimos cuenta de que necesitábamos un cambio y nos fuimos de compras. Apenas lo vimos nos enamoramos del estilo. Compartimos muchos gustos. Y eso me hizo pensar que no éramos tan diferentes," agrega con cariño.

"Vamos, subamos el equipaje y te muestro las habitaciones," propone tras una pausa. Anna amplía aún más su sonrisa y, sin descolgarse su bolso, toma las dos maletas y corre hacia las escaleras seguida de la rubia. Al llegar a lo más alto, vuelve a soltar todo, se quita el bolso y espera a Elsa apoyada en la barandilla del balcón.

"¿Hacia dónde, su Majestad?" bromea, afectando la voz. Elsa suelta una carcajada y presiona unos interruptores en la pared de enfrente.

"A la izquierda está la habitación de mi padre, su estudio, un baño de invitados y una de las habitaciones de huéspedes." La toma de la mano y la lleva para el lado contrario y empieza a señalarle puertas a medida que caminan. "A la derecha verás las otras dos habitaciones, otro baño de invitados y, aquí al fondo, mi habitación con vista a la ciudad." Abre la puerta y enciende rápidamente la luz.

La cama tamaño queen domina el espacio. Frente a ella, otro televisor gigante sobre un modular con dos consolas de videojuegos, un TiVo y un reproductor de DVDs. A la derecha, una puerta entreabierta deja ver los azulejos de un baño en suite. A la izquierda, lo que parece ser un vestidor del tamaño de la habitación de Anna en Corona.

Y efectivamente, la pared más lejana está completamente vidriada y ofrece una magnífica vista de los edificios de Nueva York.

La pelirroja camina hacia la ventana como hipnotizada y Elsa la sigue divertida. Al llegar junto a ella la abraza y suspira.

Tras los exámenes reprogramados en Junio pasaron demasiadas cosas.

En principio, ambas iniciaron terapia, en parte por consejo del abogado familiar de los Westergard pero también por convicción propia de que necesitarían ese espacio para poder, eventualmente, superar los posibles traumas tras el secuestro.

Y como prometiera, Agnarr se tomó sus merecidas vacaciones para pasarlas con Elsa en Corona, en el hotel a metros de la casa de Anna e Idunna.

Bueno, no exactamente en el hotel. Lo cierto es que el único que pasó noches allí fue el empresario, porque Elsa durmió todo el mes en la habitación de Anna.

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