34 - Estupidez

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Hans la conduce a punta de pistola hacia la cocina y depósito del restaurante. Y Elsa no ve a Anna por ningún lado.

La obliga a sentarse en una silla de oficina con ruedas cerca de la cámara frigorífica, donde ata sus muñecas a los apoyabrazos. Y una vez que está inmovilizada, tantea en su pantalón y le quita el celular.

"No creo que vayas a necesitar esto otra vez," comenta, sujetándolo con el índice y el pulgar. Lo balancea unos segundos frente a ella antes de arrojarlo con fuerza contra el piso. Elsa ve en cámara lenta cómo la pantalla brilla por un instante al recibir un mensaje antes de estallar en pedazos.

"Pensé que querías negociar." Elsa intenta que su voz suene firme, pero sabe que ha salido un par de tonos más aguda de lo habitual.

"¿Negociar?" ríe Hans. "¿Y qué puedes tener tú que a mí me interese? ¿Dinero?" Deja escapar una carcajada y se agacha frente a la rubia para mirarla a los ojos. "Tengo dinero, tengo propiedades, tengo el futuro asegurado."

"¿Y entonces qué es lo que quieres? ¿Para qué querías que venga?"

Hans sonríe de lado mientras se pone de pie y mete la mano izquierda en el bolsillo del jean. La mano derecha se cierra sobre la culata de la pistola y la mira con un suspiro.

"Anna se resiste, pero hoy voy a tomar lo que me pertenece." Vuelve la vista hacia ella. "Y tú... Quiero que veas... Que veas lo que nunca vas a tener."

Las palabras de Hans caen sobre Elsa con un peso aplastante. Pero hace un esfuerzo, tiene que hacerlo por Anna. Intenta mantenerse firme, mantenerlo hablando, porque sabe que mientras siga hablando, Anna no sufrirá más daño. Tal vez haciendo tiempo pueda pensar un plan, ahora que se da cuenta de lo estúpido que fue no contarle a Kristoff, no avisar a la policía, no decirle a nadie.

"No te atrevas a tocar-"

"¿Que no me atreva? Oh, Westergard... Creo que no estás en posición de amenazarme, ¿no crees?" se burla, rodeando la silla. Elsa está a punto de girarse para no perderlo de vista, pero el muchacho empieza a empujarla hacia la cámara frigorífica.

"Llevo meses planeando esto, desde que tú y el estúpido de Bjorgman hicieron que me expulsen de la Universidad," explica con rabia contenida. "Y si no me hubiesen denunciado a la policía, tal vez hubiese considerado dejarlas en paz... Afortunadamente, Weselton sabe que los que venimos de familias de bien siempre nos portamos bien, ¿verdad?" En su cara aparece una sonrisa angelical que a Elsa le revuelve el estómago. "Así que no ha controlado realmente mi tobillera."

"¿Pero cómo supiste dónde estaría Anna?"

"Anastasia me dijo que saldría a comprar el desayuno, sólo tenía que esperarla. Su hermana, Drizella, ya me había ayudado a drogarla en la fiesta de TTF. Las dos son muy manipulables, ¿sabes? Buscan dinero... Preferentemente de la mano de un novio. Así que le prometí a Anastasia que la contactaría con uno de mis primos, y a Drizella le juré que si me ayudaba a sacar del medio a Anna sería todo suyo..."

"Eres despreciable..."

"Soy codiciable, Westergard. Y todos lo saben," responde, su pecho inflado de orgullo.

En un rápido movimiento, abre la puerta de la cámara y empuja la silla adentro. Manotea contra la pared y se enciende una luz.

En el fondo de la habitación, sobre unos pallets de madera, está la figura inerte de Anna.

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