37 - Lógica

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El sonido de unas voces muy suaves se cuela en los oídos de Elsa y la despierta. Cree reconocerlas, y está a punto de abrir los ojos cuando las escucha con más claridad.

"Son las nueve de la noche y no han comido en casi todo el día. ¿Deberíamos despertarlas?"

"Déjalas dormir. Si se despiertan con hambre puedo salir a comprarles algo donde sea."

La primera voz es de Idunna. Y la segunda es de su padre.

¡Papá vino a verme!

"¿Estás al tanto sobre las chicas?"

"Mucho menos de lo que quisiera. Elsa me pidió permiso para compartir habitación con tu hija hace algunos meses, pero siempre que le pregunto por su amiga cambia el tema de conversación," ríe. Elsa lo escucha sorber, seguramente tiene una taza de café demasiado caliente y está a punto de quemarse. "Uh, esto está caliente."

"Bueno, mi hija es novia de tu hija, Agnarr," comenta Idunna, una sonrisa evidente en su voz.

"Me lo sospechaba," sonríe también el hombre. "Tu hija ha sacado a la mía de la burbuja asocial en que la metió mi padre, Idunna."

"Brindo por eso," bromea la mujer. Pasan unos segundos en silencio y se los escucha suspirar a los dos. "Todavía estoy temblando. Espero que ese bastardo pague lo que hizo."

"Oh, puedes estar segura de que me encargaré de ello," promete. "Duke Weselton es un inepto, era cuestión de tiempo para que cometiera un error así. Su cabeza pende de un hilo. Y el muchacho Kolbek... tiene todo en contra. Su padre ya ha dicho que lo deshereda y no pagará un solo abogado o fianza. No tiene forma de evitar la condena."

Las palabras de su padre le dan tranquilidad a la rubia. Se hará justicia por Anna.

"¿Qué haremos con estas dos en el verano, Agnarr?"

"¿A qué te refieres?"

"Sabiendo lo que pasó hoy, no creo tener el corazón para pedirles que vuelvan cada una a su casa..."

Otro silencio, esta vez incómodo.

"Puedo tomarme unas vacaciones. A decir verdad, no me he tomado un solo día libre desde la muerte de mi padre," comenta. "Y supongo que Corona aún debe ser bonito. Hace más de veinte años que no frecuento esta zona. Tal vez podamos cenar juntos, si al señor Sandberg no le molesta..."

"Oh, no, no hay un señor Sandberg. Nunca lo hubo... Nuestra casa es muy pequeña, pero tenemos un hotel tres estrellas en la misma calle, todo un lujo," bromea.

"Lamentablemente, tendría que volver a Nueva York para fines de Julio, y todavía les quedaría un mes de vacaciones..."

"Sería una lástima si yo no hubiera reservado mis propias vacaciones de la pastelería para Agosto. Y creo que me debo una buena visita a Broadway."

¿Están coqueteando?

"¡Qué coincidencia! Mi penthouse con tres habitaciones de huéspedes se encuentra en pleno Times Square."

"Deberías dejarme tu número, así reservo una habitación o dos."

"Mi gente se comunicará con tu gente."

Están coqueteando.

Decidida a no permitir que su padre cometa alguna estupidez, Elsa se remueve un poco en la cama y abre lentamente los ojos.

"Elsa..." murmura el hombre, acercándose. "Soy papá, estoy aquí." Acaricia suavemente su mejilla. "¿Tienes hambre?" La rubia asiente con la cabeza. "Voy a conseguirte algo que te guste. Y también algo para Anna." Le deja un beso entre el pelo y sale, casi corriendo.

La pelirroja no tarda mucho en despertarse. Y Agnarr llega con sándwiches para los cuatro y los ojos de Anna se iluminan.

Cenan juntos, riendo mientras Idunna cuenta anécdotas de cuando Anna era pequeña, emocionados con historias sobre la mamá de Elsa y los recuerdos que tiene Agnarr de la niñez de su hija, y entusiasmados con la planificación de las vacaciones...

¿...en familia?

Está tan relajada, feliz de tener a Anna con ella y bien, de que sus padres estén allí con ellas y de que la pesadilla finalmente haya pasado, que una vez que toma las pastillas que les trae la enfermera en una de las rondas no tarda en quedarse dormida profundamente.

"¿Elsa?"

La rubia se despierta de golpe al escuchar su nombre y ve a Anna parada junto a su cama con el dedo índice sobre sus labios y una sonrisa cómplice. Señala a la otra punta de la habitación y Elsa se toma un segundo para enfocar la vista en la semipenumbra.

En el sillón de visitas, Agnarr e Idunna están sentados muy juntos, profundamente dormidos. Un brazo del empresario rodea los hombros de la pastelera.

Elsa sonríe con ternura al verlos, recordando la conversación de antes.

"¿Elsa?" la vuelve a llamar Anna. "¿Puedo acostarme contigo?"

Sin dudarlo un instante, Elsa se aparta un poco para dejarle lugar a su novia.

Mi novia.

Anna se sube con cuidado y le da la espalda a Elsa, que la abraza con fuerza y respira profundamente.

Es tan fácil, tan natural cruzar sus pies con los de ella para darle calor, enredar sus piernas, rodear sus brazos, amoldarse a la curva de su espalda. Es tan fácil acariciar con su nariz el cuello lleno de pecas. Es tan fácil dejar besos entre la melena rojiza.

Como si estar juntas fuera su destino desde siempre.

Como si estar juntas fuera la única respuesta lógica a cualquier pregunta.

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