• Capítulo 5 •

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—¡Todoroki-kun! —lo llamó un pecoso a lo lejos mientras caminaba hacia él

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¡Todoroki-kun! —lo llamó un pecoso a lo lejos mientras caminaba hacia él.

¿Qué sucede, Midoriya? —respondió sin levantar la mirada de su libreta, ya estaba acostumbrado a que ese peliverde se le acercara cada vez que podía.

¿Estás ocupado saliendo del club? —preguntó ya estando un poco más cerca del manager—. Tōgata-senpai propuso que todos vayamos al karaoke.

¿Después del club?... —se quedó pensativo, no es que vaya a hacer mucho en el karaoke, pero saltarse esas pequeñas actividades del club seguro que lo harían ver como un aguafiestas, aunque de por sí ya lo era— Si solo es un rato está bien —aceptó soltando un silencioso suspiro.

¡Genial! —dijo con una extensa sonrisa.

¡Midoriya, no te distraigas! —gritó el entrenador.

¡Ah! ¡Sí, Aizawa-sensei! —un poco asustado corre de vuelta al aparato en el que se especializaba, el caballo con arcos.

     Eso le hizo pensar en qué tan bueno era "Takumi" en todos los aparatos y en cual se especializaba, tenía ganas de saber más sobre ese gimnasta, pero tampoco lo quería hostigar con sus preguntas.

Todoroki-kun —escucha una voz a sus espaldas cosa que lo hace girar para ver de quien se trataba.

     Era Mirio, el sonriente capitán del club. Al bicolor le pareció raro que se le acercara mientras estaban entrenando, casi nunca tomaba descansos, lo observó con curiosidad y luego cierra la libreta, tal vez era algo importante.

—¿Sucede algo?

¿De casualidad sabes si alguien se queda a ensayar hasta más tarde? —su pregunta lo sorprende un poco, pero se mantiene sereno.

—Mm... ¿Del club? —cuestiona para intentar desviar un poco la duda del rubio—, como sabes ayer fui el último en irse así que no hay manera de que alguien se quedara a ensayar más tiempo.

—¿De verdad?

—Mm... Sí, ¿Por qué lo dices? —se atrevió a preguntar.

Encontré esto al lado de la barra fija y todos dicen que no les pertenece —al abrir su puño le muestra una muñequera eso que usan los gimnastas en las muñecas para brindarles más seguridad.

     Con sólo ver eso pudo confirmar que el dueño era el gimnasta anónimo, lo supo por los colores negro y naranja, probablemente se le había caído ayer al momento que se retiraron, tenía que admitir que ambos estuvieron muy distraídos.

     No podía decirle al capitán que no sabía de quién era, pues de seguro que lo dejaría en el casillero del entrenador y nunca más lo volvería a ver.

Rozando el cielo © [Todobaku] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora