7. Brillo de diamante.

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Jungkook ya no era aquel niño maltratado que había llegado a la casa de los Jeon y yo debía dejar de sentir esas ganas de protegerlo. Nos encontrábamos en el avión rumbo a París, él sentado a un lado de mi con los auriculares puestos y dormido, su cabeza recargada en mi hombro hacía que volviera a sentirme tranquilo.

Vi mi reflejo en el vidrio de la ventanilla y acomodé mi cabello, esa tarde tendría otra sesión de fotos para una nueva campaña. Ser el rostro más hermoso del mundo era algo que me hacía sentir orgullo de mí mismo.

Saqué un libro de mi maletín tratando de no despertar a Jungkook y comencé a leerlo, rato después él se levantó y me dedicó una mirada que denotaba disculpas alegando que no había podido dormir la noche anterior, yo no le presté atención a aquello y seguí con mi libro. No pretendía crear una atmósfera incómoda entre nosotros, no después de lo que había sucedido la semana pasada donde había perdido los estribos por la entrevista de aquel chico.

Se suponía que yo estaba molesto.

Pero no era así.

No luego de que Namjoon me haya explicado que el bailarín no le hacía caso a Jungkook y caí en cuenta de mi error.

Ahora quería disculparme, pero definitivamente en el avión no podía, necesitaba estar a solas con él.

Estaba ya acostumbrado a guardar distancia en público, habíamos sido amigos con privilegios desde hacía 2 años y muy pocos, aparte de sus hermanos, sabían. Lo habíamos logrado a lo largo de mucha discreción y calladas de boca, aunque eso no nos pareciera.

Era fácil llevar lo que teníamos, solo debíamos vernos una vez por semana por lo regular.

Cerré mi libro incapaz de ponerle la debida atención notando como Jungkook estaba revisando su teléfono. Regresé mi mirada hacia la ventanilla viendo mi reflejo de nuevo, pero más que eso veía las nubes del horizonte. Me gustaba viajar o, mejor dicho, me gustaba visitar lugares nuevos.

Mi familia venía de un legado de arquitectos y estaba estrechamente ligada a los Jeon, eran amigos de toda la vida. Nuestros padres habían elegido comprar dos propiedades juntas para compartir sus gustos e intereses, de esa manera fue como mi vida terminó ligada a los 3 hermanos Jeon y Jungkook.

Cuando él llegó a nuestras vidas luego de ser adoptado a sus 7 años de edad, todos lo aceptamos y quisimos; me incluyo, y es que no era difícil y menos sabiendo su cruel historia, además era el más pequeño al igual que yo.

- ¿A qué hora tienes la sesión de fotos? – su voz me trajo de nuevo al presente.

- Me parece que a las 3 p.m. ¿Crees qué me puedas acompañar?

- La conferencia es al medio día, no me comprometo a nada, si puedo te alcanzo allá.

- No, no te apresures, ya he trabajado con ese estudio. Mejor te veo en la noche para cenar.

- No eres bueno mintiendo.

Me retorcí ante su gesto y sonreí molesto.

- Cenaré, lo prometo. – Lanzó un suspiro cansado ante mi respuesta.

- Me molesta que te prives de la comida Taehyung. Hay personas que en verdad pasan hambre porque no tienen que comer.

Ese era él, el que tenía las palabras justas dándonos un golpe de cruel realidad todo el tiempo.

- Siempre me dices lo mismo, ya lo sé.

- Deberías empezar a hacer un cambio, a tu rostro no le pasará nada.

- Eso es lo que dices - murmuré.

- ¿Qué dijiste?

Volví a hacerle una mueca.

The Black Swan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora