30. Eclipse de Luna.

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No podía pensar, solo sentir, las caricias íntimas rosaban una parte muy sensible. Tal vez era su agarre contra mi cadera o sus labios en mi nuca lo que hacían que me envolviera en una pendiente de éxtasis de la cual no podía salir, gemí alto cuando no pude más con la alzada de gozo llegando a la cúspide, temblando entre sus brazos, deteniendo mis movimientos y dejando que él se llevara todo de mi ser. Se sentía tan duro dentro de mí que nada parecía poderlo terminar.

Y francamente, no quería que terminara.

Mis manos habían estado sosteniendo el respaldo de la cama, las dejé caer y me refugié entre los almohadones sintiendo como él se acomodó sin salirse de mí, la oscuridad me impedía ver su expresión, pero era su respiración y la forma en que me había tomado la que me indicaba que estaba tan extasiado como yo.

Pasé mi mano sobre mi vientre y luego la dirigí hacia mis caderas, tocando su mano que me tenía sujeto.

- Quiero más.

Él tomó mi mano y la besó, la intensidad de su cuerpo contra el mío, laxo por el placer, lo hicieron poder resbalarse más adentro. Se recostó detrás de mí y yo alcé mi pierna para darle cabida.

Sentía sus besos en mi hombro mientras iniciaba un nuevo baile sublime hacia el placer para terminar de enloquecerme. Su mano marcaba la piel de mi pierna sujetándola con firmeza para continuar adentrándose. Y yo, yo solo me dediqué a disfrutar de aquello, a entregarle todo de mi sin poner ninguna resistencia, sin oposición alguna a que me amara, si es que alguna vez me había opuesto a que lo hiciera.

Me sujetó firmemente de la cintura para continuar con aquel delicioso movimiento el cual no se detenía y es que él sabía lo que necesitaba, jadeé fuertemente cuando en una de sus estocadas tocó aquel punto sensible que me derretía.

- Amor mío - su voz gruesa me estremeció.

Yo solo podía gemir pues ya no podía armar palabras razonables. Con los ojos cerrados acaricié su melena y llevé su mano a mi boca lamiéndola, estaba asombrado por la resistencia de mi cuerpo al placer.

- No puedo más, amor mío. - Sujetó mi cuerpo al suyo y comenzó una rápida carrera hacia la liberación mientras que yo solo gemía deteniendo mis glúteos firmes, resistiendo los embates suaves y duros dentro de mí.

Sus manos viajaban por todo mi pecho acariciándome con firmeza y suavidad, y me dejé amar, de esa manera tan nueva y brillante, tan distinta a lo que yo había imaginado, sentía que en cada beso se llevaba mi alma y su pasión incendiaba el fuego en mi corazón. Me sentí deseado y necesitado.

Un gemido hondo salió de sus labios y giré mi rostro para darle encuentro a los suyos atrapándome estos en un dulce beso el cual respondí con ansias. Su mano recorría mi vientre con suavidad deleitándose con mi estado gestacional, era demasiado para mi mente que no dudé en mandarla a volar. Deseaba ser de él para siempre, gemir para él, que mi cuerpo fuera solo suyo como lo venía siendo. Él era el primero que me había tocado y al único que le permitiría hacerlo en el futuro, pues de alguna manera había encontrado la llave que conducía a mi corazón y parecía no quererla soltar jamás.

Sonreí cuando lamió mi hombro y se puso aún más duro dentro de mí, sintiendo como su esperma inundaba todo mi interior.

Los besos cambiaron de rumbo dirigiéndose a mi nuca sin soltar su agarre.

- Eres mío.

Pegué más mi espalda a él y me estiré hacia atrás, su mano subió a mi pecho y acarició mi piel centímetro a centímetro.

- N-no ha-gas e-eso.

Murmuré, sus dedos se paseaban por mi piel apenas tocándome, la sensibilidad estaba latente.

The Black Swan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora