2. Alzando el vuelo.

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- Hijo, se me han terminado los chocolates.

Mi padre revisaba la heladera cuando me dispuse a servir un poco de leche de almendras en un plato y luego le vertía una pequeña cantidad de cereal de dieta. Mi camisa blanca y mis pantalones rojos iban a juego con la boina que escondía mi melena rubia y mis mocasines negros completaban el look clásico, adoraba combinar mi ropa. Me senté viendo como mi padre continuaba buscando algo.

- Estoy seguro que dejé unos en una caja hace un par de días.

Sonreí y comencé a comer poco a poco, casi obligándome. Últimamente esto era más común en mí, no debía engordar, aunque igual tenía que comer, por eso tuve que ingerir un gran bocado cuando mi padre me miró molesto.

- Deberías de traer más.

- Lo lamento padre pero el proveedor de chocolates ya es historia, pero conseguiré más, lo prometo.

Él pareció aligerar su expresión y se sirvió un café en un vaso hermético, se sentó frente a mi observando mi plato.

-Tu madre esta exaltada hoy especialmente.

- Es que hoy darán por fin los resultados de la audición.

- Debes saber que si no consigues el papel bien puedes ayudarme en la tienda. - El hombre de las ironías era él.

- Como si dejaras que te ayudara.

- Ya llegará el día en que necesite tu ayuda - se levantó - por el momento sigue tus sueños.

- Lo haré.

Comí todo porque estaba bajó su mirada amable, reconfortándome.

Si tan solo pudiera escapar esa mañana del viaje con mi madre, pero eso era imposible, había estado tan estresada en esos días que yo prefería ir al estudio y pasar todo el día allí, bailando y escuchando música. Y aunque estuviera solo, mi mente iba una y otra vez al tema de Kai sin poder soportar la frustración que me causaba, solo el silencio me había ayudado a no salir huyendo.

Si no obtenía el papel del cisne negro, entonces se me designaría otro de menor categoría, funcionaría bien si yo lo permitiera, pero no era así, jamás me quedaría detrás de nadie que no fuera legítimo, tal vez si hubiese un bailarín mejor que yo, lo pensaría, pero detrás de Kai jamás nadie me vería.

- Suerte hijo - mi padre y yo salimos juntos, mi madre ya estaba en el carro echándome una mirada cansina, haciendo una llamada - la vas a necesitar.

- ¡Puedes apurarte!

Me subí al carro casi respirando profundo para no perder la paciencia, justo cuando esto sucedía me daban ganas de tirar todo por la borda, esta sensación se ha vuelto cada vez más frecuente.

- ¿Por qué tardaste tanto? ¿Qué tanto comiste? ¡Debes de cuidar tu figura! - Ella estaba más exaltada ahora - te compraré ese suplemento alimenticio que es rico en proteína, evita comer demasiado por lo mientras ¿sí?

- No como demasiado - casi ni comía, a decir verdad.

Eché de reversa el carro y pronto nos encontramos fundidos en el tráfico de la ciudad. Mi madre analizaba mi rostro con desaprobación.

- ¡Mira esas ojeras tan pronunciadas! Ni siquiera el maquillaje puede ocultarlas ¡Deberías de dormir más! ¡Parece que no sabes que tienes que lucir perfecto!

Me detuve en un semáforo tomando el volante con fuerza, a veces se comportaba más como mi mánager que como mi madre.

- Estaría bien si pudieras solo recortar tu cabello en las orillas y dejar la parte de enfrente larga, creo que ese es el look que se está usando hoy en día, porque ya de por sí tu cabello es demasiado rebelde y opaco, así serviría para mejorar un poco tu aspecto - Ella por un rato desistió de criticarme y yo relajé mis hombros - si tan solo hubieses sido un poco más alto podrías haber sido modelo, por lo menos heredaste mi belleza.

The Black Swan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora