22. Dos estrellas.

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Tan solo iría para dejarle en claro que el del error no era yo si no su estúpida moral. ¿Qué demonios se creían los bailarines? ¿Por qué tenían que ser siempre los más moralistas?

Es que no quería admitir que me molestaba, pero me parecía muy desagradable de su parte que no hubiese contestado al par de llamadas que le había hecho la semana pasada. Incluso había respondido a mi mensaje con un simple "bien" cuando le pregunté por su salud y eso había sido todo.

Y ahora, encontrarme en el carro ya que el estúpido clima no hacía más que ponerme de nervios. ¡En serio odiaba la lluvia y el frío! Solo cuando esta comenzó a ceder me bajé de mi carro, el teatro estaba abarrotado, deseaba poder conseguir al menos una entrada en un lugar decente. Apenas el de la taquilla me vio, sonrió nervioso ofreciéndome un palco, los únicos disponibles.

Unos minutos más tardes me hallaba allí, a la espera de que la obra empezase. No debía importarme lo que él pensase de mí, que más daba si yo era el villano de su vida, estuve a un impulso de salir de ahí y dejarlo todo cuando las luces del escenario se encendieron y la obra comenzó.

Mis manos sudaban, y me vi anticipando su aparición.

El alma se me salió del cuerpo cuando lo vi, sonriendo y bailando ajeno a todo lo que yo sentía. Quería acercarme y que me besara. Quería que me disculpara por haberle mentido.

Su baile me hipnotizó y me perdí por completo recordando su debut y la manera en la que él me había visto, en cada momento que podía, desde el escenario, haciéndome sonreír como un tonto.

Ahora estaba demasiado alto para que me viera y lo peor era que tal vez, el no quisiera verme.

Sentía que entre más pasaba el tiempo más sentía una pesadez en mi pecho. Él me hacía sentir culpable de una manera que jamás había experimentado. Eso no era lo correcto. Yo jamás le había dado el poder a alguien de destruirme, pero él lo estaba haciendo en contra de mi voluntad.

Me levanté antes de que terminara la obra y salí de allí sintiendo impotencia. No, yo no debería estar aquí, era una equivocación. Debía dejarlo atrás como él lo había hecho conmigo.

Sentí como algunas lágrimas ya se resbalaban por mis mejillas. Y aunque sabía que irme era lo correcto, yo necesitaba hablar con él para quitarme esta frustración de solo ser echado a un lado.

El aire frío al salir pareció anestesiar mi alma pues dejé de llorar y aclaré mis pensamientos.

¿Qué le diría cuando lo viera?

Muchos diálogos probables inundaron mi mente; no obstante, nada me convencía como pretexto más que la añoranza que tenía por su cercanía. Él era tan jovial que me había sentido atraído por su frescura de carácter, sacaba lo mejor de mí de una manera natural.

La lluvia había comenzado a ser más fuerte y yo me recargué en la entrada de camerinos, molesto de nuevo por tener que hacer este tipo de cosas para poder hablar con él, cuando debía ser de manera contraria.

Me sentía como que había cometido un delito.

El viento azotó con fuerza llevando el agua a mi escondite, guardé mis manos en mi bolsillo mientras escaneaba a las personas que salían con abrigos gruesos e impermeables. Y lo vi, apenas a unos metros más atrás salió acompañado de varios más por lo que caminé hacia él.

La gente se dispersó y pude ver que justo a su lado llevaba a alguien tomado de la mano y me detuve.

El agua fría se había filtrado en mi ropa empapándola por completo, mientras era testigo de una sonrisa dedicada a alguien más. A un chico rubio que también sonreía a su lado.

The Black Swan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora