12. Bendita malteada de chocolate

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UN AMOR DISPAREJO

Capítulo 12: Bendita malteada de chocolate.

—Kiara Jacksyn—

Todavía no entiendo cómo dos personas que apenas se conocen se pueden llevar tan bien. Mamá le ha caído muy bien Nicolás, ha quedado maravillada con él y me alegra eso porque así nos evitamos muchos problemas. No sé qué pasará, ni cómo me irá en el camino, pero me voy a arriesgar a todo con Nicolás. Los dos nos gustamos y creo que él tiene razón cuando dice que somos un amor disparejo, pero que debemos estar juntos.

Ya sé que está acostumbrado a otra vida que es muy diferente a la mía, pero no creo que eso le importe. Aron nunca me llevó con sus amigos fuera de la universidad, y su familia me detesta, y todo por no tener dinero como ellos. En cambio, con Nicolás todo es diferente porque me quiere llevar adonde va. A veces no las pasamos discutiendo, pero de igual manera nos queremos.

Pasamos horas hablando, hasta que los chicos se despiden y nos dejan a solas con mamá, que nos da una mirada enseguida y sabemos que vienen los consejos por parte de ella.

—¿Entonces las dos están enamoradas de los hermanos Steel? —se cruza de brazos con una sonrisa—. Son buenos chicos, uno más chistoso que otro, pero lo son.

—Enamorada no, pero sí nos hacen sentir bien —habla mi hermana—. Los dos saben cómo tratar a las mujeres.

—Les preguntaré algo y quiero que sean sinceras, ya están grandes y sabía que tarde o temprano esta conversación llegaría. ¿Ustedes han tenido intimidad con esos chicos? —mi hermana y yo nos miramos la cara—. Son incómodas estas preguntas, pero debemos hablar de este tema.

—Puedes estar tranquila, por mi parte no he estado con Nicolás ni con nadie.

Miro a mi hermana que está roja.

—Yo sí, mamá. Oscar no ha sido el primero, pero siempre me he cuidado, bueno, casi siempre

—Pueden hacer lo que quieran, pero por favor cuídense. Tampoco quiero que piensen que soy una alcahueta porque no es así, solo que tuve su edad y también tuve chicos que fueron una debilidad en mi vida, y gracias a eso están ustedes aquí —sonríe—. Les he dado lo que he podido, y la vida no es fácil por eso quiero que ustedes sí salgan adelante para que no tengan la vida que yo tuve.

Estamos por responder cuando suena la puerta, me ofrezco a abrir y cuando lo hago siento la rabia recorrer cada parte de mi cuerpo. Estaba pequeña, pero me acuerdo muy bien de la cara del que es mi padre. No sé por qué después de casi once años aparece, ya hemos hecho una vida sin él y no es bueno que aparezca ahora.

Mamá se asoma al ver que no digo nada, y su cara se pone tan pálida como un papel. Mi hermana por supuesto lo reconoce por las fotos que le mostró mamá y que luego las quemé una a una, no quería tener un solo recuerdo de ese hombre. Todavía recuerdo como le lloré para que no se fuera, como me aferré a su pierna, pero él se fue y me dejó llorando.

Hubo días donde no teníamos qué comer, y aunque me duela decirlo mamá tuvo que prostituirse para darnos de comer. Empecé haciendo trabajos desde niña y me propuse salir adelante por mi hermana y por mi mamá porque juré que nadie nos volvería a dejar, y ahora él aparece como si nada en la vida hubiera pasado.

—Rubén —susurra mamá sin poder creerlo—. ¿Qué buscas aquí?

—Marcela —habla con seriedad—. Vine por mis hijas, ¿puedo pasar?

—Claro que no puede pasar, usted perdió la entrada a esta casa desde que decidió irse con otra familia —lo miro llena de coraje—. Puede irse por donde regresó, mi hermana y yo no pensamos irnos con usted, no después que nos dejó por muchos años.

—¿Cómo que las dejé? —dice extrañado, es tan hipócrita este hombre—. ¿Acaso no les dijiste por qué me fui, Marcela?

—¿Mamá, qué pasa? —Milagros la mira y vemos cómo bajan las lágrimas por sus mejillas—. Mamá, habla, no te quedes callada.

—Aquí la única verdad es que usted nos dejó cuando éramos unas niñas, puede irse y dejarnos la vida en paz. Hemos hecho una vida donde usted no tiene cabida.

—¿Les cuentas tú o les cuento yo? —me quita de la puerta sin lastimarme y veo la mirada suplicante de mamá, ni siquiera dice nada. Qué está pasando—. Tú misma lo has elegido. Nunca las dejé, su mamá me pidió que me fuera porque ya no sentía nada por mí, estaba enamorada de alguien más. Le pedí que no me alejara de ustedes, pero nunca me dejó verlas, me puso una orden de alejamiento diciendo que yo no era un buen ejemplo para ustedes, y no podía violarla porque podía ir preso.

—¡Eso es una mentira! —le grito con mis ojos llenos de lágrimas, eso no puede ser verdad—. Mamá, di algo, por favor…

—Hija yo… —se queda callada.

—¡Eres una mentirosa! Todo este tiempo nos hiciste creer que papá nos había dejado por otra familia con dinero —Milagros se altera—. Nuestra vida es una mentira, ¡tú eres una mentira!

—¿Por qué nos mentiste? —pregunto con voz ronca por el llanto—. Mamá, nos mentiste, tú misma me viste todas las noches llorar por no tener a papá, y nunca nos dijiste nada.

—Hija, yo dejé de querer a tu padre, ustedes eran unas niñas para entender. Me fue mal con aquel hombre y cuando quise buscar a tu padre ya no estaba, no quise lastimarlas, yo solo….

—¡Pero nos lastimaste! —le grito—. Eres un asco de persona.

Recibo una cachetada de parte de mi madre y es la primera vez que me pone una mano encima. No creí que mamá nos podría hacer esto, ella me vio llorar muchas noches por papá, por su abandono. Y gracias a que no me dijo la verdad yo he guardado tanto odio por mi padre. Es una mentirosa y yo toda la vida he querido ser una chica buena para que se sintiera orgullosa de mí, y terminó siendo una mentirosa.

—Me respetas, puedo ser lo que sea, pero sigo siendo tu madre. Me enamoré y me equivoqué, pero eso no quiere decir que tienen que hablarme mal. Rubén, quiero que te vayas y me dejes sola con mis hijas.

—Vine por ellas y no me pienso ir sin ellas —nos mira—. Nunca las abandoné y creo que es hora de pasar tiempo juntos.

—Yo sí me voy con usted, no puedo quedarme en una casa donde hay mentiras —Milagros me mira y niego con la cabeza—. ¿Te quedarás con esta señora que nos ha mentido toda la vida?

—Sigue siendo nuestra mamá, y no pienso irme con un señor que apenas apareció. Lo siento, pero no me iré con usted.

—Hija, gracias por quedarte —mamá intenta abrazarme y levanto mis manos—. Hija, por favor…

—Por favor nada, me mentiste. Pensé que eras la mejor mamá del mundo y terminaste siendo una mentira —me alejo de ella y antes de irme a mi habitación miro a mi hermana—. Eres libre de hacer lo que quieras, así que puedes irte. Yo me quedaré, aunque nada vuelva hacer igual.

Les doy una última mirada y me voy a mi habitación que hasta ahora era la que compartía con mi hermana. Estoy tan desilusionada de mamá que me duele saber que me ha mentido, siempre pensé que era sincera con nosotras y resulta que ella fue la que dejó a papá porque estaba enamorada de alguien más, que al final le terminó pagando mal. Ahora entiendo por qué cuando era más niña y preguntaba por mi papá, mi mamá me cambiaba la conversación. Mi vida ha sido una mentira y no puedo ser tan ingenua de seguir creyendo en todo lo que me dicen

Milagros entra a la habitación y sin más me abraza, las dos nos soltamos a llorar. Nos duele lo que nos está pasando y recordar cada vez que mamá llegaba golpeada por esos hombres donde ella trabajaba es una imagen muy dura para nosotras. Siempre culpé a papá de todo lo malo que nos pasaba, y mi hermana es testigo de todas las veces que hablé sobre el odio que sentía por él y ahora que sé la verdad no sé ni cómo sentirme.

—¿En serio piensas irte con ese señor? —seco sus lágrimas, no me gusta verla tan triste y a la vez tan llena de rabia.

—Ese señor como lo llamas es nuestro papá, y sí me voy con él. No puedo quedarme con alguien que me ha mentido desde que soy una niña, mamá nos engañó, Kiara.

—Pero no deja de ser nuestra mamá. Ese señor apenas apareció —tomo sus manos—. No te vayas.

—No me voy a quedar. Te voy a extrañar, hermanita —me abraza—. Nos veremos a diario en la universidad.

—Y yo a ti, Milagros. Cuídate, ¿si? Si te pasa algo me muero.

—Como digas, tú también te cuidas y lo que necesites puedes llamarme a la hora que quieras.

La vuelvo a abrazar. Me duele que se vaya, hemos estado juntas siempre y separarnos va a ser muy duro para las dos, incluso, para mamá. La veo meter sus cosas en una maleta hasta que tiene todo listo, nos despedimos entre lágrimas y sale de la habitación. Me duele que se vaya y sé que debe hacerlo, si se queda todo será un problema. Milagros es muy explosiva y puede llegar a ser muy hiriente con mamá, y no quiero más problemas.

Me asomo por la ventana y va saliendo mi hermana con sus maletas y el señor Rubén la ayuda a subir sus cosas a un lujoso auto. La voy a extrañar. No sé qué va a pasar de ahora en adelante, pero tengo claro que después de esto no volveré a ser la misma chica que se deja engañar de todos.

—Una semana después—

Miro por la ventana de mi habitación el bonito día que está haciendo, tiene ganas de llover. Recuerdo que estos días así me sentaba en la sala a tomar una taza de chocolate con mi mamá y mi hermana, pero hoy sencillamente eso no puede ser. Mamá se fue de viaje hace dos días con su jefe porque tienen un negocio. Intentó hablar conmigo y la ignoré por completo, estoy herida con todo lo que hizo, no debió mentirnos.

A mi hermana la veo todos los días en la universidad, no es lo mismo porque la extraño demasiado. No puede ser que una mentira arruinara lo que pensé que era una «familia perfecta». Mamá no ha dejado de hacerme llamadas, pero ninguna se la he respondido, quiero que sufra un poco y que sienta un poquito de lo que yo sentí al no ver a mi papá todos los días. Rubén me ha buscado todos estos días, pero no sé qué decir después que le he guardado tanto resentimiento, yo estaba segura de que se había ido sin importarle lo que pasara con nosotras, durante años lo pensé y cada día sentía que lo odiaba.

Hoy es el desfile al que debo ir por trabajar con la señora Steel, mostraremos las prendas de vestir que ha diseñado, y quién mejor que yo para ese desfile. Escucho cuando tocan la puerta y veo que es Nicolás y Melisa, salgo corriendo a recibirlos y me le tiro encima a Melisa, no la había visto estos días porque estoy de permiso del centro y no me toca ir. Y en la universidad no nos han tocado las mismas clases juntas.

Saludo a Nicolás con un beso en la mejilla y me da una mirada divertida, hasta que me da un beso en los labios.

—Bueno, dejen tanto amor para después —Melisa nos separa—. Creo que vamos a llegar tarde al lanzamiento, la señora Steel te mandó a recoger. Todos los chicos ya están en el hotel donde será el lanzamiento.

—Como Robi no está aquí por eso no dejas que uno disfrute —suelta una risita cuando le recuerdo a su novio que, por cierto, es un amor de persona—. Ya podemos irnos, tu mamá me matará si llego más tarde.

—Mi madre te adora —me abraza.

—¿Milagros está con los chicos?

—Fue la primera en llegar —su móvil comienza a sonar y se aparta de nosotros para contestar. Tarda unos minutos hablando y regresa—. Chicos, los tendré que dejar, mi mamá necesita que le haga un favor y me comprometí con ella. Prometo que llegaré al desfile.

—Cuidado no llegas —hago un puchero—. Si no llegas no salgo.

—Juro que llegaré, amiga —me da un abrazo y también a Nicolás—. Cuídala, y cuidado con algo que ya sé que la casa está sola.

Se alejan de nosotros y nos hace reír, en serio que se pasa, siempre tiene que salir con sus cosas. Nicolás me mira de pies a cabeza y una sonrisa se forma en sus labios, estoy segura de que nos vamos a demorar más de lo que debemos, pero la vida no está para ser puntual.

—Te ves diferente —dice sin quitarme la mirada, y es cierto, estoy vestida y maquillada como casi nunca ando. Tengo el cabello suelto y está totalmente lacio, un short corto de color negro que se ajusta muy bien a mi cuerpo, una blusa tipo top color roja que está con una chaqueta, botines negros y mi maquillaje bastante tentador: labios color rojo, todo tipo de maquillaje en la cara y un delineado perfecto, que hace ver mis ojos más grandes y con un brillo especial—. Mi madre te anda vistiendo muy sexy últimamente y no creo que sea buena idea. En la universidad no dejan de verte los chicos y cuando vamos en la calle tengo que aguantar que los hombres te miren.

—Pero yo solo te veo a ti —hago que retroceda hasta que queda sentado en el mueble. Me alegra que ya pueda caminar y no tenga que usar el bastón, fue dura su recuperación, pero valió la pena. Me siento en sus piernas y me encanta la sonrisa con la que me mira—. Deja de verme así que toda la valentía que en este momento tengo se puede ir al carajo.

—No me provoques, Kiara, sabes que no soporto tenerte tan cerca y no poder tocarte —pone sus manos en mis caderas y causa un movimiento en mí que me hace sentir su erección—. Tú te estás convirtiendo en una debilidad para mí, y cuando te pones tan sexy, créeme que quiero ser yo el que te haga todo lo que haces en la oscuridad de tu habitación.

—Lo hago pensando en ti —me acerco y rozo su mejilla con mi nariz, mientras voy soltando los botones de su camisa y cuando falta el último me detiene.

—No hagas eso —sonríe con malicia —. No tienes idea cómo me traes y haciendo eso solo estás logrando lo que nadie ha podido.

—Cállate y cógeme —le pongo uno de mis dedos en su boca.

—¿Qué has dicho, Kiara Jacksyn?

—Lo que escuchaste —no termino de hablar muy bien cuando Nicolás se adueña de mis labios y se levanta conmigo en sus piernas. Me sostiene con sus manos para no dejarme caer y yo me sostengo de su cuello. Ya sé que me llevará a mi habitación y sé lo que pasará, pero a pesar de eso siento un poco de nervios.

Sé que es el tiempo de dar este paso, he pasado muchas cosas con Nicolás y este es el momento de entregarme por amor. Un amor disparejo, porque él es todo lo contrario a mí, pero aun así nos queremos y sé que esto es lo correcto. La vida se trata de quemar etapas y yo quiero quemarla todas con este chico que conocí por una bendita malteada de chocolate.  

Un amor disparejo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora