18. No tengo fuerzas.

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UN AMOR DISPAREJO

Capítulo 18; No tengo fuerzas

—Kiara Jacksyn—

Miro desde mi ventana ese cielo tan azul que vemos tan cerca, pero a la vez está tan fuera de nuestro alcance, muchas veces me he imaginado volando entre las nubes mientras una suave brisa acaricia mi rostro, pero luego recuerdo que nunca podré hacerlo porque el cielo es inalcanzable para todos.

Me tocó el camino que menos esperaba y justo ahora valoro mi vida más que nunca, ya hace dos semanas me han entregado los resultados de la resonancia magnética y, efectivamente, tengo un tumor cerebral, el médico dice que pueden operarme y luego tomar las quimioterapias, pero no tuve cabeza para responder y lo único que hice fue dar media vuelta y venirme a casa a sacar el dolor que todavía siento, el miedo de perder la vida en cualquier momento me atormenta y las ganas de irme lejos me invaden cada vez más.

No sé si seguir con mi vida como si estuviera mejor que nunca o cambiar de vida y someterme a un tratamiento, las quimioterapias son una opción antes de la operación, pero tengo tanto miedo de perder mi cabello o de tener los efectos secundarios de los que me habló el doctor que en más de una persona se hacen presente.

Camino hasta el espejo y me siento frente a el, tengo los ojos hinchados de tanto llorar, mi rostro pálido y mis labios sin nada de color, es como si mi cuerpo estuviera aquí, pero mi alma estuviera tan lejos de mí así como el cielo azul al que estamos acostumbrados a ver. Miro cómo las lágrimas bajan por mis mejillas y la rabia invade mi ser, tiro todos los perfumes que están en mi mesita del espejo y me voy en llanto, me dejo caer en el piso y lloro sin consuelo alguno, no entiendo por qué tuve que ser yo la que estuviera enferma, me duele el alma y quisiera arrancármela para dejar de sufrir.

Mis papás me han apoyado, pero prefiero no mostrarme débil ante ellos, Milagros ya sabe la verdad y fue muy duro verla llorando cuando le contamos la verdad, no soporté verla así y me fui en llanto frente a ellos porque es duro todo lo que estamos pasando. Mis amigos no saben nada y prefiero que siga siendo así porque no quiero que me tengan lástima por estar enferma, Josiah sabe lo que está pasando porque el día que le contamos a mi hermana él también estaba y no evitó derramar más de una lágrima.

Nicolás no tiene la menor idea de lo que está pasando, lo he evitado de todas las maneras posibles, no quiero atarlo a estar conmigo cuando en cualquier momento puedo quebrarme y dejarlo tan devastado como a mis padres. Aron vino hace tres días a despedirse porque se va para Nueva York con sus papás, ya le hicieron traspaso de universidad y sé que le irá bien porque a pesar de que no fue la mejor persona conmigo le deseo lo mejor para su vida, fue importante en mi vida y no puedo odiarlo cuando más de una vez me llenó de felicidad y me sacó sonrisas como ninguna persona.

Escucho la puerta sonar y decido ignorar el toque, no quiero ver a nadie, siguen tocando y me levanto furiosa, pero cuando estoy por gritarle al que sea que esté ahí me encuentro con los papás de Nicolás, la señora Steel me abraza tan fuerte que me hace sentir protegida, dejo que las lágrimas salgan y no sé si ellos tienen idea de lo que está pasando, pero no me da pena que me vean llorar porque necesito sacar el dolor que me está carcomiendo, me aparto un poco y ambos me dan una sonrisa.

—No eres tan linda cuando lloras —el señor Steel bromea sacándome una sonrisa—. Así te ves más linda.

—Tus papás nos han contado lo que está pasando —intento hablar, pero ella sigue—. No te preocupes, mi hijo no sabe nada, nos dijeron que tú no querías que él supiera.

—No quiero que sufra —me hago a un lado para que pasen y dejo que se sienten en uno de los muebles y yo me siento en mi cama—. Creo que ya ha pasado por muchas cosas para hacerlo sufrir por algo más —mi voz se corta—, yo lo quiero y por eso…

—Y por eso lo has evitado todo este tiempo —me interrumpe la señora Steel—. Nicolás no se cansará de buscarte, Kiara, yo sé que no es fácil haberte enterado de que tienes un tumor cerebral, pero la vida sigue y no puedes echarte a morir, ya me han contado tus padres que llevas días aquí encerrada y te digo que esa no es la manera de enfrentar al mundo. Dime, ¿te gusta ver a tus papás y a tu hermana sufriendo por verte así de triste? —niego— ¿Entonces?

—No tengo fuerzas para seguir.

Hablo con mis mejillas mojadas de lágrimas.

—Si no las tienes, entonces búscalas —el señor Steel me mira—. Eres joven y tienes toda una vida por delante, no puedes dejar que esto que está pasando te venza, si estamos aquí es porque en poco tiempo te has vuelto importante para nosotros y para nuestros hijos también, yo he visto cómo Nicolás sonríe cuando habla de ti y eso es porque te quiere. No te des por vencida por él y por todos los que te queremos —se sienta a mi lado—. Hace años mi esposa tuvo cáncer de mama y eso no la detuvo, solo la hizo más fuerte y quiero que la veas como un ejemplo a seguir, no es perfecta, pero aprendió a vivir con un solo seno.

—¿En serio?

Pregunto sorprendida, no tenía la menor idea de lo que me acaban de decir.

—Es cierto, aquí donde me ves no tengo uno de mis senos porque me diagnosticaron cáncer de mama y tuvieron que quitármelo.

Se levanta y se baja los tirantes del vestido que trae puesto dejando ver su sostén blanco y, efectivamente, tiene un solo seno, una de las copas del sostén tiene un relleno del grande de su seno que hace ver como si tuviera los dos, nunca me imaginé que la señora Steel había pasado por este proceso tan duro, se acomoda el vestido y me mira.

—No fue fácil enterarme de que quedaría sin un seno, pero lo tuve que aceptar por mi salud y porque tenía ganas de vivir, de ver a mis hijos crecer y que fueran felices.

—No sabía de esto —susurro—. ¿Cómo hizo para salir adelante? Porque yo siento como si me estuvieran arrancando la vida.

—Él fue una de las personas que me ayudó a salir adelante —mira a su esposo—. Pero la razón más grande fueron mis hijos, tú tienes miles de razones por las que salir adelante, por ejemplo, tu hermana Milagros y tus papás, ellos te aman y verte tan mal les hace daño. Como te dije no será fácil, pero aquí estamos todos para decirte que todo va a estar bien y lo que necesites aquí estaremos.

—Muchas gracias por estar aquí —los abrazo—. Gracias por hacerme ver que la vida sigue.

—Solo sigue y si no tienes fuerzas demuéstrate que puedes con todo —dice el señor Steel—. No te dejes vencer.

—Si te caes te levantaremos —la señora Steel me abraza—. La vida es un baile y tú decides a qué son bailarla.

Nunca pasó por mi cabeza que la señora Steel hubiera sufrido tanto por perder su seno, me hizo ver que no puedo dejar que algo tan fuerte como una enfermedad me derrumbe porque yo soy más fuerte que mi propia enfermedad si me lo propongo.

Se quedan conmigo por largas horas hasta que se despiden y se van, les he pedido que no digan nada porque no quiero que nadie sepa por lo que estoy pasando, y no por el qué dirán, sino porque no quiero la lástima de nadie y menos ver sufrir a mis amigos y a Nicolás.

Me entro al baño y me doy una ducha de casi una hora y cuando salgo me pongo una pijama, he bajado de peso y eso también se debe a que mi alimentación ha cambiado, ya no como nada de frituras porque la grasa es muy mala para mi salud y lo menos que quiero es empeorar. Salgo de mi habitación y veo a mi hermana junto con mamá en la mesa, las dos al verme se les ilumina el rostro y las saludo con un beso en la mejilla, me siento en medio de ellas y me sirvo en un plato la cena, les dije que quería que me trataran igual que siempre y eso es lo que han hecho, aunque a veces quieren ayudarme y se los impido.

—Pensé que hoy tampoco bajarías a cenar. Ya sé que no debes de estar muy contenta por haberle contado a los señores Steel, pero no pude aguantarme cuando me enteré de que ella había perdido uno de sus senos y su esposo la ayudó a salir adelante, pensé que quizás ellos te podían ayudar.

—Sabes que me ayudó bastante, mamá —afirmo—. No esperaba que ellos me hicieran ver las cosas de otra manera y también he tomado la decisión de hacerme las quimioterapias.

—¿Sabes que no son del cien por ciento efectivas? —me dice Milagros—. Nos alegra que hayas cambiado de opinión, pero no queremos verte sufrir más.

—Lo sé, y me voy a someter porque quiero, si no funcionan sí me voy a someter a la cirugía —tomo sus manos—. Yo sé que ustedes están sufriendo por todo esto igual que yo, pero les pido que por favor sean fuertes porque yo lo seré por ustedes.

—Eres muy valiente, hija —mamá se levanta y nos abraza—. Las dos son todo en mi vida y me alegra verlas así de juntas en estos momentos tan difíciles que estamos pasando.

—Se llama amor de hermanas —murmura Milagros—. Kiara prometió no dejarme sola nunca y sé que lo cumplirá.

—Lo haré —le doy una sonrisa—. Creo que ya debemos de dejar el sentimentalismo y ponernos a comer.

—Pienso lo mismo —mamá suelta una risita y seca sus lágrimas—. Sacha ha preguntado por ti, llamó al teléfono de la casa porque tú no respondes sus llamadas, deberías contarle lo que está pasando.

—No es tiempo de eso, mami.

—Sabes que Sacha te adora y no dejará de insistir hasta que no le respondas las llamadas —mi hermana habla con la boca llena, es poco lo que le entiendo.

—Traga primero y luego habla —me burlo—. Marco luego.

—Chicas debo decirles algo —ambas miramos a mamá—. Como saben en estos días no he ido a trabajar por estar pendiente de Kiara, mi jefe me ha despedido porque no llevé justificación de por qué mis faltas, su padre se enteró y no sé cómo, pero me ha dado trabajo como su asistente —hace una pausa—. Me ha propuesto dejarlas vivir con él y le dije que sí, es lo mejor para Kiara por su estado, yo no puedo pagar tus quimioterapias porque son carísimas y él puede hacerlo, por eso a partir de mañana se irán a vivir con él.

—No te dejaremos sola, mamá, aquí estoy bien, y supongo que Milagros también.

—No me dejarán sola, yo me iré con ustedes.

—¿En serio? —Milagros la mira—. ¿Vendrás con nosotras?

—Sí, pero solo será por ustedes, entre su padre y yo no hay nada que no sea una buena relación por ustedes —nos sonríe—. No quiero que piensen que volveremos a ser una familia porque no será así.

—Te entendemos, mamá, y me alegra que no tengas que quedarte sola, no puedo estar sin ti —tomo una cucharada de mi sopa—. Estaremos cerca de Josiah.

—¡Sí! Me encanta estar con él, conocí la chica que le gusta, se llama Brenda y es muy tierna —comenta Milagros y me acuerdo que quedé en ayudarlo, pero no sé si pueda hacerlo—. Es tímida, pero ya sabemos que esas así son las más atrevidas.

—Milagros, por favor.

—Mamá, es la verdad, de todos modos no tienen nada porque ella dice que no siente nada por él, pero se nota que sí lo quiere.

—El amor es así —sonrío de medio lado—. Quizás lo quiere, pero el miedo que siente a ser lastimada es más fuerte que eso.

—Es cierto, por lo menos una de mis hijas sí salió inteligente, ¡gracias, Dios! —bromea haciéndonos reír.

—Te la rifaste —le digo entre risas.

—Bueno ya, cuidado una de ustedes me va a salir con algo con su hermano, no quiero problemas.

—Está muy guapo, pero no te preocupes, nos aguantamos las ganas —sonrío y me mata con la mirada—. Mamá, no somos ciegas y Josiah está como se quiere.

—Estás aprendiendo de tu hermanita —Milagros suelta una carcajada.

—Ya sabía yo que lo malo también se pega —niega con su cabeza—. Ustedes juntas son un peligro.

—Lo sabemos —respondemos al unísono.

Terminamos de comer y se siente cómo el agua empieza a golpear el techo, ha empezado a llover, mamá nos da una sonrisa y ya sabemos que preparará chocolate para ver cómo cae el agua lluvia por nuestra ventana. Escuchamos el timbre de la puerta sonar y me ofrezco a ir a ver quién es, abro la puerta y me encuentro con Nicolás, está todo mojado, tiene mechones de su cabello a los lados de su perfecto rostro haciéndolo ver bastante sexy, lo he extrañado y me alegra verlo, me da una sonrisa y yo solo me encargo de detallarlo.

—Estás todo mojado —le digo con voz suave—. Entra porque te puedes enfermar.

—Necesitaba estar contigo —habla y me doy cuenta de que tiene los labios rojos y debe ser por el frío.

Me hago a un lado para que entre y le digo a mamá que subiré a mi habitación, entramos y le paso una bata de baño para que se quite la ropa mojada, lo veo entrar al baño sin decir nada y pienso que cerrará la puerta, pero no lo hace y se quita toda la ropa frente a mi vista, me doy la vuelta porque no quiero terminar haciendo lo que mi mente me manda.

Bajo por dos tazas de chocolate para evitar malos pensamientos, lo había extrañado tanto y estoy segura de que lo quiero como no he querido a un chico, porque nunca quise ver tanto a alguien hasta el punto de sentirme vacía y sin aliento por no tocar su rostro, por no besar sus labios y por no tocar su piel tan suave y blanca como la nieve.

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