38. Día de visita.

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UN AMOR DISPAREJO

CAPÍTULO 38; Día de visita.

—Especial Milagros—

—Semanas después—

¿Qué si la vida puede cambiar? Yo sin dudarlo diría que sí, porque todo ha dado un giro inesperado desde aquel día donde me enteré de que mi hermana tenía un tumor cerebral, y hoy más que nunca ha sido un día estresante y abrumador, mi hermana salió estable de su operación, pero lo peor fue cuando nos dijeron que la tenían que dejar internada para ver cómo evolucionaba.

Me duele verla tan cansada cada vez que la visito, su sonrisa no es la que recuerdo, sonríe muy poco y me afecta tanto verla así, he tenido que ser fuerte frente a ella para que no se dé cuenta de que me estoy muriendo en vida por verla tan decaída. He llorado en silencio viendo que la vida se le va y yo no puedo hacer nada, esto es muy doloroso y el solo pensar que nos pueden llamar para decirnos que mi hermana no estará con nosotros me hace sentir tan mal, dependo de ella desde que soy una niña, hemos crecido juntas y al no tenerla a mi lado me duele porque me acostumbré a su compañía.

Han pasado días y no me ha quedado de otra que seguir yendo a la universidad, ya dentro de poco termino y si sigo adelante es porque Kiara me lo ha pedido y no puedo defraudarla. En estos días he visto sufrir a mi familia, a mis amigos y a Nicolás que lo he notado muy mal, aunque quiera ser fuerte, ese chico ama a mi hermana y ha tenido que pasar cosas muy fuertes, pero, sin embargo, él sigue allí apoyándola.

La operación fue muy complicada y a mi hermana le tuvieron que quitar parte de su cabello y gracias a eso ella prefirió raparse, me acuerdo que ese día ella lloraba diciendo que por qué le tenían que pasar esas cosas a ella y Nicolás la levantó del piso y la abrazó mientras mi hermana lloraba como toda una bebé, ese día no pude hacer nada porque me afectó verla llorando, no merece vivir lo que está pasando.

Seco mis lágrimas cuando escucho la voz de Oscar, no me avisó que venía.

—Mi amor —me da un beso y me mira a los ojos—. ¿Estabas llorando?

—Hola. Y no, no estaba llorando —trato de sonreír—. No tenía idea que venías.

—Cariño, no tienes por qué actuar como si lo que está pasando con tu hermana no te doliera —me toma del mentón—. Yo sé que la quieres y te afecta todo lo que está pasando con ella, a todos nos duele.

—Estoy cansada, cansada de que nada salga bien, que mi hermana esté pasando por todo esto cuando ella no merece nada malo. Siempre ha tratado de dar lo mejor de ella en todo y mira cómo la vida la pone a sufrir, no es justo —me voy en llanto y me abraza mientras acaricia mi cabello—. Me duele todo lo que le está pasando, mi hermana no se merece nada de esto.

—Kiara saldrá de esta, mi amor, no puedes dejar que el miedo te gane y que ella te vea tan devastada porque nos necesita más fuertes que nunca —me sonríe—. Recuerda todas las veces que ella te hizo reír, pues ahora haz lo mismo por ella.

—Tienes razón —me aparto—. No puedo estar mal, mi hermana me necesita y voy a estar para cuando ella quiera.

—Esa actitud está mejor —me abraza—. ¿Dónde están tus papás? El que me abrió la puerta fue tu hermano y ya iba saliendo con Brenda.

—Mi mamá dejó su trabajo y ahora se hace cargo de una fundación que ayuda a las personas con cáncer, seguro están allá —nos sentamos en la cama—. Me gusta que tenga en qué distraerse porque verla llorar todo el tiempo por lo que está pasando no me agrada, mi papá le puso el nombre de mi hermana a la fundación en honor a ella.

—Sí, me di cuenta, y fue un detallazo de tu padre hacer algo así por Kiara.

Nos quedamos hablando, y me hace mejor hablar con alguien que me entienda, que me haga sentir que todo esto es un sueño y al despertar todo va a estar como si nada hubiera pasado.

—¿La quieres mucho, verdad?

—¿A Kiara? Sí, desde niñas ha estado conmigo. Cuando mi mamá se iba a trabajar y no le daba tiempo de cocinar era ella la que me daba de comer y a veces la comida no me gustaba, pero le decía que estaba muy rica —sonrío recordando—. Un día me dio de comer huevos revueltos con muchas salsas, era tan feo que casi me ahogo por intentar comerme eso.

Me hace acomodar mi cabeza en su hombro. Se siente bien estar con él.

—Siento que eso fue lo que te afectó, por eso eres tan loca —se ríe y le doy un pequeño golpe—. Has creado toda una vida con tu hermana.

—Sí, y hay tantos recuerdos malos y buenos entre nosotras que se me hace un nudo en la garganta cuando pienso que la dejaré de ver. Kiara le da sentido a mi loca existencia.

—¿Harías todo por salvarla?

—Daría mi vida por ella.

—Especial Sacha—

Tomo mi bolso y salgo de prisa de mi casa, en menos de una hora debo estar en la clínica donde tienen internada a Kiara porque hoy es día de visita, el señor Rubén consiguió un permiso para que nos dejaran entrar a todos, me subo en el auto de Daniel que quedó en venir por mí y le doy un beso en los labios, quedamos de intentarlo y creo que entre los dos yo soy la más feliz de que por fin se me haya hecho con él.

—¿Kiara sabe que iremos? —Daniel tiene la vista hacia la carretera.

—Supongo que sus papás le han dicho, no hemos hablado en estos días porque le prohibieron las llamadas —me retoco el maquillaje—. Se pondrá feliz cuando nos vea llegar, Nicolás seguro ya está con ella, nunca falta los días de visita.

—Me imagino que quiere verla, está enamorado —asegura y veo que lo dice con tanta tranquilidad que me sorprende no escuchar una pizca de celos en su voz—. Kiara es una chica maravillosa y cualquiera podría enamorarse de ella.

—¿Te interesa Kiara todavía? —no me mira—. Dime, ¿la sigues queriendo?

—Sacha, tú sabes que nunca la voy a dejar de querer, Kiara hará parte de mí siempre —me da una rápida mirada—. Pero estoy contigo y te quiero, es distinto a lo que siento por Kiara, pero tengo claro que te quiero conmigo.

—Yo te entiendo, Kiara es hermosa y siempre se hace querer de todos —comento con naturalidad, no siento nada de celos, yo sabía en lo que me estaba metiendo cuando decidí andar con él.

Después de algunos minutos llegamos y el guardia de seguridad nos deja pasar no sin antes ponernos mala cara, creo que no le caemos bien, nos subimos en el ascensor hasta llegar al piso que nos toca, buscamos la habitación donde está Kiara y cuando estamos a punto de empujar la puerta se escuchan unos suaves jadeos, así que nos detenemos, sonrío sin hacer escándalo al saber que mi amiga nunca pierde el tiempo, nos separamos de la puerta y decidimos esperar a que terminen.

—¿Has escuchado? —suelto una risita—. Nicolás está logrando que se recupere más rápido.

Soltamos una risotada.

—Nosotros deberíamos hacer lo mismo—me pega contra una pared—. ¿Qué dices?

—Me parece buena idea —tiro de su labio y sin más me hace caminar hasta uno de los baños, debería darle mil puntos a Kiara por lograr que Daniel me lo quiera hacer en un baño.

—Kiara Jacksyn—

Sonrío con amplitud cuando veo entrar a Nicolás, siempre espero con ansias los días de visita para poder verlo, a mis amigos les toca turnarse porque no los dejan entrar a todos. Nicolás se acerca y une sus labios con los míos, lo amo como no pensé amar a nadie, y aunque ha sido duro todo este proceso desde mi operación, él no se ha separado de mí, quise dejarlo, pero no pude porque mi amor por él es mucho más grande que todo.

—¿Cómo estás?

Se sienta a mi lado y acaricia mi mejilla.

—Creo que bien, sabes que todas las medicinas que me ponen me hacen sentir débil, y pues estos días ya no me duele la herida de la operación —me quito la pañoleta que tengo amarrada para que me vea y me la vuelvo a poner porque no me gusta que vean que estoy rapada—. ¿Y tú, cómo estás?

—Mucho mejor ahora que te veo —vuelve a besarme—. Estás muy hermosa, mi Kiara.

—No me mientas, estoy horrible. Tengo unas ojeras terribles, ando pálida, muy delgada, y como si fuera poco estoy rapada, nadie puede ser hermosa así.

—La belleza de una persona no se ve en cómo está o en cómo piensa que se ve, sino aquí —me pone la mano en el pecho, puedo escuchar los latidos de mi corazón—. Tú eres hermosa sin importar cómo te veas, mi amor, y no quiero escucharte decir lo contrario.

—Quiero estar contigo —se queda sorprendido y sonrío—. Solo quita esa cara y hazlo. Necesito tu cuerpo, es como una necesidad.

—No puedo hacer eso —me levanto y me quito la pijama larga que llevaba puesta, su mirada se vuelve más intensa y sé que no se va a resistir—. No me hagas esto, por favor, verte así no me ayuda en nada.

—No seas bobo —me burlo al ver que se ha tapado los ojos con sus manos—. Solo hazme tuya, llevamos mucho tiempo sin hacerlo.

—Puede venir alguien —me mira mientras le pongo seguro a la puerta—. ¿Amor, es en serio?

—Si no me lo haces ahora perderás toda oportuni…

Antes de que termine me besa haciéndome retroceder hasta un enorme mueble que hay en esta habitación. Esto es lo que necesito.

[….]

—¿No que no querías hacerme tuya? —me levanto para limpiarme y luego vestirme.

—Nadie se puede resistir al verte sin nada —sonríe mientras se viste—. Kiara, te amo.

—Y yo a ti —lo abrazo—. Te amo porque tú más que nadie sabe todo de mí y, sin embargo, sigues a mi lado.

—Y no pienso apartarme —tocan la puerta y me mira—. Arréglate un poco la blusa, yo abro la puerta.

Antes de que abra la puerta me acomodo la blusa de mi pijama para que nadie se dé cuenta de nada, mis amigos aparecen en mi campo de visión y me abrazan, Milagros no tarda en hacer bromas y todos reímos, es una adoración.

—Ya me imaginaba que estabas aquí —Robi se sienta—. Te enamoraste, brother.

—Claro, donde la chica que amo, y por supuesto que estoy enamorado, no es un secreto para ustedes—Nicolás me da un rápido beso.

—¿Y ese milagro que los dejaron entrar a todos?

—Tu papá habló con uno de los doctores para que nos dejaran entrar —Sacha me da de besos en la cara—. Te extrañé.

—Y yo a ti, amiga —le sonrío—. Chicos, pueden sentarse, les quiero decir algo y, por favor, quiero que lo tomen de la mejor manera posible.

—¿Qué pasa, Kiara? —Dulce se sienta en las piernas de Aron, y es que ya no hay odio entre nosotras, bueno, de parte de ella porque yo no odio a nadie.

—Cuando era niña siempre soñé con conocer mundo arcoíris, está a unos kilómetros de aquí, quiero que todos ustedes vengan conmigo, chicos, hoy me han dicho que no me queda mucho tiempo y quiero vivir mis últimos días al máximo, no quiero pasar encerrada porque esto solo me hace sentir peor —trato a toda costa de evitar las lágrimas y aclaro mi voz—. Quiero pasar estos días fuera de este lugar que me asfixia, quiero estar con ustedes y no quiero caras tristes, solo quiero ser feliz, como si nada estuviese pasando conmigo.

—No puede ser cierto, tú me prometiste que no me dejarías —Milagros me mira con tristeza—. No puedes decirme que te faltan días para dejarnos, eso es una mentira.

—No es cosa de juego, Kiara —Diego me mira, puedo notar su sorpresa—. Ponte seria.

—No es un juego, nada más quiero tenerlos cerca por los días que esté con ustedes, por favor, chicos, vengan conmigo a mundo arcoíris.

—Kiara, conmigo no cuentes, no puedo ir a ese lugar porque me va a doler en el alma —Nicolás se levanta y seca sus lágrimas—. No quiero ser egoísta, pero no soy capaz de ir con ustedes a ese lugar, no me resigno a perderte. No quiero que parezca nuestra despedida.

—Conmigo tampoco cuentes —Sofía me mira, tiene sus ojos cristalizados—. Nos dijiste que estabas bien y ahora sales con esto, nos mentiste.

Todos se niegan a ir conmigo, les duele que les haya contado lo que ha dicho el doctor, para mí también fue muy duro, pero acepto mi realidad, tener un tumor cerebral no es sinónimo de muerte, pero no todos ganamos la batalla y quizás ese cielo azul que nos acompaña me esté esperando con cosas mejores, yo sé que mi tiempo se está acercando y justo por eso no quiero estar encerrada para deprimirme más.

Mis amigos no han dejado de llorar por lo que les dije y Milagros está sumergida en un mar de lágrimas, mis papás ya saben lo que está pasando y me apoyan con salir de la clínica. Mis amigos me dan una mirada llena de tristeza, pero decido vestirme y salir de prisa, no dejaré mis sueños porque ellos no aceptan que Dios me está llamando y que mi tiempo ya está llegando.

—Un día después—

Miro con una sonrisa el sol que resplandece mi rostro, mundo arcoíris es uno de los lugares más hermosos del mundo, el mar en vez de ser azul como estamos acostumbrados a verlo es entre colores, como el arcoíris, hay enormes casas del mismo color y un gigantesco parque, pensé que estaría sola, pero horas después llegaron mis amigos, mi familia y Nicolás, entre lágrimas me hicieron pasar uno de los mejores días, me hicieron reír, llorar de alegría y sobre todo me dijeron que siempre me apoyarían en todo.

—¿Por qué tan sola? —un susurro detrás de mí me hace sonreír, se sienta a mi lado y entrelaza nuestras manos.

«Sé cuánto te duele esto, Nicolás, pero me duele más verte cómo te haces el fuerte para no romper en llanto».

—Vine a escribir esto —le muestro la carta que está en mis piernas—. Es para ti.

Se la coloco dentro del bolsillo de su franela.

—Primera chica que me regala una carta de amor, porque no te quiero contar lo que decían las cartas que me mandaban cuando iba en la escuela —sonríe con tristeza—. ¿Puedo leerla?

—Lo harás, pero no ahora, cuando yo no esté puedes hacerlo —sus ojos me detallan por unos segundos y sin más me acerco para darle un beso—. Gracias por estar aquí, en serio pensé que no vendrías.

—Kiara, ya sé que no debo ponerme mal, pero todo esto me tiene con un nudo en la garganta, quiero llorar sin parar porque la vida es injusta contigo —su voz se vuelve casi un susurro—. Entiendo que el doctor te dijo que no te queda mucho tiempo, pero Dios es médico por excelencia y puede sacarte de esto cuando él quiera, no puedes dejarme porque no sé estar sin ti, te convertiste en mi vida, y si antes te amaba ahora te amo al triple y no es justo que nos digas que te quedan pocos días, no lo acepto.

—Entremos al mar —me levanto y le extiendo la mano—. Olvidemos todo lo que nos hace daño.

Toma mi mano y se levanta, me quito la ropa con rapidez, Nicolás hace lo mismo y los dos quedamos en ropa interior, damos unos pasos hasta el mar y cuando el agua toca mi cuerpo es una de las mejores sensaciones que se puede sentir, nos sumergimos hasta que el agua me da por los senos, me pongo en puntillas y dejo un beso en los labios de Nicolás que me mira con tristeza y sé que quiere explotar y decirme mil cosas y me hace querer demostrarle que me duele pensar que puedo dejar de verlo.

Nos sumergimos por completo y sonrío mirando su rostro en medio del agua, sin importar que me puedan arder los ojos por lo salada que es el agua sigo mirándolo y él hace lo mismo, juntamos nuestras manos y segundos después me da un casto beso que me hace sacar la cabeza del agua, me pego a su cuerpo y acaricio sus labios, levanta su mano para acariciar mi mejilla haciéndome cerrar los ojos por un momento.

—El mar es enorme, sabemos dónde comienza, pero no sabemos dónde termina —su mirada se encuentra con la mía—. Así como ese mar es mi amor por ti; infinito.

—Te llevo mucha ventaja porque mi amor por ti es del tamaño de ese cielo que nos rodea.

—¿Nicolás, sabes que dije que si un día me enamoraba de ti me lanzaría de un puente? Creo que debo tirarme, porque te amo, porque me enamoré de ti.

—En ese caso nos tocaría tirarnos a los dos —nos reímos—. Kiara, desde que te vi por primera vez sentí algo extraño, aparte de la rabia que ese día causaste en mí, me dio curiosidad saber de ti, nunca dije nada porque no aceptaba que una chica me dijera las cosas y nunca perdía porque me seguías el juego.

—Debo decir que te quería matar, eras un pesado, pero justamente por tu manera tan hostil me enamoré de ti.

Nos miramos por unos segundos, nos acercamos hasta que nuestros labios hacen contacto, sus labios están frío y supongo que los míos deben de estar igual, gruñe cuando meto mi lengua en su boca, pero de igual manera me sigue besando con tanto amor que me hace querer estar así siempre.

Quién iba a pensar que el chico tóxico se ganaría mi corazón.

Luego de haber pasado el resto del día con Nicolás nos quedamos con nuestros amigos, me están haciendo pasar un día para no olvidar y creo que los mejores recuerdos son los que se deben llevar presente, no sé qué tanto tiempo me quede, pero pienso disfrutar cada instante como si fuera el último.

—¿Sabes que a mi hermano le dolería perderte? —Oscar me toma una mano, nos llevamos tan bien que le he tomado cariño—. Cuando estaba mal por Dulce yo le dije que un día iba a encontrar a alguien que lo amara de verdad, que sin importar lo que pasara iba a quedarse a su lado —deja salir una risita llena de pesar—. Y veo que no me equivoqué, tú lo has amado y has estado ahí para todos los momentos que te ha necesitado, incluso cuando él te alejó y te hizo pensar que no te quería.

—Me encantaría quedarme en su vida, pero eso no depende de mí, yo no elegí estar enferma. Nicolás se convirtió en la persona que quiero, con la que me gustaría tener un futuro, pero tengo que aceptar que él hará su vida con alguien más cuando yo no esté.

—¿No le tienes miedo a morir?

—Le tengo miedo a que todos me olviden; ahí es cuando realmente se muere, el olvido es la clave para morir.

—Esto no debe terminar mal, no me gusta este final.

—Todos los finales no son felices.

—El tuyo tiene que serlo, Milagros no va a resistir perderte, mi hermano mucho menos. Ninguno quiere perderte, ni nuestros amigos, ni tu familia y menos yo.

—¿Me prometes que harás feliz a mi hermana cuando yo falte? Milagros merece ser feliz.

—No te lo prometo porque tú misma te darás cuenta lo feliz que será a mi lado, como lo serás tú con mi hermano.

—Mi tiempo se está acabando, Oscar.

—Tus palabras son el reflejo de tus propios miedos.


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