Lisa se ha prometido algo ese fin de año. Hará, por todos los medios que le sean posibles, que la tímida de su compañera Rosie sea amiga de Namjoon ssi, el miembro de BTS.
Sin embargo, se topará con un obstáculo muy grande e imprevisible: Jeon Jungk...
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Es mi cumpleaños número veintiocho.
Suspiro. Hace diez años me cuestionaba qué iba a estar haciendo a esta edad. Ahora me pongo a especular sobre cuál será mi destino cuando tenga treinta y ocho. Hay cientos de posibilidades al abrir la puerta. ¡Estoy viva! y sólo la muerte puede esconderme. ¿Puedo pedir algo más poderoso que eso?
Estoy yendo de regreso a Corea. En cuanto paso la revisión en el aeropuerto, mis pies queman, es como si pisar una misma tierra que Jungkook exaltara todo mi sistema nervioso.
La sensación parece menguar ligeramente cuando me reclama una estampida de cámaras mientras parto hacia el coche que me espera. Sé de los rumores que se ciernen en mí. Muchos creen que me he ido a refugiar a Tailandia después de lo ocurrido hace dos meses y, aunque, si me diesen a escoger, preferiría que la gente no pensara así, es imposible que intente desmentirlo.
Me he marchado porque necesitaba de la protección de mis padres. He corrido a ellos como una niña pequeña que está asustada y decepcionada del mundo y he encontrado su consuelo. No puedo mentir diciendo que no ha sido así, por eso es que ni siquiera me he pronunciado en redes sociales. Tras el suceso de hace dos meses que ha cambiado mi vida, me he mantenido alejada de toda interacción social.
Sé que parezco una ingrata, pero necesitaba mi espacio y asentar en calma mis problemas.
Paso de largo todos los posibles cuestionamientos que los reporteros quieran hacerme y camino con la mirada reacia a cualquiera con el sólo objetivo de salir de allí.
Consigo respirar con algo de sosiego cuando me monto por fin en el coche. Tres escoltas me acompañan, las que forman parte de mi nuevo equipo de seguridad. No hay un hermetismo como tal porque aquellos tres hombres son muy amables, pero echo de menos al señor Bae y Cho. Había creado con estos una bonita amistad. Eran las escoltas que habían persistido en la custodia de BlackPink a pesar de los años.
Veo, con el corazón oprimido, el asiento vacío que está junto a mí. De repente ese vacío se vuelve existencial. En mi pecho hay un sentimiento incontrolable de tristeza, como si el sol ya no alimentara mis flores de alegría.
Los cumpleaños siempre implican sentir nostalgia por los momentos pasados, de modo que puedo entender que esté más sensible de lo normal.
Parto del aeropuerto de Incheon siendo las seis y cuarto de la tarde, no he podido conseguir un vuelo más temprano. Todavía me resta una hora para arribar a Seúl. ¿Por qué he viajado, precisamente, a Corea en mi cumpleaños? Bien, el motivo obedece a Jungkook. No quería perderse de celebrarme ese día. La milicia no le había permitido estar conmigo en mis cumpleaños, ahora, con toda la razón, no iba a desaprovechar este año.
El plan inicial era que él fuese a Bangkok a pasarlo conmigo, pero, una vez consideré que esa acción podría alimentar el fuego, le dije que no, que yo regresaría al fin a Corea.