Lisa se ha prometido algo ese fin de año. Hará, por todos los medios que le sean posibles, que la tímida de su compañera Rosie sea amiga de Namjoon ssi, el miembro de BTS.
Sin embargo, se topará con un obstáculo muy grande e imprevisible: Jeon Jungk...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Paro en seco. Me he detenido de alejarme y el corazón empieza a batallar contra mí. Siempre estamos en duelo. ¡Que se quede quieto!, ruego en mis entrañas, aunque me vuelvo y doy de cara a ese chico que ha arrebatado mis más recientes días y noches de tranquilidad.
Jungkook se da cuenta al fin de lo que está haciendo. Termina de dar una última calada y después aplasta el cigarrillo con uno de sus zapatos. Es algo raro de ver que coja la colilla una vez apagada y se la meta en las bolsillas de su pantalón. Seguidamente se fija en mí y, adelantándose a mi posición, se queda en silencio, sin poder todavía ser dueño de sí mismo. Espero que diga algo, mas no lo hace.
—Perdóneme, de verdad —pido ante la incomodidad que empieza a formarse entre los dos—, pensé que no había nadie aquí. Normalmente está solo. Si hubiese sabido que estaba aquí, no habría...
Se ve tan interesado en mí. Hay mechones rubios que se le doran más al estar bajo el soleado cielo, y esto provoca que no quiera verlo tan fijamente. No entiendo por qué cada día parece estar más guapo. Ninguna cosa le queda mal.
—Sólo cuando necesito pensar —respondo en un susurro.
—Entonces supongo que este es su sitio especial —dice con un tono bromista, que compruebo con lo siguiente que dice—. Debería de cobrarme un arrendamiento por estar aquí.
Sus modales hacen que yo siga asombrada un poco más. Cada frase que dice aumenta más mi cohibición. Los pocos momentos en que hemos estado juntos han sido los más intranquilos de toda mi existencia.
No obstante, hay cierto acento al hablar que no lleva la calma habitual que lo caracteriza. La agitación de sus pensamientos es tanta que lo poco que ha dicho lo ha dicho con desorden y apresurado.
—¡No, claro que no! —exclamo, un tanto alterada—. Quiero decir, e-eso no es cierto. Aquí puede venir cualquiera. Este no es un lugar exclusivo de nadie.
—Pues yo no suelo venir aquí para algo tan productivo como pensar, vengo solamente cuando necesito un cigarrillo.
Ríe, y el sonido es delicioso. Reparo en que nunca lo he escuchado reír de esa manera tan tierna y apenada; en realidad, nunca lo había escuchado reír, siempre había estado tan serio.
Cambio de color y no digo nada durante un segundo, sólo hasta que puedo aparentar la calma que no tengo.
—Está bien. Yo soy adicta a las cosas dulces y muchos me riñen por ello. Todos tenemos algún vicio.
Hay alivio en su voz cuando dice que está de acuerdo.
Por fin parece que no sabemos qué más decir y yo, por lo menos no puedo soportarlo, así que tomo la palabra diciendo lo primero que me viene en mente.
—Habéis estado encantadores en los ensayos. Mis amigas y yo seguimos disfrutando vuestra canción como si fuera la primera vez que la oímos.