Capítulo 17: Espinas de ilusiones

304 25 12
                                    


Ash Morgenstern miró a su alrededor impresionado. El mundo se estaba llenando de una extraña magia de hadas, él podía sentirla, podía sentir como se pegaba a su piel y se incrustada dentro de su ser obligándolo a entrar en un mundo de fantasía que no existía.

Lo primero que se percató fue que una sensación reconfortante lo recorrió de pies a cabeza, se sentía... bien. Cómo nunca antes se había sentido excepto con alguien, con Dru. No sabía por qué, pero ella era la única persona que lo hacía sentirse cómodo, cuando lo había abrazado en el coche, su corazón se convirtió en una máquina que trabajaba a mil por hora. Pero aquello fue sólo un momento, un pequeño momento que podría hacer asegurar había sido el mejor de su vida.

Todo seguía siendo como lo había sido momentos atrás, estaba en medio del bosque puesto que salió disparado cuando el coche se estrelló. La había escuchado gritar, pero ahora no estaba seguro de si fuese real, la noche era fría antes de que la magia lo atrapará. Aquello le había ayudado a identificar este tipo de magia, estaba acostumbrado a ella desde pequeño pues varios miembros de la corte Unseelie les gustaba burlarse de él por ser hijo de quién era. Sólo era un objeto, siempre había sido un objeto para todos hasta para su propia madre. A pesar de mostrarse preocupada lo único que le importaba de él era todo su poder y que era hijo de quién era. Todo se basaba en eso, todos lo juzgaban por ser el hijo de Sebastian Morgenstern y la Reina Seelie.

Hasta los Cazadores de Sombras, lo había podido observar en la cara de Dru la primera vez que la visitó en el instituto. Aquella fantástica noche, podía jurar que era la mujer más maravillosa que nunca había conocido. Su cabello castaño le llegaba hasta más abajo de los hombros y sus ojos verde azulados le miraron profundamente. Pero dentro de ellos él pudo ver la verdad de todo, si no fuera por su hechizo ella no hubiera venido con él. Era lo único que la ataba a él y era lo único en lo que Ash podía aferrarse.

—¿Dru? — gritó una vez más con la esperanza de que ella pudiera escucharlo.

Pero nadie contestó, estaba sólo. Era lo que más temía, quedarse completamente sólo, pero no sabía por qué le temía a algo que siempre había estado allí, siempre había estado sólo. Nadie lo quería realmente.

Ash sacó de su cinturón un cuchillo, Janus lo había entrenado como un verdadero Cazador de Sombras. Él también era un Cazador de Sombras como todos los demás, pero sabía que ellos lo despreciaban.

Sentía una presencia acercándose, era de donde provenía la magia. Dru apareció frente a él con un brazo roto y una cara de consternación. Ash no bajo la guardia, sabía que era una ilusión pero aún así dolía ver aquella imagen, su mano comenzó a temblar mientras esa Dru comenzaba a acercarse.

—Ash... — comenzó mientras le miraba con sus ojos azul-verde.

—¡No te acerques a mi, Hada! — la hada se quedó quieta a medio camino. Comenzó a reír como si lo que hubiera dicho fuese un chiste.

—¿Qué estupideces dices, Ash? — ella levantó una mano —. Ven, baja el cuchillo ahora...

—¡No te acerques! — la hada no se detuvo y Ash abrió mucho los ojos. << No me esta haciendo caso, no esta siendo afectada por el hechizo. ¿Qué está pasando? >> —. ¡Revela tu verdadera forma!

La hada se río de él, no se detuvo ni cambio su forma en ningún momento. La mano de Ash temblaba demasiado, él no era un asesino curtido como Janus ni era tan bueno ocultando sus sentimientos. No podía luchar contra ella con esa forma, tendría que buscar un modo de salir de la ilusión sin lastimar a la hada.

Dio una vuelta y salió corriendo lo más rápido que pudo, escuchó una risa atrás suyo mientras se adentraba a lo profundo del bosque. Allí comenzó a sentir menos calor reconfortante y más frío, aquello era bueno, significaba que la ilusión se estaba debilitando.

—No puedes huir pequeño Morgenstern — dijo la hada. No la veía por ninguna parte pero si podía escuchar su voz en su cabeza.

El bosque se convirtió rápidamente en un gran laberinto de oscuro anaranjado y rojo sangre, los colores se veían sumamente extraños, como más intensificados por la ilusión. Ash trató de ignorar todo ello, se mordió el labio y aceleró el paso lo más rápido que pudo.

Pronto quedo atrapado en un acantilado. Se paró de repente tratando de no caer, casi perdió el equilibrio pero por suerte pudo sostenerse en su propio pie. A lo lejos se podía vislumbrar la gran masa de luces que era Nueva York, esta le pegó directamente en la cara a Ash y lo hizo cegarse por un momento.

—Te gané — dijo el hada acercándose por detrás —. Ahora vendrás conmigo.

—¿De qué hablas? ¿A dónde mi madre? — El hada sonrió, y Ash tragó saliva. La ilusión de Dru comenzó a deformarse hasta mostrar a un hombre hada de piel morena y ojos platinos. De su cuello colgaba un collar hecho del cráneo de un cuervo y llevaba puesto una capa negra hecha de mariposas negras. Ash puso los ojos en blanco —. ¿¡Adaon!?

—Así es. Tú madre quiere que regreses a la corte inmediatamente — Adaon Kingson era el amante y el consejero de su madre, durante sus cortas visitas a la corte Seelie había oído hablar de él. Antes había sido alguien amable y empático, nada comparado con sus otros hermanos exceptuando al Rey Kieran de la corte Unseelie. Pero misteriosamente de un tiempo para acá llego a convertirse en una persona totalmente distinta y a ser uno de los siervos más leales de su madre. Era ahora alguien temido, mataría a cualquiera que osara ponerle un dedo encima a su madre y haría lo que fuese por complacerla. Aún así quedaban algunos rasgos de su antigua personalidad... Ash se preguntaba que había pasado con él, que le había hecho su madre para que fuera como lo era ahora... No lo sabía.

—¿P-Por qué te vestiste como Dru? ¿Por qué toda está ilusión? — dijo él.

—Era la única forma de atraparte sin tener que lastimarte. La Reina Seelie me prohibió explícitamente que te hiriera — Ash le apuntó con el cuchillo.

—Eso no significa que no pueda luchar contra ti —

—Puedes luchar contra mi. Pero no contra ella — Adaon sonrió y volvió a cambiar de forma. Aquellos ojos verde azulado lo volvieron a mirar, Ash volvió a temblar y dio otro paso hacia atrás. Sentía el frío del acantilado en la espalda, cerró los ojos y se obligó a mantenerse firme —. Lo sabes muy bien Ash. Ahora suelta ese cuchillo y volvamos a la corte Seelie. Si no a ella le ocurrirá algo terrible.

Ash sintió como todo el color se iba de su cara. Fue tanto su impresión que dejó caer el cuchillo al suelo por accidente.

—¿Qué? ¿Dónde está Dru? —

—Ahora mismo Janus la tiene. Está apunto de llevarla a un lugar seguro dónde tú no puedas verla. Mi amada Reina Seelie dice que te está perjudicando ver a esa chica. Ella cree que esto es por tu bien, y si ella cree eso yo también — dijo Adaon.

—¡NO! — Ash se volvió desesperado sin saber que hacer. Adaon comenzó a acercarse aún más —. ¡NO! — Ash lanzó un gran grito y luego las sintió de nuevo.

Comenzaron a salir de su espalda, sentía como si lo estuvieran desgarrando por dentro, como si su corazón se estuviera saliendo desde dentro. Las sintió mientras crecían más y más, sintió su poder, su gran alcance. Aquel poder recorrió sus venas y lo hizo embriagarse de fuerza. Extendió los brazos y con ellos sus alas negras se extendieron por completo, Adaon fue empujado unos pocos metros más alla  chocando contra un árbol.

—¡No se atrevan a tocar a Dru nunca más! — Ash le miró con los ojos incrustados de rojo —¡Los mataré a todos si se atreven a hacerlo! — Ash miró al frente hacia el acantilado. << No tocaran a Dru. No lo harán. ¡No! >>. Extendió las alas y estas comenzaron a batir haciendo que él ascendiera hacia el oscuro cielo.

The Wicked Powers I ( Poderes Mayores )Where stories live. Discover now