II

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Habían pasado dos semanas y media desde el reencuentro entre Spallatti y Monzón. Este último en especial, se sentía de maravilla al haberse reencontrado con su viejo amigo de la infancia, era lo mejor que le pudo pasar.

Junto con el cambio de facultad y la mudanza, nuevas amistades era lo que necesitaba para empezar de nuevo. Con el intercambio de números, los chicos se dedicaban a hablar todo el tiempo, aprovechando a hablar todo lo que no se dijeron, u olvidaron decir, durante la fiesta.

El ojiverde pasaba bastante tiempo pegado al teléfono en espera de algún mensaje de parte del morocho, casi se sentía como un tonto enamorado, sonriéndole de manera boba a la pantalla.

Algo que Paulo no pasó por alto. Un serio interrogatorio de parte del ojiazul no se hizo esperar, y al saber que aquel cambio de actitud se debía a un viejo reencuentro de la infancia, no pudo evitar contagiarse de la alegría que invadía a su amigo.

El rubio se sentía satisfecho al ver tan sonriente y alegre a Mauro, muy diferente a como estaba hace un mes, y no le molestaba que este se la pasara hablando de Spallatti la mayor parte del tiempo que estaban juntos.

— Ya te dije que Ignacio va ir a la misma facultad que yo. — dijo por tercera vez el ojiverde.

— Si, lo sé. — contestó Londra sin dejar de reírse. — Si no te conociera también diría que te estás enamorando. — comentó con gracia al ver como las mejillas de Monzón se habían teñido de rojo, ante su comentario.

— N-no sé de qué hablas. — se defendió. — Que también me gusten los pibes no quiere decir que todos lo hagan, líder de los niños. — bufó.

— Sí cómo no, culiao', pero voy hacer como si te creyera. — habló el ojiazul. — Muy bien, llegamos. — anunció el rubio, al haber llegado a una plaza donde se llevaría a cabo una competencia de freestyle.

Paulo había invitado a Mauro a ver la competencia de free, aunque este último no quería venir, porque tenía otras cosas que hacer. Aunque esas otras cosas eran mayormente estar pegado al teléfono en espera a que Ignacio le contestara, y tal vez, sólo tal vez, estudiar un poco.

No es que sea dramático, pero le había enviado el último mensaje a Spallatti hace más de cinco horas y este no le había contestado, solo lo dejó en visto. Algo raro en él porque siempre contestaba de inmediato, y Londra tratando de que el ojiverde se distrajera, lo invitó a la plaza.

— Bien, vamos, dale. — el rubio tomó a Mauro del brazo y lo llevó hasta donde estaba la concentración de personas en el centro de aquella plaza.

Si bien solamente el rubio participaba de vez en cuando, a Monzón también le gustaba, pero nunca se atrevió a participar, poniendo como excusa que no se sentía listo. Entre otras cosas, porque a su ex no le gustaba. Aunque quizás, eso estaba a punto de cambiar.

— Paulo. — el peliblanco llamó la atención del mencionado, lográndolo con éxito.

— ¿Qué pasa? — preguntó deteniéndose.

— ¿Qué hay que hacer para participar? — consultó, observando cómo el rubio sonreía de oreja a oreja.

— Solo tenemos que anotarnos. — respondió. — Vení, es por acá. — dijo desviándose de su camino inicial, pero se frenó cuando impactó con Monzón, que se había detenido. — ¿Qué pasa?

— Allá, está Ignacio. — dijo sin creérselo.

— ¿Cuál es? — preguntó nuevamente.

— Ése. — Mauro señaló a un morocho que traía puesto un gorro negro y varias cadenas doradas.

— ¿Hablas de Ecko? — cuestionó Londra. — Mauro, ¿estás seguro que ese es tu "amigo"? — dijo haciendo comillas en la última palabra.

— Claro compa, ¿por qué? — preguntó confundido.

— Pasa que ese pibe son malas noticias, culiao'. — respondió el rubio. — Siempre se mete en líos y es alto salvaje en las batallas, no te perdona una.

— No digas boludeces. — replicó. — Ignacio es alto capo. Vamos, te lo presento. — dijo arrastrando, literalmente, al rubio hasta donde se encontraba Spallatti. — ¡Nachito! ¿Cómo dice que le va, señor de la noche? — habló con emoción, la cual desapareció al ver el rostro de indiferencia y desagrado que tenía Spallatti. — ¿Qué pasa wacho? — cuestionó, esperando a que el morocho le contestara, algo que nunca pasó.

Este simplemente se dio media vuelta, alejándose de ambos, logrando que Monzón quedará confundido ante aquel comportamiento de quien creía que era su amigo.

— Te dije. — replicó el ojiazul. — Él no habla con nadie. Solo viene, compite y se va. Además que tiene un carácter de lo peor, en más de una ocasión se agarró a las piñas con otros, así que mejor quedate lejos de él. — advirtió, volviendo a lo que antes hacían.

Pero al final, ni Mauro ni Paulo se inscribieron. Este último iba hacerlo aunque cambió de opinión, prefiriendo ser un espectador más en esta ocasión, disfrutando de las batallas de manera plena, algo que el ojiverde no pudo hacer.

No dejaba de pensar en lo que había pasado, ese no era Ignacio, ¿o sí? Pero si lo era, sus ojos no podían engañarlo. Entonces, ¿a qué se debía aquel comportamiento tan frío y tosco? Capaz se había cansado de él, capaz había sido muy intenso las últimas semanas.

Así que queriendo desechar esa opción, sacó su teléfono a escondidas de Paulo, lo desbloqueó y abrió el chat de Ignacio, dispuesto a escribirle. Luego de buscarlo con la mirada entre la multitud, lo localizó y se dispuso a escribir.

WhatsApp:

- Eu.

- Te pasa algo?

- Por qué me ignoraste así?

- Sólo te quería presentar a un amigo

Envió los mensajes, y de manera disimulada, volteó a ver al morocho, quien había sacado su teléfono. Parecía leer algo con una expresión de molestia. Luego se puso a escribir y una notificación le llegó a Monzón segundos después.

WhatsApp:

- No me importan tu amigo ni vos.

- Asi que dejate de joder.

Mauro no entendía nada, literalmente hace unas horas estaban hablando sin problemas. Escribió nuevamente, pero esta vez el mensaje no fue recibido. La foto de perfil desapareció y se dio cuenta, lo había bloqueado.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora