XXV

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El reloj marcaba aproximadamente las tres de la mañana, el olor a alcohol y porro inundaban el lugar. La música sonaba con potencia mientras la gente bailaba sin preocupaciones, era una buena noche. Lit estaba sentado, con la espalda apoyada contra la pared, sobre el respaldo del sillón que ocupaba Spallatti, con sus piernas colgando sobre los hombros del morocho.

Mientras dejaba mimos en el cabello del ojinegro, observaba atento cómo LaFuente, Oliva, Ribba y Palacios bailaban al ritmo de la música. Increíblemente Ignacio estaba sobrio, ya que le había prometido a la madre de Mateo que él lo cuidaría durante la noche. Monzón por su lado estaba lo suficiente ido, así que su mejor entretenimiento era molestar a Spallatti.

Otra vez se había pinchado su oportunidad de estar sólos, pero al menos ésta vez era por una buena razón. El rizado necesitaba hacer algo diferente, y por suerte se había adaptado perfectamente al ambiente sin necesidad de ingerir más que agua, lo que tranquilizaba a Ignacio; quien había prohibido que le ofrecieran alcohol o drogas.

Eh, compa. — soltó Lit mientras se las arreglaba para quedar sobre las piernas del morocho. — Ojito vo', que tas' mirando mucho. — agregó subiendo y bajando las cejas, arrastrando un poco las palabras.

Apa, ¿le pintaron los celos al Escurridizo McLane? — sonrió Ignacio, ensanchando su sonrisa cuando el teñido desvió la mirada. — ¿Qué te pasa wachín?

Nada, estoy con la re fiaca amigo. — se quejó el ojiverde. — ¿No podemos dar una vuelta al menos? Ya que no querés bailar.

No quiero bailar porque a vos se te van las manos y con este pantalón se me nota todo. — refutó Spallatti. — Además tengo que encargarme de Teo y Ecko está insoportable porque Julieta vino. — acotó, haciendo un gesto con la cabeza hacia la morocha, quien se encontraba charlando con Braian, Melisa y Nicole.

Uh dale, te doy mi palabra de honor de que no voy a tocar nada. — soltó Lit, dibujando una cruz imaginaria sobre su hombro. Ignacio aceptó, y ambos se levantaron a bailar con los pibes. Lastimosamente, seis minutos fueron el límite de Monzón para controlarse.

Lit, la re puta madre. — reprochó Ignacio, atándose el buzo alrededor de la cintura para tapar la erección que le había causado el ojiverde tras refregarse contra él. — ¿Dónde está tu honor? Basura.

¿De qué honor me hablás compadre? Eso es pa' lo samurai. — rio Mauro, quien se aprovechó para simular que lo ayudaría con el buzo, solamente para agarrar una nalga del morocho.

Sos un sorete. — bufó Ignacio, aunque parte de su autocontrol se había esfumado. El mayor aprovechó para colar una mano en el pantalón ajeno, robándole un suspiro al teñido y susurrándole al oído. — Estás jugando con fuego.

Que bueno que me gusta el calor, olvidate que sí. — desafió Monzón. — Yo soy perro de fuego en el horóscopo Maya.

Ignacio no lo soportaba más, ya habían pasado casi dos semanas desde que Ecko estuvo con Cazzu, por lo que entre las necesidades físicas y las ganas que tenía de estar con Lit, necesitaba descargarse de una vez. Además ya no soportaba que cada oportunidad que tenían se esfumara de alguna manera. Examinó la casa, buscando alguna posibilidad para escabullirse con el teñido.

Eu, Igna. — dijo Ribba a su lado, luego de llamarle la atención. — Anda a mi cuarto, arriba, segunda puerta a la derecha. Yo me encargo del Truenito. — añadió, señalando a Palacios.

¿Truenito? — cuestionó el morocho. — ¿Posta me hacés la gamba? Volvemos rápido, palabra.

Después te explico. — rio Dani. — Dale tranqui, además Dam está re mamado con el ojitos y nos estamos cagando de la risa de ellos.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora