XXVIII

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Ignorá lo que te digan, por tu bien hacela corta. No te avergüences de tu hogar, vos sos el que acá importa. — sentenció Ecko cuando terminó su turno en la réplica, Mauro no reaccionó lo suficientemente rápido y la batalla se dio por terminada. Como la mayoría esperaba, Spallatti fue proclamado ganador, pero tanto el morocho como LaFuente y Ribba habían quedado sorprendidos del nivel del ojiverde, sólo le falta práctica.

Saludaron a los asistentes y comenzaron a caminar hacia la casa del más bajo, ya que Daniel había organizado una joda con la excusa de que un amigo volvía de viaje. No habían terminado la primer cuadra cuando sintieron varios gritos a sus espaldas.

Eh, wachos. ¡Banquen ahí! — gritó Toledo, trotando para alcanzarlos. — Al final puedo ir de una, la wacha va directo y nos encontramos ahí.

De una Iachito, tenemos que pasar por el chino a comprar un poco de escabio y listo. — habló Ribba en cuanto el nombrado llegó. — Comprá un vino al menos o no te dejo entrar gil.

No me la conté que vos sos el del beatbox compatriota. — soltó Lit cuando se dio cuenta de quién era. — Sos buenísimo broder.

Vos sos el nuevo, ¿no? — cuestionó Iacho. — Estuviste piola hoy, creo que es la primera vez que no veo al Ecko forreando a tope contra un nuevito.

Cerrá el orto gil. — espetó Spallatti, con cara de pocos amigos.

Bue, calmate cabeza de ortiva. — lo defendió Monzón. — Ah, mirá lo que me consiguió el compa. — agregó, sacando dos porros de su bolsillo. — Si te portás bien te convido.

Matanga dijo la changa, cabeza de queso rallado. — rio el ojinegro al arrebatarle ambos porros de la mano.

No, chupaverga, damelos. — forcejeó Lit, intentando alcanzarlos. — Dale cabeza de candena oxidada.

No, no. Salí de acá, cabeza de tomate picado. — dijo Ecko, con la palma de su mano sobre la frente del peliblanco, manteniéndolo apartado, divertido por los vagos intentos del contrario para alcanzar la mano que sostenía los cigarrillos.

Al cabo de unos quince minutos, llegaron a la casa de Ribba luego de pasar por el veinticuatro horas. Mauro quería comprarse algo pero le quedaba un poco de dinero para una emergencia, así que prefirió no decir nada. Quedó muy confundido cuando Damián le pasó una botella de vodka.

El cordobés me dejó unos pesos antes de irse. — soltó el más alto.

Se la jugó el compadre. — sonrió inconsciente el ojiverde. — Gracias wacho.

Eu, ¿dónde se metió el otro pelotudo? — cuestionó LaFuente. — Hace banda de rato que no aparece.

No, ni idea amigo. — respondió Monzón. — Y no pienso ir a buscarlo, la última vez me fue mal.

Pasó alrededor de media hora cuando Lit comenzó a preocuparse, Cazzuchelli no había asistido así que si se había metido con alguien más, realmente no quería saberlo, pero que estuviese tanto rato ausente no le gustaba nada. Pocos minutos después recibió un mensaje de Spallatti, pidiéndole que lo ayude en el baño de planta baja, por lo que se dirigió rápidamente a buscarlo.

Golpeó dos veces, temeroso de que le hubiese ocurrido algo, pero en cuanto la puerta se abrió, el morocho lo tomó del brazo y lo metió de un tirón en el baño. Lo arrinconó contra la pared, sujetando su mentón con la mano derecha. Le plantó un beso mientras con la mano opuesta acariciaba su cintura.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora