XIV

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Monzón no sabía dónde meterse, Ignacio no demostraba ni una pizca de pudor mientras elegía qué remera ponerse. Más allá de que nunca fue muy vergonzoso con su cuerpo, estar sólo con el ojiverde era una perfecta oportunidad para tantear el terreno.

Lit intentaba desviar la mirada sin éxito, ya que el morocho parecía necesitar moverse de un lado a otro. El ojiverde optó por bajar la mirada y concentrarse en sus manos mientras jugaba nerviosamente con sus dedos. Se sintió morir cuando Spallatti se acercó peligrosamente a él, intentando alcanzar algo que estaba detrás suyo.

Se quedó estático, no encontraba forma de modular palabra y ni de siquiera moverse, el ojinegro exponiéndose a sí mismo de esa manera no era algo que esperaba ver, menos así. Ignacio rio al ver su actitud, parecía completamente desinhibido mientras Mauro ni siquiera formaba un pensamiento coherente.

¿Qué pasa? ¿Nunca viste un pibe en pelotas? — se burló con la sonrisa más pícara que tenía. Pero Monzón no logró más que soltar un murmullo apenas audible. Se había cubierto la entrepierna con la campera, intentando disimular el actuar de su propia naturaleza, algo que pareció encender más a Spallatti.

Verlo tan cohibido cuando siempre se mostraba como alguien con excesiva confianza simplemente le gustaba más. Su erección comenzó a hacerse más notoria, el ojiverde no lo pasó por alto, pero aún no decidía qué hacer. Sucumbir a su líbido o controlarse, el morocho estaba comprobando los límites del teñido.

Sin mucho resultado, Ignacio optó por ponerse un bóxer, bajo la atenta mirada de Lit. La respiración de Monzón se notaba más pesada junto con la rojiza coloración que invadió su rostro. Éste sin mediar palabra echó un último vistazo antes de levantarse de improvisto, tomando al ojinegro por sorpresa y tropezando con él.

Uh, sos medio rudo, ¿eh? — soltó Spallatti. Tras la caída, Mauro había terminado sobre él, y ni lento ni perezoso, el morocho automáticamente lo rodeó con un brazo y lo acercó a su cuerpo, y nuevamente Lit se sintió morir. A pesar de la excitación, la confianza y seguridad que le transmitía Ignacio lo hacían sentir bien.

S-sos un idiota. — articuló como pudo el ojiverde.

Yo no fui el que se tiró arriba tuyo. — rio el contrario. Sentía el aliento del teñido chocar en su rostro, rozaron sus labios por un pequeño instante. Ninguno quería alejarse, pero tampoco se atrevían a avanzar, todo sucedía demasiado rápido, Ignacio no tenía pensado lo rápido que podría escalar todo.

Pero rápidamente volvió a la realidad, Ecko estaba formando un huracán en su mundo interno, completamente furioso. De los tres, Ignacio era quién más cedía ante su líbido, con una vida sexual un tanto exagerada, se podría decir. Ecko muy extrañamente se interesaba lo suficiente en alguien más allá de alguna desconocida en una fiesta y Matías hace mucho no mantenía el control ante una situación así.

Mientras Spallatti estaba sumido en su mundo interno, Monzón optó por apoyar su cabeza en el pecho contrario y sentir los agitados latidos de su corazón. Se sentía bien, hacía mucho que no encontraba ese confort cerca de alguien, no desde que comenzó a salir con Nadia, cuando todo aparentaba ser perfecto.

«Nadia..» — ese recuerdo cayó como un balde de agua helada. Todo su confort se desvaneció en segundos mientras sus inseguridades y miedos lo invadían completamente. Se alejó de forma brusca, sacando de su ensimismamiento al morocho.

Ignacio era consciente del problema que pudo haber generado con Ecko, pero su preocupación se centró en Lit. El ojiverde ya no tenía esa respiración agitada debido a la excitación, ahora parecía completamente irregular. Su mirada reflejaba una mezcla de confusión y temor.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora