XXI

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Con el pasar de algunos días, los chicos se enteraron de que el juez había aceptado que Palacios se quedara con su tía hasta que terminaran con la investigación, al menos el menor podría pasar con su madre por todo ese tortuoso proceso. Además, Mónaco comenzó a tratarlo de forma honoraria como su terapeuta oficial.

Ahora Monzón se encontraba corriendo detrás del ómnibus, el último que pasaba en la noche y ya estaba llegando demasiado tarde. Había quedado en encontrarse con Ignacio y Braian en una fiesta de cumpleaños de un amigo del dúo y Spallatti quería pasar la noche con él.

Luego de aquel encuentro fallido en la casa del ojiverde, debido a la llamada de Mónaco, no habían vuelto a tener ningún momento a solas. Esta noche era su oportunidad, una joda con mucho escabio y cannabis, seguro encontrarían una habitación para estar a solas, sólo faltaba que el peliblanco llegara.

Mientras tanto, en la fiesta, Braian hablaba animadamente con una piba mientras observaba a Spallatti besarse con la morocha de coletas trenzadas. Ya habían terminado su tercer vaso de Fernet, y decir que estaban idos, era un eufemismo. El problema fue cuando el ojiceleste recibió un mensaje de Monzón.

Whatsapp:

- Eu, wacho, soy Lit. Voy en viaje, se me hizo re tarde pero rescaté bondi.

- Te aviso porque el pelotudo de Igna no me responde.

- Ya se mamaron??

- Eh wacha, re tarde ameo.

- Mira pa mi q lo dejan pa otro día

- Ta muy escabio y ni pinta

- Le digo q cuando se levante te mande un msj

Braian bloqueó el celular cuando vio a Spallatti meterse en una habitación acompañado de la morocha. Segundos después recibió una llamada de parte de Mauro, pero la ignoró, ya que se dirigía a otro cuarto junto con su compañía de la noche, una chica bajita, de pelo negro corto y ojos verdes.

Monzón se extrañó, no se esperaba ese mensaje y no entendía por qué ninguno de los dos le respondía, Ignacio ni siquiera se dignó a ver el celular. Pero ya estaba por bajar, no se daría media vuelta ahora, no tenía sentido. Al cabo de diez minutos estaba en la puerta de la casa, y aunque no conocía a nadie, decidió entrar de todos modos.

Llegó a su segundo vaso de vodka cuando se dispuso a recorrer el resto de la casa, no los encontró ni en el patio ni en la pista improvisada. Y ahora se encontraba, con mucho cuidado, revisando las habitaciones. Lamentó terriblemente hacerlo; al abrir la tercera puerta, se encontró con Spallatti desnudo, embistiendo a una morocha que no recordaba haber visto nunca.

Ambos estaban tan ocupados en lo suyo que no notaron cuando la puerta se abrió, y ahora Mauro estaba inmóvil. Se supone que esta noche la pasarían juntos, y ahora él estaba en un lugar en el que no conocía a nadie, observando cómo el pibe que le gusta la pasaba bien con otra persona.

Su cuerpo no respondía, no sabía qué hacer; no tenía el valor de interrumpirlos, pero tampoco quería irse. Los suaves jadeos casi ocultos por la música de fondo y el movimiento de las siluetas a contraluz lo hipnotizaban. Observar el cuerpo de Spallatti chocar contra el de la desconocida era una tortura, pero aún así no podía evitar sentir el deseo de estar en su lugar, sobre todo cuando vio como el morocho la tomaba del cuello al embestirla.

Juntó la poca determinación que pudo y salió de aquella habitación. Se supone que Ignacio iría a dormir a su casa, ¿debía esperarlo? Nunca logró responderse a sí mismo, dando vueltas una y otra vez, esquivando gente y tomando vaso tras vaso. Terminó sentado en el piso, justo al lado de la puerta donde el ojinegro disfrutaba de la noche.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora