XIX

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El rostro de Matías se tiñó de rojo por aquellas palabras, se sentía un poco avergonzado por sus acciones, había pasado mucho desde que se atrevió a hacer algo como esto. Siempre fue bastante tímido y no dejaba que sus impulsos le ganaran, pero en esta ocasión, tan cerca del ojiverde, no pudo resistirse a probar sus labios.

Y tenía que admitir que le había gustado mucho más de lo pudo haberse esperado. Aunque siempre le gustó Damián, ninguna de las otras personas con quien lo intentó parecían suficiente, excepto por el teñido. Por primera vez sentía esa calma que sólo LaFuente le aportaba. Aún así, comenzaba a sentir mal al respecto, no quería causar más problemas, suficiente tenía con las peleas entre Ecko e Ignacio.

Un par de caricias de parte de Monzón le hicieron olvidar todo de nuevo, el ojiverde pasaba sus manos libremente por las caderas del morocho, quien emitía pequeños suspiros. Ahora era Mauro quien tomó la iniciativa. Matías sentía como su corazón latía de manera desenfrenada, pero no se opuso a lo que el teñido estaba haciendo.

Mientras tanto, en el mundo interno del Golden Team, todo había quedado en silencio. Ecko e Ignacio habían parado de discutir al notar cómo Matías se estaba besando con Mauro. Ninguno de los dos daba crédito a lo que veían, pero la calma duró poco.

«Ahí lo tenés al niño bueno. Después te quejas de mí.» — soltó Ecko a modo de burla.

«Vos callate, sos el menos indicado para hablar. Nada de esto hubiera pasado si no la cagabas.» — espetó Ignacio con rabia. — «Tenías que pegarle a él, ¿no? Yo sé que te cae mal todo esto, pero él nos ha tratado re bien, no lo merece, y lo sabés.»

«El otro chupapija le pegó al Braian, ¿qué se supone que tenía que hacer? ¿Jugar a las cartas?» — retrucó Ecko. — «No es mi culpa que el pelotudo se metiera en el medio.»

«Quería frenarte, algo que tuve que haber hecho yo. Ahora no puedo ni mirarlo a la cara sin ver los moretones que le dejaste.» — soltó Ignacio. — «Vos ni siquiera estás interesado en nadie, no entiendo por qué te molesta tanto.»

«Porque no me cabe que estemos con un pibe, no te hagas el desentendido. Éste flaco no es un garche más y no me trates de pelotudo. Ya te lo hubieras cojido si fuera eso.» — dijo Ecko esta vez, dejando a Ignacio sin habla. — «¿Ves? Tengo razón. Ya estamos bien, cada uno tiene lo que quiere, ¿para qué lo querés sumar a éste?»

«Porque él me gusta, ¿tanto te cuesta entenderlo?» — respondió Igna, la respuesta tomó por sorpresa a Ecko. — «Me gusta, ¿sí? Y por primera vez no me hacen sentir que somos un bicho raro. Sabe de nosotros y se la jugó, pero vos tenes que complicar todo siempre. ¿Querés garcharte una mina? Podemos arreglarlo, pero dejá de sabotearnos todo.»

«Para empezar, no necesito tu permiso para eso.» — dijo Ecko, otra vez serio. — «Pero es la primera vez que tenés los huevos para decirme algo así. Si dejás de hacer tanto drama, no voy a romperle tanto las bolas, pero que no se pase conmigo, dejáselo claro.»

«¿Por qué se pasaría contigo? Salame. Sabés que fue por Mati que se despertó con vos.» — explicó Igna. — «Es más, tuvo la mejor con vos, y hasta por un rato no pusiste cara de orto.» — finalizó, Ecko sólo frunció el ceño y simplemente se retiró.

Luego de una pequeña sesión de mimos, se levantaron para ir a la cocina. Matías había vuelto a su actitud tímida nuevamente. Estaba confundido, sabía que a Ignacio le gustaba Mauro, pero ese impulso se sintió bien, pero, ¿estaba bien lo que hizo? ¿Se molestaría Igna? Las preguntas rondaban su cabeza mientras observaba al ojiverde servir la pizza.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora