XXIII

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Hola Mau. — sonrió Rocío, quien se atrevió a romper el silencio tras unos segundos de tensión. — ¿Igna?

Hola Ro, Pau, ¿qué hacen acá? — habló Lit mientras el morocho y el ojiazul seguían mirándose. — Eu, colgaste. — dijo para llamarle la atención a Spallatti.

Eh, hola. No, Ecko. — respondió el más alto. — Ya me iba igual, tranqui.

Ah, perdón, hola. Soy Rocío, un gusto. Éste es Paulo, mi novio. — agregó, mientras el rubio asentía en forma de saludo. — Creo que no nos conocíamos. — finalizó, y el morocho observó inquisitivo al ojiverde.

No fui yo. — se excusó rápidamente Monzón, levantando los brazos. — Melisa le contó.

Ah, bueno. Eh, sí, sé quienes son, pero no nos habíamos presentado. — respondió el ojinegro. — ¿Me abrís, Litculo?

No pará, no te vayas. La pizza está buena, quedate a comer. — intervino la castaña. — Además seguro que Lit sigue con el mismo limón rancio del otro día y no han comido nada. ¿Te gusta con jamón? — rio al igual que el morocho, mientras que el teñido rezaba que lo trague la tierra y Londra se mantenía al margen.

No, soy vegano. — respondió Ecko con una mueca. — No pasa nada igual, debe haber algo en casa.

Tranquilo, yo soy vegetariana. — sonrió Rocío. — Hay una parte sólo con muzzarella, te convido de esa.

Y así se acomodaron en el comedor, almorzando en silencio. Moreno y Monzón intentaban sacar alguna charla trivial pero sin muchos resultados. Spallatti se limitaba a asentir o negar cada tanto y Paulo no le quitaba los ojos de encima a éste. El morocho estaba inquieto, no soportaba que lo observen de esa manera, juzgándolo. Tras terminar la comida, el ojiazul por fin habló.

Ecko, ¿podemos hablar un segundo? — cuestionó el rubio. El nombrado pareció pensarlo más de lo previsto, pero aceptó, Ignacio estaba interesado en saber qué tenía Londra para decir. — ¿Nos dejan solos?

Vamos a la cocina, así ya te ayudo acomodar un poco que tenés todo hecho un quilombo. — dijo Rocío, dirigiéndose a Mauro, quien dudaba si era buena idea dejarlos solos. Finalmente asintió, no sin antes dedicarle una mirada rápida al morocho, para que lo llamara de ser necesario.

Bueno.. — habló Paulo cuando los dos desaparecieron de su vista. — ¿Me podés decir qué te pasa con Lit? Porque no entiendo si lo estás boludeando o qué onda. Primero parece estar todo bien y después de la nada le pegas como un salvaje..

Para empezar, a mí no me gusta él. — comenzó Ecko, juntando toda la paciencia que podía. — No sé qué sabés y qué no sobre nosotros, pero eso debería quedar claro. Y no le pegué de onda, yo salté a defender a mi amigo, él se metió y no me di cuenta en el momento. Tampoco espero que lo entiendas, no sabés nada sobre nosotros.

Ellos me contaron sobre eso del Trastorno de Disociación o no se qué, pero la verdad no me lo termino de fumar. ¿Cómo sé que no estás diciendo cualquiera pa' tener excusas con tus cagadas? — espetó Londra. — Supuestamente son varios viviendo en el mismo cuerpo, pero suena a chamuyo. ¿Cómo sé que no es actuación nomás? ¿No podés decirle a otro que salga? Así te podría creer al menos.

Estoy tratando de hacer las cosas bien, y la verdad que me la haces imposible. — habló Spallatti luego de estar con los ojos cerrados un momento. — No tengo por qué probarte nada a vos, podés creer lo que quieras. No quiero tener más bardos con Mauro, y no voy a dejar que vos y tus boludeces los causen. — finalizó, levantándose del sillón y caminando hacia la puerta. — Me voy, Monzón.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora