IV

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Luego de aquel extraño encuentro, Mauro no pudo estar en paz, prestando nula atención a las siguientes clases que tuvo. Pensando en qué había pasado, porque de verdad no fue capaz entender nada.

Aquella actitud de Spallatti lo tenía confundido, tenía demasiadas preguntas. Pero no había nadie que fuera capaz de contestarle, así que le tocó esperar aquel bendito mensaje que, Damián, sino mal recordaba su nombre, le había dicho que recibiría.

Además el extraño fenómeno con el brazo del morocho también le traía dudas, no se acordaba de haber notado nada así durante la fiesta. Las clases terminaron, pero no recibió nada. Monzón decidió que lo mejor sería irse a casa a descansar después de un día demasiado largo y extraño.

Una vez en su hogar dejó sus cosas tiradas y se dirigió rápidamente a sacar un tarro de helado que tenía guardado en la heladera. Aunque le había prometido a Paulo dejar de comer tanta chatarra, no podía evitarlo, menos en estos instantes.

Con postre en mano se dirigió a la sala y se dispuso a disfrutar de alguna serie que fuera capaz de distraerlo, pero para su desgracia no lo logró. La frustración comenzaba a dominarlo y cómo esperando que algo sucediera, tomó tu teléfono en espera de que aquel misterioso mensaje llegara.

Estuvo de aquella manera por varios minutos hasta que por fin se cansó, ya decepcionado por no obtener señal alguna. Ya habían pasado demasiadas horas desde el encuentro, así que rendido, se dispuso a dormir un rato en su habitación. Pero antes que se pusiera de pie una notificación sonó junto con la vibración en su bolsillo.

Tomando de manera rápida su teléfono para desbloquearlo y saber quién le había escrito, una sonrisa de tranquilidad se formó en su rostro al ver que era un mensaje de Spallatti, así que sin dudarlo mucho entró a la conversación con el morocho.

WhatsApp:

- Hola, soy Ignacio

- Quiero disculparme por todo lo que pasó

- Estuve con una cantidad de mambos estas últimas semanas y estoy tratando de solucionarlos

- En serio no era mi intención ofenderte

- Damián me dijo que te escribiera y tratara de explicarte lo que pasa, pero en verdad no me siento cómodo tratando este tema por acá.

- Así que estaba pensando que si tenías libre mañana, podés venir a casa para hablar conmigo.

- Por favor, decime que si :(

- Prometo comprar helado, del sabor que quieras

- Bueno, si dale

- Pero quiero saber la verdad.

- No me cabió nada el bardo que me hiciste pasar ayer

- Y por el boludeo de la otra vez en la plaza

- Perdón, no fui yo wacho, posta

- Mierda

- No importa, mañana te explico bien todo.

Spallatti dejó de escribir, siendo su último mensaje una dirección al igual que una hora para el dichoso encuentro. Mauro dejó el teléfono cargando y se fue a descansar, porque algo dentro de él le decía que necesitaría toda su comprensión y paciencia para lo que Ignacio fuera a explicarle.

Tal como lo habían acordado, Mauro llegó a tiempo a la dirección que Spallatti le envió. Era un poco lejos, aunque el viaje no le llevó más de media hora en el ómnibus y ahora se encontraba frente a una sencilla casa de dos plantas, con una fachada blanca y pequeñas ventanas cubiertas por postigos de madera.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora