XXXVIII

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Un par de semanas transcurrieron desde aquella fiesta que marcó un punto de inflexión en la relación entre Monzón y Spallatti. Ecko estuvo un poco más arisco que de costumbre, pero acabó por aceptar lo que había sucedido y, Mónaco mediante, las tensiones por fin se calmaron. Después de todo, no podían controlar los episodios de co-fronteo.

Mauro rebosaba de alegría, estaba esperando con ansías la llegada del morocho para contarle las buenas noticias. Ignacio estaba visitando a Palacios, que se había mudado hacía poco, para ayudarlo a inscribirse en el gimnasio donde el Golden practica taekwondo, ya que el menor quería probar con boxeo. Oliva y LaFuente los acompañaban, aprovechando para mostrarle un poco el barrio.

Lit tuvo una buena mañana, llevaba tanto tiempo con tranquilidad que se sentía eufórico. Lejos estaban los malos momentos, los ataques de pánico y el estrés constante. Las cosas con Ignacio y Matías estaban bien, Nachito estaba feliz de tener a Palacios más cerca y Ecko estaba mucho más calmado. La universidad no lo estaba complicando mucho y el trabajo estaba en su mejor momento.

Llegamo'. — se escuchó desde la puerta principal. El ojiverde se asomó encontrándose con Damián y Valentín. — Está en el auto desperezándose, se quedó dormido en la vuelta y ahora Mati está al frente. — advirtió al contrario, señalando hacia sus espaldas con un pulgar.

Ah, tranca. ¿Cómo estuvo eso? ¿Se pudo anotar el Truenito? — consultó Monzón, recibiendo un asentimiento de parte de Oliva. — Joia.

Sí, arranca la semana que viene. Además parece que ya arranca mañana las clases, ese colegio parece estar bueno. — explicó el rubio. — Aunque había una plazoleta al frente con un payaso re siniestro vendiendo globos, muy turbio.

Hola. — saludó Spallatti al entrar. — ¿Cómo estás, Mau? — preguntó con una sonrisa leve y los ojos medio entrecerrados.

¿Qué onda compa? Te pegaste alta siestita, ¿eh? — devolvió el saludo el peliblanco. — Qué caripela tenés, ¿te sentís bien? — dijo, acariciándole una mejilla.

Sí, me duele un poco la cabeza. nomás Me voy a acostar un rato a ver si se me pasa. — respondió el más alto, acunándose contra la mano ajena, para luego masajearse la sien con una mueca de molestia en el rostro. — Hablamos más tarde, ¿sí?

Obvio pa, descansá. — sonrió Monzón, dándole un beso fugaz antes de que el morocho emprendiera viaje hacia las escaleras. — ¿Estuvo todo bien? — se dirigió esta vez hacia LaFuente.

Sí, estaba todo re tranqui. Le mostramos el gimnasio a Teo y hablamos con el dueño, lo llevamos para la casa y nos vinimos. Se quedó dormido en el viaje y recién lo desperté cuando llegamos. — explicó Dam, algo extrañado por la situación.

Qué raro, bueno, veremos cómo se despierta. — soltó Lit mientras se tiraba en el sillón. — Boludos, alta noticia. El local arregló con un veterinario y el jefecito habló con el loco para que me tome también para ayudarlo a organizar a los clientes, así que me suben una banda el sueldo.

Uh bien ahí gil, te viene al pelo eso. — lo felicitó el castaño. — ¿No te complica el horario y eso?

No, el gordo le explicó sobre la facu y el loco es re piola. Y además la wacha que labura en el otro horario también se arregló. — sonrió Mauro.

¿En serio te van a poner a vos a organizar gente? Si sos el ente más colgado que existe. — burló Oliva para molestarlo, el ojiverde se limitó a sacarle la lengua.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora