Monzón se encontraba deambulando por la plazoleta central de la facultad, haciendo algo de tiempo para su siguiente clase. Se sentó en un banco mientras revisaba su celular y observaba esa conversación cuya foto había desaparecido hace una semana, luego de lo sucedido en aquella plaza. Suspiró rendido, al final parecía no importarle a nadie. De no ser por Londra, estaría completamente solo.
Al cabo de unos minutos, escudriñando sus alrededores, divisó a alguien muy familiar. Se sorprendió de encontrarlo ahí, hace días no sabía de él. Aunque lo observó algunas veces al cruzarlo por los pasillos, evitó acercarse a toda costa, ya que siempre estaba con algún amigo o amiga.
Esta vez estaba solo, así que se dirigió convencido hacia el morocho que vestía un buzo color vino tinto, aunque hacía algo de calor. Al menos merecía una explicación del porqué su actitud con él.
— ¡Ignacio! — Mauro trató de llamar la atención de Spallatti a la distancia, pero este parecía no escucharlo, por lo cual decidió acercarse. — Che, wacho.. — dijo una vez a su lado, pero el mencionado lo miró de manera extraña, como si fuera un desconocido.
— ¿Quién sos?— preguntó algo asustado, retrocediendo unos pasos.
— ¿Cómo que quién soy? — cuestionó Monzón confundido. — Nacho, dale, no estoy para tus boludeces. — le reprochó, pero la mirada confundida de Spallatti no daba ninguna señal de estar mintiendo.
— Y-yo.. yo no soy Nacho.. tengo que irme. — susurró este, pero fue detenido por Mauro, quien lo tomó de la muñeca de una forma un poco brusca. — Soltame. — exigió aunque fue ignorado por Monzón. Ante el estrés provocado por la situación, su brazo izquierdo comenzó a tener espasmos involuntarios.
— ¿Qué carajos te pasa wachín? — reclamó molesto. — Primero lo de la plaza la semana pasada, después me bloqueas de las redes, y ahora que te tengo enfrente mío te haces como si no me conocieras. Si no querés hablarme decime de una puta vez, no me boludees como si tuviéramos quince años. — dijo enojado, ignorando los ojos cristalizados de Spallatti.
Algunos estudiantes y docentes que pasaban por ahí los miraban con curiosidad, mientras que otros pasaban de largo, pensando que sólo era una simple pelea de compañeros.
— ¿Pero qué mierda pasa acá? — intervino un pibe un poco más alto que ambos, de pelo castaño. — ¿Vos quién sos? ¿Y por qué lo estás molestando? — preguntó separando a Monzón de Spallatti, quien lo abrazó rápidamente, aún con su brazo aún moviéndose sin control. — ¿Estás bien amor? — consultó dirigiéndose al morocho.
— No.. Me llamó Nacho, yo no soy Nacho. — respondió en un murmullo. — Me dio mucho miedo.
— Ya, tranquilo. — trató de calmarlo el desconocido. — No te va a pasar nada.
La cara de Mauro al no entender absolutamente nada era monumental. ¿Ese pibe le había dicho amor a Ignacio? Y éste correspondía a sus tratos, se sentía más confundido aún. ¿No se suponía que Ignacio estaba soltero? Además, ¿qué le pasa en el brazo?
— Che, vos, como te llames. — el castaño llamó la atención del ojiverde. — No quiero que te vuelvas a acercar a Matías. ¿Me escuchaste? — demandó con cara de pocos amigos.
— Vos no sos quien para darme órdenes, compa. — desafió, empujando al más alto, quien instintivamente hizo a un lado a Matías. — ¿Y qué le pasa en el brazo?
— Mira pendejo, si no querés problemas andate de una buena vez y dejanos a mi novio y a mí en paz. — advirtió el más alto.
— ¿Novio? — cuestionó sorprendido Monzón. — Me estás boludeando, ¿no?
— Sí, como escuchastes. Soy el novio, ahora rajá de acá. — dijo pasando un brazo por los hombros del morocho y dándose media vuelta para irse.
Monzón eligió detenerlos. — Si él es tu novio.. ¿Con quién estuve hablando todo este tiempo? — preguntó mientras mostraba una conversación en su celular.
Damián le arrebató de manera brusca el celular y comenzó a examinar dicha conversación. Cuando terminó de leer le devolvió al ojiverde su teléfono.
— ¿Y wacho? — preguntó Mauro esperando a que por fin Spallatti decidiera confesar la verdad, pero éste se limitó a observar a LaFuente.
— Ignacio. — soltó sin más el mayor, a lo que el morocho simplemente asintió con algo de pena, como si hubiese comprendido lo que pasó. Aún sujetaba su brazo izquierdo con el derecho, tratando de controlarlo. — Perdoná, tenemos que irnos. Me llamo Damián, luego le digo a Ignacio que te escriba.
Sin más explicaciones se marcharon, dejando a Monzón sin la más mínima idea de qué estaba pasando ni oportunidad de averiguarlo. Ya no le quedaban más opciones que esperar el bendito mensaje. ¿Ignacio tenía un hermano gemelo? No, lo recordaría. ¿Por qué dijo que le avisaría si lo tenía al lado?
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Fragmentado - Litcko
FanfictionSi quieren formar parte de mi vida, entonces tienen que aceptarlos a ellos también. - Colaboración con la mejor, @Okupa-09