L

1K 102 129
                                    


Spallatti y Monzón descansaban dormidos en el asiento de atrás, con el morocho recostado contra la ventanilla y el teñido apoyado sobre el pecho del mismo. Estaban muy cansados, ellos habían comenzado con las primeras nueve horas del viaje, así que aprovecharon las restantes diez para recuperar energías.

De copiloto, el ojiazul se encargaba de la música, mientras LaFuente manejaba e iba compartiendo el mate con Oliva. Ya llevaban casi un mes preparando la sorpresa para Mauro y estaban cerca de llegar a su destino, por lo que cambió la canción que sonaba por un muy conocido sonido de lluvia.

Ignacio planeó todo hasta el último detalle, si al despertar él no estaba al frente, podría arruinarles todo, así que el castaño debía hacer todo lo posible para evitarlo. Después de bastante tiempo en el que Mauro y el morocho estaban saliendo, la amistad entre los amigos de Spallatti y el ojiverde se había afianzado y entre todos se habían organizado para darle una merecida alegría.

Alrededor de media hora después ya habían ingresado a la ciudad donde pasarían unos días con la excusa de que Spallatti tenía una invitación para tocar en un evento, así que sin despertarlos aún, dejaron el equipaje en el hotel y siguieron con el plan. El primero en despertarse fue Ignacio, seguido de Lit, a quien le pidieron que se colocara una venda para cubrir sus ojos.

El ojiverde, aún somnoliento, aceptó, más por dormido que otra cosa, sabía que había algo extraño respecto al viaje pero no pudo conseguir nada de información antes de salir. Ni siquiera Nacho quiso contarle al respecto, y eso era extraño, ya que éste siempre le contaba todo. Un rato después bajaron del auto junto al morocho mientras que Oliva y LaFuente volvían al hotel para descansar.

Ignacio lo dejó sólo por unos momentos para hablar con quien custodiaba la entrada y pedir algunas indicaciones. Al volver, lo tomó de la mano y lo guío por largos pasillos de hormigón. Mauro solo lograba identificar algunos sonidos de aves a lo lejos, pero el efímero aroma a flores le hacían creer que era algún tipo de parque.

Llegamos. — soltó el más alto, posicionó al peliblanco y se armó de todo el valor que tenía, el momento tan esperado había llegado.

No me habrás traído a un descampado para abusar de mi inocencia, ¿no, Señor de las Tinieblas? — bromeó Lit, intentando ocultar los nervios.

Vos sos tan inocente como Ecko.. — retrucó con gracia mientras se aprestaba a quitarle la venda.

Eu, él es peor, yo soy un tipo honorable. — intentó defenderse mientras el pelinegro le descubría los ojos.

El fuerte resplandor del sol lo cegaba, pero se congeló por completo al lograr enfocar su vista, e Ignacio lo rodeó con ambos brazos en cuanto lo notó. Ante ellos yacía una sencilla lápida rectangular, de granito negro que rezaba una simple leyenda.


"Aquí yace Karina Jardon Monzón

1967 - 2018

Madre devota y esposa leal.

Tu infinito cariño y sabios consejos,

son preceptos divinos que iluminan nuestros caminos."


Mauro sintió cómo sus piernas flaqueaban, pero ahí estaba el morocho, listo para sostenerlo. Estuvo por varios meses intentando encontrarla sin éxito, se rindió cuando se mudó a Capital Federal. Y ahora, de alguna manera ahí estaba, la tumba de su madre, de la que nunca pudo despedirse. Se quebró.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora