XXXII

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¿Cómo estás? — cuestionó Kowalks, observando al peliblanco palidecer. — ¿Mauro?

¿Q-qué hacés acá? ¿Cómo me encontraste? — preguntó el nombrado, intentando regular su respiración.

Vine a verte, hace tiempo te estoy buscando. — respondió Nadia. — Desapareciste completamente y estaba algo preocupada. ¿Podemos hablar? Por favor.

No sé de qué querés hablar. — espetó Monzón en un tono seco. El temor que lo había invadido al verla fue rápidamente reemplazado por la ira. — Estoy seguro de que dijiste todo lo que pensabas la última vez que me viste.

Dije demasiadas cosas ese día, eso lo sé. Pero en serio quiero poder hablar con vos, dame cinco minutos nomás, sólo eso te pido. — rogó la platinada. — Si luego de eso no querés verme más, te prometo que desaparezco.

Bien, vamos arriba. Cinco minutos, ni uno más. — aclaró Lit antes de dirigirse a las escaleras.

¿Qué hacés vos acá? — cuestionó una voz a sus espaldas. Al voltearse, se encontraron con un Londra furioso, cruzado de brazos. — ¿Cómo mierda lo encontraste?

Paulo, sólo quiero hablar con él, nada más. — explicó Kowalks. — Van a ser cinco minutos.

No tenes nada que ver con él. Ya lo hiciste mierda una vez, no pienso dejar que te le acerques de nuevo. — amenazó el ojiazul, agarrándola del brazo.

Basta Paulo. — intervino Mauro. — Le voy a dar cinco minutos y luego se va a ir. — agregó, observando a su ex novia, quien asintió luego de que el rubio la soltara. — Y no quiero que nos molesten mientras hablamos.

Londra quiso replicar, pero el ojiverde no le dio oportunidad, subiendo con Nadia detrás de él hacia su pieza. Como era de esperarse, todas las alarmas en su cabeza estaban sonando, así que decidió acudir al único que podría sacar a Monzón de esa situación.

¿Dónde está Spallatti? — preguntó a Ribba en cuanto lo encontró, quien lo observó curioso.

Eh, creo que está con una mina en algún lado, ¿por? — respondió el más bajo. — ¿Qué pasa?

Está la ex de Mauro, no sé cómo lo encontró pero ahora están en su cuarto y tengo miedo de que le vuelva a llenar la cabeza. — explicó el ojiazul.

¿La loca esa está acá? — soltó Daniel preocupado, ahora que ató cabos, entendía la actitud previa de Monzón. — Eh, lo voy a buscar, pero, ¿decís que Ecko pueda ayudar en algo?

No sé, pero hacé lo que puedas para convencerlo. Esa mina es peligrosa para Lit. — dijo Paulo.

Ribba comenzó entonces a buscar al morocho por toda la casa, mientras Paulo subía junto a Rocío y Damián para intentar vigilar al peliblanco, aunque la música de la fiesta lo hiciera imposible. Tardó varios minutos hasta que vio que la puerta de su habitación estaba trabada.

¡Ecko! — exclamó Dani, golpeando la puerta con vehemencia. — ¡Wacho, abrime!

¿Qué pasa? — cuestionó la rubia cuando el morocho frenó las embestidas.

No sé qué mierda quiere el enano este pelotudo, no le hagas caso. — soltó Spallatti. Bufó al cabo de un minuto, los insistentes golpes de Ribba lo habían hecho perder la concentración. — Ya fue, la re puta madre.

Fragmentado - LitckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora