Capítulo 4 - Los grises

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Poco a poco fue recuperando sus sentidos. Totalmente desorientado abrió los ojos lentamente. El terrible sonido que casi lo había vuelto loco ya no se escuchaba, había desaparecido, y su cuerpo parecía volver a responder a sus impulsos nerviosos. Al abrir los ojos solo pudo ver sombras. Su visión se fue aclarando paulatinamente y, cuando volvió a ver, lo que encontró no era en absoluto lo que esperaba.

Todavía atontado por el dolor y confuso, y se topó con unos grandes ojos observándole. Eran unos ojos felinos, de color miel. De repente le parecieron los ojos más bonitos que había visto nunca.

—¿Qué... Qué ha pasado? —preguntó articulando las palabras con torpeza.

Bajo una enmarañada melena de cabello castaño, con gráciles tirabuzones que descendían reflejando el tenue reflejo de la Luna, se ocultaba un hermoso rostro, de facciones delicadas y hermosas; Una nariz pequeña y redondeada en su punta; Unos sensuales labios; Y esos ojos color miel, esa mirada que le había enamorado.

Una hermosa mujer, la más hermosa que el héroe recordara haber visto en toda su vida, se encontraba agachada a su lado, observándole.

Durante un instante quedó encandilado de su belleza. Todo a su alrededor desapareció y el tiempo pareció detenerse. Su corazón latía acelerado contemplado a esa Diosa que se hallaba ante él. Observó sus labios, anchos y carnosos, moverse lentamente para articular palabra.

—¿Estás bien?

Su voz le sonó celestial, pero transmitía cierta fuerza, cierto carácter. Siguió mirándola ensimismado.

—¿Puedes oírme?¿¿Estás bien??

Su confuso cerebro finalmente asimiló las palabras de la chica y recuperó la coherencia.

—¿Eh? Sí, sí... Estoy bien —dijo balbuceando.

La joven, de aparentemente unos veinticinco años de edad, se encontraba en cuclillas junto a él.

—Pensé que te habías quedado tonto por el golpe —dijo sin tapujos, mientras se ponía en pie—. Vamos levanta —ordenó y le ofreció la mano para ayudarle.

El héroe aceptó y, con su ayuda, se levantó poco a poco, mientras miraba a su alrededor e intentaba entender donde estaba y que había sucedido.

—No recuerdas nada. ¿verdad? —le preguntó ella como leyendo sus pensamientos.

—No demasiado, la verdad. Recuerdo la nave y la luz... pero no consigo recordar...

—Iban a abducirte, pero yo lo impedí —le explicó en un tono un tanto frio.

Mr. Luz, mientras intentaba entender, observó el cuerpo de la chica: Unas largas y atléticas piernas, con unas deportivas gastadas y sucias y un pantalón tejano corto que le llegaba a la altura del muslo. Parecían cortados a mano, presentando un aspecto irregular y restos de hilos colgando aleatoriamente; Unas caderas anchas que desembocaban en una cintura estrecha y unos hombros firmes. Bajo la camiseta ceñida podía apreciarse un estomago plano y unos pechos firmes y voluminosos. Llevaba una chaqueta plumón, con una capucha que quedaba oculta bajo el pelo rizado que le colgaba a la altura de los hombros. En su mano derecha sostenía un arma. No sabía de que tipo de arma se trataba, pero por la forma y por la manera en que ella la sostenía, estaba seguro de que era algún tipo moderno de escopeta.

Quinta Essentia (Trilogía EXO II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora