Capítulo 24 - El juego de Kumrad

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El comunicador de la nave emitió un pitido, indicando que habían llegado al lugar de destino. Gábriel cogió los mandos y descendió sobre el solitario planeta. Era un satélite abandonado, orbitándo un planeta que Gábriel desconocía. No estaba lejos de Altedón, con la velocidad ultralumínica de la nave, había tardado tan solo unos minutos en llegar. Sobrevoló el árido planeta buscando algún indicio hasta que encontró una estructura artificial que destacaba sobre el plano y gris paisaje. Aterrizó junto a ella.

Antes de salir, buscó en los pequeños compartimentos que habían junto a los asientos. Al abrir uno de ellos, encontró un aparato que había visto en su estancia en Iruzbin. Era un artilugio pequeño que, tras colocarlo en la boca, permitía respirar en mundos sin atmósfera.

—Lo sabía —dijo en voz alta—. Has pensado en todo Enuk.

Cogió el artilugio y salió de la nave.

Adora y Mr. Luz se dirigían hacia el norte, sobrevolando Altedón, siguiendo el rastro a Kumrad. Al pasar junto a una zona montañosa divisaron un enorme cráter, de varios cientos de metros de diámetro. En el centro de este, había una edificación de una sola planta con forma circular. Junto a ella estaba la nave de Kumrad.

Descendieron lentamente hasta posarse sobre la superficie del cráter, a unos metros de la nave.

—No sabemos lo que nos espera aquí —dijo Mr. Luz girándose hacia su compañera—, y seguro que Kumrad no nos lo pondrá fácil. Pero debemos detenerle a cualquier precio. Una vez dentro, permanezcamos juntos. Por separado no seremos rivales para él.

—De acuerdo —asintió Adora—. Ten mucho cuidado con él —advirtió—. Siempre juega sucio.

Con paso firme y decidido se encaminaron hacia su destino, dispuestos a detener al mal que Kumrad significaba para toda la galaxia.

Gábriel presionó un botón que había junto a la puerta y esta se abrió. Entró en un pequeño habitáculo oscuro y la puerta se cerró tras de sí. Salieron varios chorros de vapor del techo y el pequeño habitáculo se presurizó. La puerta delantera se abrió ante él, mostrando una sala cuadrada con paredes lisas de metal. Un aparato circular, que parecía una columna, abombada por el medio, ocupaba el centro de la sala, el resto estaba vacío. Gábriel avanzó, explorando la habitación, mientras se quitaba el artilugio de respiración artificial. Ya no lo necesitaba. Se acercó a la estructura central para observarla más de cerca. Era un aparato de sofisticada tecnología, la parte superior, que acababa unida al techo, era una especie de antena, con varios discos circulares de tamaño decreciente atravesados en el centro por un tubo con pequeños orificios. En el centro el aparato se ensanchaba dando paso a un contenedor que bajaba hasta el suelo. En el centro había una pantalla que mostraba una cuenta atrás. Faltaban doce minutos para que llegara a cero. Bajo la pantalla, una puerta de cristal mostraba el interior del contenedor. Gábriel se acercó para contemplarlo de cerca. Un extraño elemento, entre líquido y gaseoso, flotaba en el interior. Era de un color púrpura con matices dorados. El líquido, o lo que fuera, revoloteaba en el interior del contenedor, retorciéndose, formando hondas y finas hebras que serpenteaban de un lado a otro, creando efectos hipnóticos.

Quinta Essentia (Trilogía EXO II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora