Capítulo 6

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A la mañana siguiente, Tom me despertó dejando una taza de té en mi mesita de noche. Me vestí y como tenía ya todas mis cosas listas, estaba por bajar a desayunar, cuando Harry entró a mi habitación.

-¿Crees que deberíamos decirle a Ron y a Hermione? -me preguntó con seriedad sentándose en mi cama.

Me senté a su lado antes de responder.

-Yo creo que sí -le dije luego de pensar unos segundos-. Son nuestros mejores amigos después de todo, ¿no?

Él asintió y justo en ese momento entró Ron a mi habitación también, enfadado, terminando de abotonarse la camisa.

-Cuanto antes subamos al tren mejor -dijo-. Por lo menos en Hogwarts puedo alejarme de Percy. Ahora me acusa de haber manchado de té su foto de Penelope Clearwater -Ron hizo una mueca-. Ya saben, su novia. Ella ha ocultado la cara bajo el marco porque su nariz quedó manchada...

-Tenemos algo que contarte -comenzó Harry, pero lo interrumpieron Fred y George, que se asomaron a mi habitación para felicitar a Ron por haber vuelto a enfadar a Percy.

Bajamos a desayunar y encontramos al señor Weasley leyendo la primera página de El Profeta con el entrecejo fruncido, y a la señora Weasley, que les contaba a Ginny y a Hermione sobre una poción de amor que había preparado de joven. Las tres se reían con carcajadas sofocadas.

-¿Qué me iban a contar? -preguntó Ron, cuando nos sentamos.

-Más tarde -le murmuró Harry, mientras Percy irrumpía en el comedor.

Aunque cabe destacar que con todo el ajetreo de la partida, ni Harry ni yo tuvimos tiempo de explicarle nada a Ron. Todos estábamos ocupados bajando los pesados baúles por las estrechas escaleras del Caldero Chorreante para luego apiñarlos en la puerta, con Hedwig, Lucy y Hermes encaramadas en sus jaulas. Creo haber olvidado mencionar que Hermes es la nueva lechuza de Percy. Al lado de los baúles había un cesto de mimbre que bufaba ruidosamente.

-Vamos, Crookshanks -le susurró Hermione a través del mimbre-, te dejaré salir en el tren.

-No lo harás -le dijo Ron terminantemente-. ¿Y la pobre Scabbers?

Se señaló el bolsillo de la camisa, en donde un bulto nos indicaba que allí estaba la rata dormida.

El señor Weasley, que había esperado afuera a que los coches del ministerio llegaran, se asomó al interior.

-Aquí están -anunció. Luego nos miró a Harry y a mí-. Vamos chicos, vengan.

El señor Weasley nos condujo a través del corto camino que había hasta el primero de los dos coches antiguos, de color verde oscuro, ambos conducidos por un brujo de mirada furtiva, con uniforme de terciopelo esmeralda.

-Suban chicos -nos dijo el señor Weasley, mirando a ambos lados de la calle llena de gente. Harry subió primero, y luego pasé yo, seguida luego de Hermione, Ron, y para disgusto de éste último; Percy.

A pesar de todo lo que nos habíamos enterado la noche anterior, comparado con el viaje en el autobús noctámbulo, el viaje hasta King's Cross resultó ser muy tranquilo, y llegamos allí con veinte minutos de anticipación. Los encargados del ministerio nos consiguieron carritos, descargaron nuestros baúles, saludaron al señor Weasley y se fueron.

El señor Weasley se mantuvo muy apegado a Harry y a mí en el trayecto hacia la estación.

-Bien, pues -propuso mirándonos a todos-. Como somos muchos, vamos a entrar de dos en dos. Yo pasaré primero con Harry.

Charlotte y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora