Capítulo 12

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Todo el tiempo que llevábamos en Hogwarts no era suficiente para haber recorrido todo el castillo, y sinceramente, no creo que en todos mis años en el colegio logre recorrerlo completamente. La única vez que lo pude ver completo, o casi, fue en el Mapa del Merodeador que me mostraron los gemelos el año anterior.

-Tiene... que... haber... un atajo -dijo Ron jadeando, una vez que llevábamos un buen tramo recorrido, y subíamos por la séptima escalera, saliendo a un rellano que no habíamos visto antes a mi parecer, en donde había en la pared un cuadro grande que mostraba un terreno cubierto de césped.

-Me parece que es por aquí -aventuró Hermione echando un vistazo a un corredor que teníamos a nuestra derecha, mientras Harry se acercaba al cuadro.

-Imposible -dijo Ron-. Ese es el sur. Miren: por la ventana se puede ver una parte del lago...

-Confiaré en tu sentido de orientación con los puntos cardinales, Ron -le dije con la voz un poco agotada-, porque si te soy sincera, no tengo idea de cual es cual.

Ron se rio y luego escuchamos un sonido metálico. Nos volteamos a ver el cuadro que era de donde provenía el extraño sonido, y era nada  más que un caballero bajito, vestido de armadura y persiguiendo un caballo. Por las manchas que tenía en sus rodillas, parecía haberse caído del animal.

-¡Ajá! -gritó cuando nos vio-. ¿Quiénes son estos villanos que osan internarse en mis dominios? ¿Acaso os mofáis de mi caída? ¡Desenvainad, bellacos!

El caballerito sacó una espada de la vaina que llevaba, y la empezó a mover hacia todas partes con bastante fuerza. Pero la espada era demasiado para el pobre, que cayó de cara al suelo.

-¿Se hizo mal? -le preguntó Harry acercándose al cuadro, mientras yo me reía tapándome la boca con las manos. Que buena persona es.

-¡Atrás, vil bellaco! ¡Atrás, malandrín!

El caballerito volvió a empuñar la espada, usándola para incorporarse, pero la hoja se hundió en la hierba, y cuanto intentó sacarla de allí, cayó nuevamente al suelo, sentándose en él.

-Disculpe -dijo Harry ahora que el caballerito se había quedado callado-, estamos buscando la torre norte. ¿Por casualidad conoce el camino?

-¡Una empresa! - el pobre aún sentado, pareció alegrarse bastante. Se puso de pie de un salto con su ruido metálico-. ¡Vamos, seguidme, queridos amigos, y hallaremos lo que buscamos o pereceremos en el empeño! -volvió a tirar de la espada sin ningún resultado, e intentó montar el poni sin poder lograrlo-. ¡A pie, pues, bravos caballeros y gentiles señoras! ¡Vamos!

Y empezó a correr hacia el lado izquierdo del cuadro, con su ya característico sonido metálico. También empezamos a correr y lo seguimos por el pasillo, de vez en cuando encontrándolo en frente nuestro.

-¡Endureced vuestros corazones, lo peor está aún por llegar! -gritó el caballerito, en el momento en que lo vimos en frente de un grupo alarmado de mujeres, cuyo cuadro colgaba de una estrecha escalera de caracol.

Jadeando, subimos los escalones, por mi parte quedando algo mareada, pero no podía perder el equilibrio, o tiraría a Ron por las escaleras. Finalmente oímos un murmullo de voces por encima de nuestras cabezas lo que nos indicaba que habíamos llegado al aula.

-¡Adiós! -nos gritó el caballerito por última vez, desde el cuadro de unos monjes siniestros-. ¡Adiós, compañeros de armas! ¡Si en alguna ocasión necesitáis un corazón noble y un temple de acero, llamad a sir Cadogan!

Así que no tengo que llamarle caballerito después de todo.

-Sí, lo haremos -murmuró Ron cuando nuestro acompañante hubo desaparecido-, si alguna vez necesitamos a un chiflado.

Charlotte y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora