Capítulo 33

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Mientras lo guiaba por los pasillos, he de admitir que no hice un buen trabajo, pues a mitad de unas escaleras ambos tropezamos con la profesora McGonagall.

-Miren por donde van, chicos -nos dijo.

-Lo sentimos, profesora -dije yo.

-Potter, fui a buscarte a la sala común de Gryffindor. Bueno, aquí la tienes. Hemos hecho todas las comprobaciones y parece que está bien. En algún lugar tienes un buen amigo Potter.

Harry se quedó boquiabierto y no reaccionaba. La profesora McGonagall me miró algo preocupada y me pidió que sujetara la escoba.

-¿Puedo quedármela? -dijo Harry apenas reaccionó-. ¿De verdad?

-De verdad -le contestó la profesora McGonagall-. Tendrás que familiarizarte con ella antes del partido del sábado, ¿no? Haz todo lo posible por ganar, porque sino quedaremos eliminados por octavo año consecutivo, como me acaba de recordar muy amablemente el profesor Snape -hizo una mueca de desagrado-. Fence, el profesor Dumbledore me pidió que te dijera que hoy se acaba el mes.

-¿El mes? -murmuré confundida-. ¡Oh, cierto! Gracias, profesora.

Harry y yo subimos por las escaleras hacia la torre de Gryffindor, yo aún con su escoba en la mano. Al doblar una esquina nos encontramos a Ron acercándose hacia nosotros con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Te la ha dado? -preguntó señalando la Saeta, que yo le estaba entregando a Harry-. ¡Espléndido! ¿Me dejarás que la monte? ¿Mañana?

-Sí, por supuesto -respondió Harry muy entusiasmado-. Tendríamos que hacer las paces con Hermione. Ella solo quería ayudar...

-Muy bien dicho, Harry -corroboré, cruzándome de brazos.

-Sí, de acuerdo -dijo Ron-. Está en la sala común, estudiando, para variar.

Finalmente llegamos al corredor que nos llevaba a la torre de Gryffindor, en donde vimos a Neville suplicándole a sir Cadogan que lo dejara entrar.

-Las escribí, pero se me habrán caído en alguna parte.

-¡Id a otro con ese cuento! -vociferaba el caballerito. Luego nos vio a nosotros y exclamó:-. ¡Voto a bríos, mis valientes y jóvenes vasallos! ¡Venid a atar a este demente que trata de forzar la entrada!

-Cierra la boca -le espetó Ron, mientras llegábamos junto a Neville.

-He perdido las contraseñas -nos confesó Neville-. Le pedí que me dijera las de esta semana, porque las está cambiando continuamente, y ahora no sé dónde las tengo.

-Oddsbodikins -le dijo Harry al retrato, que parecía decepcionado y al final nos dejo entrar. 

Apenas pusimos un pie dentro de la sala común, o mejor dicho, apenas Harry entró, empezaron a oírse murmullos de curiosidad, y en cuestión de segundos todos rodearon a Harry, empujándome hacia atrás.

Hasta Percy estaba interesado en la escoba. Recordando el mensaje que había enviado el profesor Dumbledore, me acerqué a nuestro delegado, bajo la confusa mirada de Ron.

-Hola, Percy 

-Charlotte, ¿qué pasa?

-Necesito que me lleves a la oficina del profesor Dumbledore -puso la misma cara de Ron-. El profesor pidió verme y como ya oscureció, no quiero meterme en problemas o malentendidos, ya sabes.

-Claro, no hay problema, vamos de inmediato, para que vuelvas temprano.

Salimos de inmediato y nos dirigimos hacia mi querida gárgola, una vez allí, Percy me dejó continuar sola. Le aseguré que no demoraría y que podría volver sola, y él me dijo que si algún prefecto me quería quitar puntos por andar tarde por el castillo, que lo enviara a hablar con él. Asentí con una risa, e hice la rutina conocida para llegar a la oficina.

Charlotte y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora