Capítulo 39

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La mañana del sábado, desperté adolorida, pues el pecho aún me dolía un poco luego de la transformación. Es como esa sensación de haber hecho mucho ejercicio el día anterior y despertar agarrotada, pero en menor magnitud. Se lo comenté a Hermione y ella me ayudó con un encantamiento. Le agradecí y bajamos juntas al Gran Salón a desayunar, antes de que llegara el momento de ir a Hogsmeade. 

Mientras terminaba mi segunda tostada, noté como Hermione no paraba de mirar cada tanto en dirección a Harry, con los ojos entrecerrados y llenos de suspicacia y sospecha.

-¿De verdad crees que va a ir después de lo que le dijiste? -le pregunté luego de que se manchara la mejilla con mermelada, por haberse girado bruscamente-. Vamos, Hermione, relájate, no creo que haga algo malo. Y si lo atrapan, será su culpa, y tú estarás libre de cargos de conciencia porque ya se lo habías advertido.

Ella frunció el ceño por última vez antes de que llegara Oliver a sentarse frente a nosotras. Ambos nos sonreímos, y luego saludó con la mano a Hermione, que le devolvió el gesto de forma amable.

-Hermione -le hablé-. ¿Irás sola a Hogsmeade? -ella asintió-. ¿Por qué no vas conmigo y Oliver al pueblo?

-No quiero ser la que arruine su cita, chicos -dijo ella rápidamente.

-No la arruinarías, Hermione -le dije. Ella seguía negando con la cabeza así que le propuse una idea-. ¿Qué tal si al menos te llevamos hasta un local y luego nosotros seguimos?

-¿De verdad no hay problema con eso? -preguntó.

-Claro que no -respondió Oliver esta vez-. No será ningún problema. Ahora deberíamos irnos, todos están empezando a irse ya.

Nos levantamos de la mesa de Gryffindor y nos dirigimos hacia las puertas principales, en donde había una buena cantidad de alumnos esperando para pasar por la revisión de Filch. Mientras estábamos en la fila, y Hermione se aseguraba de que Harry se quedara en el castillo, Oliver deslizó su mano junto a la mía, entrelazando nuestros dedos con suavidad, haciéndome sonreír con algo de nerviosismo. 

Finalmente nos libramos de Filch (la verdad no sé porque se demora tanto en dejarnos salir si solo nos pide nuestro apellido y revisa si estamos autorizados o no), y seguimos al grupo. Todo el camino los tres mantuvimos una bastante agradable conversación, hasta que pasamos a dejar a Hermione a Las Tres Escobas, pues nos dijo que se tomaría una cerveza de mantequilla. Oliver  y yo nos despedimos, y salimos de allí. Aún tomados de la mano, recorrimos todo el pueblo, mirando las vitrinas de cada negocio antes de entrar a alguno.

Nuestra primera parada fue Honeydukes, en donde nos entretuvimos oliendo los caramelos, sobre todos los chocolates, pues estos eran mis favoritos. Al salir Oliver me hizo sonrojar sorprendiéndome con una caja de sabores surtidos, y un pastel de caldero para cada uno. Fue un detalle muy lindo, pero me hace sentir algo incómoda que esté pagando por todo, siento que no es justo.

Luego de la tienda de dulces fuimos a Dervish y Banges, lugar que había mencionado Ron en el tren a principio de año. Estuvimos recorriendo varias estanterías en donde habían instrumentos mágicos increíbles en cada rincón, y había un pequeño taller detrás de unas cortinas, que asumo que era el lugar en donde reparaban los artefactos. Algunos de ellos me asombraban por su simplicidad junto a sus diversas funciones, como otros ejemplos de falsoscopios, y otros me asombraban por igual pero con una complejidad mayor, y más funciones, o a veces solo una.

Al salir de allí, le pedí a Oliver que me llevara a ver la Oficina de Correos, recordando que Hermione la había mencionado, y él me consintió dejándome encantar por las lechuzas más imponentes que haya visto, junto a las más adorables, y me habría quedado más de no ser porque un dolor de cabeza intenso empezó a surgir de manera familiar, así que nos cambiamos de negocio, yendo a la Casa de las Plumas, en donde esta vez yo le compré una pluma que noté que admiraba, sin que él se diera cuenta. 

Charlotte y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora