Capítulo 50

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Parpadeé unas cuantas veces antes de abrir los ojos bajo una luz raramente brillante comparada con la última que vi. Al menos eso me parecía hasta que mis ojos se acostumbraron a la luz de una simple antorcha sobre mi cabeza. Varias voces empezaron a sonar en mis oídos. Luego disminuyeron, hasta que solo quedaron dos.

-Asombroso. Verdaderamente asombroso. Fue un milagro que quedaran todos con vida. Nunca he oído algo parecido. Menos mal usted se encontraba allí, Snape...

-Gracias, señor ministro.

Claro. Tenía que ser el idiota de Snape el que nos rescatara. Pero, ¿de qué? Algunas imágenes llegaron a mi mente con rapidez y comprendí que si nosotros estábamos ya en el castillo, nada bueno podría haberle pasado a Sirius.

-Orden de Merlín, segunda clase, diría yo. ¡Primera, si estuviese en mis manos!

-Muchísimas gracias, señor ministro.

¿Orden de Merlín, primera clase? Primero me pego un tiro antes que ver a Snape con el nombramiento.

-Tiene ahí una herida bastante fea. Supongo que fue Black.

-En realidad fueron Potter, Fence, Weasley y Granger, señor ministro.

-¡No!

-Black los había encantado. Me di cuenta en seguida -si, claro-. A juzgar por su comportamiento, debió ser un hechizo para confundir. Me parece que creían que existía una posibilidad de que fuera inocente. No eran responsables de lo que hacían -esto va demasiado bien como para ser verdad-. Por otro lado, su intromisión pudo haber permitido que Black escapara... Obviamente creyeron que podían atrapar a Black ellos solos. Han salido impunes en tantas ocasiones anteriores que me temo que se les ha subido a la cabeza... Y naturalmente, el director ha consentido siempre que Potter goce de una libertad excesiva.

-Bien, Snape. ¿Sabe? Todos hacemos un poco la vista gorda en lo que se refiere a Potter.

-Sí. ¿Pero es bueno para él que se le conceda un trato especial? Personalmente, intento tratarlo como a cualquier otro. Y cualquier otro sería expulsado, al menos temporalmente, por exponer a sus amigos a un peligro así. Fíjese, señor ministro: contra todas las normas del colegio, y después de todas las precauciones que se han tomado para protegerlo... fuera de los límites permitidos, en plena noche, en compañía de un hombre lobo y un asesino... y tengo pruebas de que también ha visitado Hogsmeade, pese a la prohibición.

-Bien, bien... ya veremos, Snape. El chico ha sido travieso, sin duda.

Me producía una rabia intensa que Snape hablara así de Harry, pero no quería que se dieran cuenta de que estaba despierta, así que tuve que controlarme de sobre manera para poder que mi cabello no cambiara de color. No era para nada fácil la verdad.

-Lo que más me sorprende es el comportamiento de los dementores... ¿Realmente no sospecha qué pudo haber sido lo que los hizo retroceder, Snape?

-No, señor ministro. Cuando llegué ya estaban volviendo a sus posiciones en las entradas.

-Extraordinario. Y sin embargo, Black y las chicas...

-Todos estaban inconscientes cuando llegué. Até y amordacé a Black, hice aparecer por arte de magia unas camillas y los traje a todos al castillo.

Hubo una pausa en la conversación de ambos individuos, durante la cual sentí un ruido a mi derecha. Giré mi cabeza y vi que Harry se había despertado, pues estaba mirándome desde su cama. Luego me preguntó sin hacer ruido si estaba bien, a lo que asentí y luego volví a mirar el techo. 

O bueno, hasta que llegó Madame Pomfrey caminando enérgicamente por la sala llegando hasta la cama de Harry. Me senté en la cama, viendo que dentro de la sala no estaba ni el ministro ni Snape, y también pude ver el enorme trozo de chocolate, del tamaño de una piedra, que la enfermera traía en sus brazos.

Charlotte y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora