Capítulo 16

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Draco no volvió a clases hasta la última hora de clases de la mañana del jueves, a mitad de clase de Pociones. Entró con un aire algo arrogante, con el brazo cubierto de vendas y en cabestrillo.

-¿Qué tal, Draco? -le preguntó Parkinson sonriéndole como una tonta-. ¿Te duele mucho?

-Sí -le respondió Draco con gesto de hombre valiente.

-Siéntate -le dijo Snape con tono amable. Bueno, eso no sorprende, Snape siempre favorece a los de Slytherin, y trata de perjudicar lo más que puede a Gryffindor.

En fin, en la clase de aquel día estábamos preparando una solución para encoger. Malfoy fue a sentarse junto a Harry y a Ron. Hermione y yo los miramos desde la mesa que compartíamos con Neville e intercambiamos una mirada de preocupación.

-Profesor -dijo Draco-. Profesor, necesitaré ayuda para cortar las raíces de margarita, porque con el brazo así no puedo.

-Weasley, córtaselas tú -ordenó Snape sin levantar la mirada.

Ron se puso rojo como un tomate y empezó a murmurar cosas que no alcancé a entender.

-Profesor -dijo Draco después de un rato-, Weasley está estropeando mis raíces, señor.

Snape fue hasta allí, estuvo un rato mirando a la mesa, y luego sentenció:

-Dale a Malfoy tus raíces y quédate tú con las de él, Weasley.

-Pero señor... -intentó replicar Ron.

-Ahora mismo -ordenó Snape.

Negué con la cabeza, sabiendo que eso no sería lo único que causaría Draco en esta clase.

-Profesor, necesitaré que me pelen este higo seco -dijo al cabo de unos minutos, con una voz impregnada de malicia.

-Potter, pela el higo seco de Malfoy -le ordenó Snape, dándole aquella mirada de odio que reservaba especialmente para él.

Luego de eso, me volteé y vi como Harry pelaba con rapidez el higo seco de Draco, y al terminar se lo lanzaba sin siquiera mirarlo. Luego Draco empezó a hablarles a ambos en voz una voz baja que no pude escuchar. Lo único que pude ver fue como Ron empezaba a fruncir el ceño sin que llevaran más de un minuto de conversación, y parecía dispuesto a golpearlo de no ser por Snape.

Mientras que los chicos hacían crecer una tensión entre ellos, junto a nosotras, Neville tenía problemas con su poción, cosa que a menudo le pasaba en esta clase la verdad, pero de no ser por Snape, estoy segura de que le iría mucho mejor. En estos momentos su poción, que tenía que estar de un color verde ácido brillante, estaba de color...

-¡Naranja, Longbottom! -le recriminó Snape, levantando un poco con el cucharón y vertiéndolo de vuelta en el caldero, para que lo viera todo el mundo-. ¡Naranja! Dime, muchacho, ¿hay algo que pueda penetrar esa gruesa calavera que tienes? ¿No me has oído decir muy claro que se necesitaba sólo un bazo de rata? ¿No he dejado muy claro que no había que echar más que unas gotas de jugo de sanguijuela? ¿Qué tengo que hacer para que comprendas, Longbottom?

Con cada palabra que pronunciaba Snape, mi pelo iba cambiando a rojo, y juro que salía olor a quemado de los ingredientes que tenía en la mano. Hermione intentó tomarme del hombro, pero quitó la mano de inmediato, como si le quemara. Neville estaba colorado y temblaba, casi echándose a llorar.

-Por favor, profesor -dijo Hermione lentamente-, puedo ayudar a Neville a arreglarlo...

-No recuerdo haberte pedido que presumas, señorita Granger -dijo Snape con frialdad, haciendo que Hermione se pusiera tan colorada como Neville. Iba a abrir la boca, pero mis piernas y manos empezaron a sentirse frías y a echar vapor y me quedé quieta-. Longbottom, al final de esta clase le daremos unas gotas de esta poción a tu sapo y veremos lo que ocurre. Quizás eso te anime a hacer las cosas correctamente.

Charlotte y el Prisionero de AzkabanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora